Valores Innegociables de nuestra Iglesia

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Cuando entendemos los valores bíblicos por detrás de una iglesia en células, somos capaces de percibir que las células son mucho más que un programa de la iglesia. Toda nuestra visión debe proceder de nuestros valores, y estos deben ser principios claros de la palabra de Dios.

Como miembros necesitamos comprender esos valores y dejar que ellos tomen cuerpo en tu vida. Esto te ayudará cuanto estés liderando una célula y necesites tomar decisiones, pues toda nuestra práctica de célula procede de nuestros valores.

1.        Nuestra mete es ser creyentes vencedores

Ser vencedor va mucho más allá de ser una persona exitosa en la vida persona; es un concepto espiritual más amplio.

La Palabra de Dios nos enseña que hay una diferencia entre ser salvo y ser vencedor. Somos salvos cuando creemos en Jesús y lo confesamos como Señor y Salvador. Todo aquel que cree recibirá la vida eterna. La salvación es apenas la puerta. Después de ser salvo, necesitamos caminar y ser considerado siervos fieles. Para el siervo fiel hay recompensa de corona y de trono, que son símbolos de la posición que ocuparemos en el reino.

Nuestra meta no es ser salvos de la condenación, sino ser considerados siervos fieles para ser aprobados como vencedores. El vencedor es aquel que responde al llamado para ser un líder.

2.      La iglesia son personas y no el local

Aun hoy, algunas personas consideran el local de la iglesia un lugar sagrado, porque no disciernen la verdadera habitación de Dios – nuestro espíritu. La palabra de Dios es clara:

El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas” Hch 17:24

Por tanto, es impropio decir que vamos a la iglesia refiriéndonos al local. De este valor poder sacar por lo menos tres conclusiones.

En primer lugar, el local donde nos reunimos no es sagrado, sagrado son nuestro cuerpo y nuestra vida, pues nos fueron dados por Dios para Su habitación y gloria.

¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” 1Co 3:16

En segundo lugar, nuestra casa es una extensión de la iglesia, que sucede en todo lugar. Jesús dijo que donde están dos o tres reunidos en su nombre, allí estaría. Por tanto, la iglesia sucede en el momento en que nos reunimos en el nombre del Señor. Mt 18:20

En tercer lugar, no esperamos que las personas vengan al local, sino vamos donde ellos están. La voluntad de Dios es el “Id”, pero por mucho tiempo hemos vivido el “venid”.

Si tú eres un ministro, donde tú vayas, la iglesia irá junto contigo, tú no vas a la iglesia, tú cargas la iglesia, no hay diferencia entre vida secular y vida de iglesia. Todas las áreas de nuestra vida son santas.

3.      Todos los hijos de Dios son ministros

Este es un valor innegociable. El sacerdocio universal de los creyentes fue restaurado desde la reforma protestante con Lutero. Hombres de Dios murieron por esa verdad y por la práctica. Pero aun hoy, el virus del clericalismo mantiene a las personas anestesiadas e improductivas en el cuerpo de Cristo. Hay algunas razones para que huyas del clericalismo: El clericalismo es una enfermedad en el cuerpo de Cristo. Produce miembros, pero no engendra discípulos.

Cada creyente debe ser un productor y no un mero consumidor o cliente de la iglesia, pero el clericalismo estimula la mentalidad del creyente consumidor. Un creyente que es ministro no se preocupa más en saber lo que la iglesia le puede ofrecer, sino se preocupa en saber cómo él puede ser útil en allí. No responsabiliza más al pastor o algún líder por su crecimiento espiritual, porque sabe que puede tener intimidad con Dios sin un intermediario. Tiene disposición para dar apoyo a los nuevos convertidos.

4.     Nuestra meta es hacer discípulos y no solo convertidos

Nuestra personalidad es formada por nuestra relación con nuestros padres y hermanos. Lo mismo sucede en la vida espiritual, crecemos cuando nos relacionamos con padres y hermanos espirituales. El discipulado es una relación de paternidad espiritual.

Todos necesitamos de un padre espiritual a quien podamos imitar, pero también de un hermano que pueda caminar con nosotros. Sin embargo el crecimiento solo se completará cuando tengamos un hijo espiritual, o sea un discípulo.

Todos necesitamos de un Pablo, Timoteo y de un Bernabé en nuestras vidas.

Timoteo – es aquel que estamos enseñando, instruyendo, inspirando.

Bernabé – es el compañero con quien conversamos de igual a igual, con quien lloramos y reímos.

Pablo – es aquel que está por encima de nosotros, motivándonos, inspirándonos y ayudándonos a crecer. Es aquel a quien nos sometemos y rendimos cuentas.

Tener un discípulo es una condición vital para el crecimiento y fortalecimiento de la iglesia. El libro de Hechos describe a los hermanos como “comunidad de discípulos” (Hch 6:1-2).

5.      Cada línea de autoridad de la iglesia es una posición de discipulado

Cada línea de comunicación, cada posición de autoridad dentro de la iglesia es una posición de discipulado. El pastor no tiene solo Discipuladores para ayudarlo a hacer algo, ellos son sus discípulos. Lo mismo sucede con los Discipuladores,  líderes y lid. en entrenamiento. Esa es la estructura de nuestra iglesia y también un valor a ser preservado. No tenemos cargos.

6.      Creemos en el crecimiento y en la multiplicación

Nuestra visión es conquistar nuestra generación y eso significa llevar muchas personas a Cristo, pues el mover de Dios se caracteriza por conversiones. No necesitamos buscar el mover sino permanecer en el. Mover de Dios es sinónimo de conversión.

Creemos en la multiplicación de las células porque nuestro Dios es un Dios de multiplicación. En cada área de la creación está el espíritu de multiplicación.

Dios dio esa orden a Adán, Noé y Abrahán. Ése es el corazón de Dios, Él nunca cambia. El día de pentecostés, hubo una señal de lenguas de fuego, pero la señal más importante fue la conversión de casi tres mil personas. Dios nos ha dado la unción para multiplicar y ella es como un tesoro que debemos guardar orando, leyendo, congregando y trabajando siempre para la obra de Dios. Tenemos que preservar esa unción.

7.       Fuimos llamados para engendrar hijos y no para hacer cosas

Como iglesia estamos enfocados en engendrar hijos para Dios. No estamos diciendo que sea malo hacer algo para Dios, sino una cuestión de visión, porque todos quieren agradar a Dios, pero la pregunta es: ¿Cuál de los dos paradigmas alcanza el objetivo de agradar el corazón del Padre?

Estamos en oposición de hacer solo cosas, pues entendemos que en el corazón de Dios está el engendrar. No estamos en contra de hacer cosas y realizar actividades, tenemos actividades, sin embargo, no son el centro de nuestro trabajo, el centro es engendrar.

¿Quieres ser vencedor? Entonces presta atención: solo reinará quien recibe la corona. ¿Y quién es nuestra corona y gloria?  Según el apóstol Pablo, los hijos son nuestra corona y gloria (Fil 4:1; 1Ts 2:19). Si quieres reinar en aquel día, presenta a Dios lo que Él desea: hijos.

8.      Edificamos la Iglesia preservando la unidad – Gn 11:6

Eso significa que caminamos en unidad de lenguaje, propósito y obra. Es la unidad que torna la visión posible y realizable. Por eso no admitimos que haya un lenguaje diferente entre nosotros. Necesitamos todos hablar la misma cosa. Necesitamos también caminar en un único propósito y visión. La ecuación de la muerte: visión + visión = división. Y finalmente, todos debemos estar unidos en una sola obra. No hacemos cada uno una obra individual, sino estamos involucrados en un mismo proyecto.

Existen muchas cosas que explican el éxito y crecimiento de una iglesia, pero el principal es la unidad. Pero, no simplemente una unión sino unidad. Ej: el saco de papas y el puré de papas.

9.      La obra no puede ser hecha sin la unción del Espíritu.

Es imposible servir a Dios sin la unción, somos incapaces de hacer su obra y cumplir su voluntad. Muchos creen que el crecimiento lo trae la célula, pero eso no es verdad. Las células son solo el odre, la unción es el vino nuevo.Mt 9:16-17

Tener el odre es importante, pero el centro de todo es el vino nuevo. El vino apunta para el mover del Espíritu y siempre es mejor el nuevo. Los odres existen en función del vino, sino hay vino, los odres pierden el sentido.

Moverse en la unción significa que no debes intentar hacer algo para Dios usando combustible humano, sino debes permitir que la unción te mueva de forma sobrenatural y hacer la voluntad de Dios. Si hay unción, no hay yugo, stress, miedo o inseguridad.

Nuestro crecimiento no viene porque tenemos una buena estructura y una buena organización, o porque sabemos técnicas de cómo liderar una célula, sino porque poseemos la unción. Lo más importante es el vino nuevo del Espíritu.

10.   La iglesia es más que una organización, es un organismo.

Valorizamos la presencia de Dios en lugar de rituales muertos y vacíos. No queremos hacer cosas, queremos disfrutar de la vida de Dios en Cristo. Buscamos la revelación de la Palabra que resulta en cambio de vidas.

Pr. Eliud Cervantes

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