//Pr. Eliud Cervantes\\
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley” (Gálatas 5:16-18)
“Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna” (1 Corintios 6:12)

La vida cristiana abundante se trata de una vida guiada por el Espíritu. Cuando eres guiado por el Espíritu, no estás bajo la ley; eso no significa que rompas la ley, porque Él no te lleva a romper los Mandamientos, sino a vivir una vida aún más alto que la ley. Las Escrituras dicen claramente que PRIMERO debemos caminar en el Espíritu y el resultado será que no satisfarás los deseos de la carne. La palabra “caminar” es “PERI” en griego que significa “CAMINAR”, lo cual nos recuerda el Salmo 23:3, donde Él nos guía.
Ahora, es importante que literalmente rompamos con la religión para poder mostrar al mundo perdido quien es Jesús de verdad. Jesús no es el Jesús de la religión o el que condena. Es interesante que normalmente cuando nos convertimos, comenzamos como legalistas; pero si deseamos tener una vida plena, debemos entender cada día más y más el Evangelio, que es la gracia de Dios; al punto de asimilar su espíritu, y que nos tornemos más parecidos con Cristo.
Ahora, de nada sirve predicar el evangelio contra la hipocresía de la religión y condenar al hipócrita. Al hacer eso, nos tornamos tan legalistas y acusadores como ellos. Es necesario llegar al nivel de la revelación de la Gracia que tanto nos libera, como nos lleva a vivir en el espíritu del evangelio, del perdón, del amor y de la aceptación. Por tanto, la verdadera espiritualidad no está relacionada con lo que hacemos o dejamos de hacer, sino con lo que creemos y vivimos. Se trata de alguien que entendió que está libre de la obligación de amar a Dios y de servirlo, aunque lo haga, pero como resultado de que fue amado primero por Él.
La verdadera vida cristiana es un llamado para una relación sin miedo, no con un Dios distante e impersonal, sino con un Dios feliz y que está feliz con nosotros por causa de Cristo. Un Dios que ahora es nuestro ABBA, a quien podemos acercarnos con osadía.
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Romanos 5:1-2)
Puedes ver que no se trata de un trabajo u obligación, sino de una relación con un Padre amoroso, que te ve en Cristo y que por eso no está molesto contigo. La vida cristiana sin religión es una vida de hijo y no de esclavo o huérfano. Tenemos protección, dirección, herencia, afecto, y por eso estamos seguros de proseguir. No se trata de lo que podamos hacer, sino de lo que Él hizo por nosotros y en nosotros.
Lo cierto y lo errado
La verdadera vida en Cristo, no se trata de lo correcto o incorrecto, si puedo o no, si es pecado o no; es una nueva vida, guiada por el Espíritu Santo, viviendo, existiendo, guiándonos y moviéndose en nosotros. Es una vida poderosa y superior en nosotros, enseñándonos todas las cosas. Por eso debemos permanecer firmes en esa libertad.
“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1)
La verdadera espiritualidad es una relación única, singular, con cada uno de nosotros. No se trata de lo que puedes o no, o de un libro único para todo el mundo. El Espíritu Santo puede decir, en la misma situación, no para mí y sí para ti. Lo que puede ser no ahora, puede ser sí mañana. El Espíritu muchas veces puede contradecir tu opinión, pero nunca Su Palabra, pero nuestra forma de pensar sí.
La manera cómo Dios nos guía bajo la gracia:
Por su Palabra
“Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes seguir” (Isaías 48:17)
Independientemente de lo que enfrentes hoy, el Señor tiene sabiduría para ti en Su Palabra. Él te guía desde Su Palabra y mediante la predicación de su Palabra.
“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8)
Tendrás mucho éxito cuando medites en la Palabra de Dios. Hoy en día, un buen éxito significa no perder a su familia ni tu salud en el camino. “Este libro…”, nos habla que Josué estaba leyendo la palabra en ese momento. Fue cuando leyó la palabra escrita que escuchó la palabra hablada de Dios.
Por su Espíritu
Cuando eres guiado por el Espíritu, puede que estés ocupado por fuera, pero descansamos por dentro (Ej: Tabernáculo). Ahora, el descanso no es inactividad, es una actividad dirigida por el Espíritu.
Por consejos piadosos
Muchas veces, Dios quiere que nos humillemos y estemos abiertos a escuchar nuestros líderes, consejeros de la Iglesia y tu conyugue; porque Dios usa personas. Por tanto, cuando estés pasando por una época difícil, busca el consejo piadoso. Hasta el hombre más sabio, Salomón, se rodeó de sabios.
El Espíritu Santo te enseña todas las cosas
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26)
Hay tres cosas sobre el Espíritu Santo: te enseña TODAS las cosas, te recuerda lo que Jesús ha dicho y glorifica a Jesús. Pero muchas veces no escuchamos los impulsos del Espíritu y por eso tenemos que lidiar con las consecuencias.
Él te guía mientras actúas
Para fluir fácilmente con el Espíritu, primero necesitas saber que eres hijo de Dios, y Él es tu Abba Padre y está aquí, no muy lejos. Él es familia.
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos (huios – hijos maduros) de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Romanos 8:14-15)
El nombre “Padre” es más elevado que todos los nombres de Dios. Debes sentirte amado cada vez que lo llamas Padre. Cuando sabes que eres hijos, es más fácil dejarte guiar. Romanos 8:16, dice que el Espíritu “da testimonio”, y solo se da testimonio de algo que ya ha sucedido, como la salvación. Pero ¿en las otras cosas de la vida? Es igual, pero debes de actuar. Ej: El GPS te dirige mientras conduces.
¿Qué hacer con las cosas del mundo?
“¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:4)
Cuando hablamos del mundo, nos estamos refiriendo a todo el sistema de este mundo, no a las personas. Porque la palabra de Dios nos dice que Él amó a este mundo (personas) en Juan 3:16.
No podemos vivir nuestra vida cristiana así por así, debemos aprender a entender que las cosas del mundo en nada nos aprovechan. Nuestro llamado es a la santidad. Pero ¿Qué significa realmente la santidad? Lo opuesto a la santidad no es el pecado: Es algo común. La palabra hebrea para santo es la palabra Kadosh, que significa “ser apartado”. Ser santo es ser poco común. Poco común en el mundo. Santidad = poco común.
Cuando el mundo está deprimido, tienes la paz de Dios. Cuando los matrimonios se desmoronan, el tuyo se llena del amor de Dios. Cuando la gente usa malas palabras, tus palabras se llenan de alabanza y acción de gracias.
La iglesia es influencia en la sociedad
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9)
“Real sacerdocio”: en el momento en que recibiste a Cristo, naciste de nuevo y te convertiste en realeza. El comportamiento de la realeza no es tener una actitud más santa que tú, sino ser indulgente, generoso y de gran corazón. Y Dios nos ha llamado a “anunciar las virtudes”, Dios quiere que el mundo sepa lo bueno que es. Lo hacemos proclamando Sus alabanzas en nuestra vida matrimonial, nuestros hijos, nuestro ministerio y nuestras carreras.
Nos llamó de las tinieblas. Lo cierto es que basándonos en nuestros propios méritos, no podemos salir del abismo de la oscuridad. Sólo porque Jesús entró en la oscuridad donde estábamos y nos sacó, pudimos convertirnos en piedras vivas. Ahora vivamos para exaltarlo.