//Pr. Luis A. Núñez\\

El evangelio de Lucas en el capítulo 15 nos narra tres parábolas que hablan del amor de Dios por los perdidos, por aquellos que no conocen el amor de Dios en Cristo y también por los perdidos en la fe, que siendo hijos también se pierden.
La primera parábola habla de la oveja perdida. Aclaramos que la primera intención de nuestro buen Dios es mostrarles su amor a las personas usando un lenguaje el cual ellos entendieran, los que criaban ovejas (Llamados por los fariseos de pecadores). Les mostró que así como ellos aman tanto una oveja perdida, Dios los ama y hace fiesta cuando uno de ellos es hallado. De la misma manera en la segunda parábola habló con los publicanos en un idioma que ellos entendían, el dinero, mostrándoles que de la misma manera que para ellos es tan importante un dracma encontrado así también es para Dios la vida de un publicano, Dios hace fiesta por uno de ellos que viene a Dios.
Otra cosa importante es que en la primera parábola un hombre tenía cien ovejas y en la segunda una mujer tenía diez monedas, diez dracmas, cien habla de algo completo en su plenitud (Diez veces diez), el diez habla de un número que representa a un todo, es un grupo homogéneo de ovejas y un grupo homogéneo de monedas. En la siguiente parábola un padre tenía dos hijos, estos dos hijos representan a la iglesia. Entonces, podemos entender como estas tres parábolas están dirigidas a la iglesia.
- Hijos que se pierden fuera de la casa
La primera parábola nos habla de una oveja que se pierde en el mundo, se pierde afuera. El mundo siempre será un sistema diseñado para que las ovejas se pierdan, es contrario a la naturaleza de Dios, por eso dice Santiago, quien fue pastor de la iglesia de Jerusalén por 30 años y además quien fue conducido por Dios para escribir esta carta, no a una iglesia especifica, pero si con el propósito de compartir una serie de guias, formas y exhortaciones de vida a los miembros de la iglesia.
“¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” (Santiago 4:4-5)
La Biblia dice que el mundo yace bajo el maligno y que el príncipe de este mundo es el diablo.
“Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca. Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:18-19)
“Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (Juan 12:31)
El mundo está diseñado para que los hijos de Dios se pierdan, por causa de sus hábitos aun carnales, el mundo siempre usará nuestra debilidad carnal para seducirnos, pero si alguien se perdió en el mundo, el Padre está esperándolo cada día para gritar con todas sus fuerzas que su hijo perdido ha vuelto.
- Los hijos que se pierden en casa
La segunda parábola, de la moneda perdida, nos muestra que hay hijos que se pierden dentro de la casa. Diez dracmas representan a un todo, un todo que está en casa y uno de este grupo se pierde en la misma casa ¿cómo pasa esto?
Sentimiento de injusticia
“Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado” (Lucas 15:23-32)
Esta fue la puerta para que su corazón se pierda, aun estando dentro de casa le dijo al padre:
- Que esto es injusto.
- Que no valora su trabajo.
- Que prefería premiar al que malgastó su dinero en rameras.
- El merecimiento fue su bandera.
- Confrontó al padre en base a lo que hacía: “tantos años te sirvo”.
- Exaltó sus características que lo hacían merecedor: “nunca te he desobedecido”.
¿Cuándo respondemos a nuestra carne? ¿Cuándo reaccionamos con enojo y nos desorientamos? pues la Palabra de Dios nos muestra algo interesante que nos da la respuesta, consideremos los frutos de la carne y los frutos del Espiritu.
“Idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías… más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:20-23)
Si te das cuenta, en él afloró el fruto de la carne, este hijo mayor dejó de ser bondadoso, dejó de ser bueno, dejó de ser noble, para despreciar a su hermano y pasó a mirarlo como el que no merece y él se miro como quien si merece, entonces resaltó los errores de su hermano.
Una respuesta de gracia
El padre respondió: “Hijo, tú siempre estás conmigo”, en otras palabras “yo soy todo para ti, yo soy tu paz, tu alegría”, Él le dice: “Todo lo mio es tuyo”. Esa es la respuesta frente a toda injusticia, ante toda desorientación, Dios nos lleva a la fuente de bondad, de perdón, de amor por todos los que son injustos contra nosotros, amor y perdón por todos los que nos hieren.
Cuando reconoces que no eres nada tus ojos se abrirán para entender que eres grandemente bendecido. Cuando creas que son injustos contigo solo mira al cielo y di: “Señor, te tengo a ti, no merezco nada y estás conmigo”, entonces un bálsamo inundará tu ser.
¿Sabes por qué en esta parábola el padre no pide perdón a su hijo? porque en esta parábola el padre representa a Dios y Él no se equivoca. La injusticia que vio el hijo mayor era irreal. Los pastores nos equivocamos, los líderes nos equivocamos, como padres nos equivocamos muchas veces y muy probablemente hemos sido injustos muchas veces y te pido perdón por eso, pero no permitas que ese sentimiento haga que te pierdas en casa y dejes de ser noble, bondadoso, perdonador y llenes tu corazón de crítica, de amargura y de resentimiento. Que seas hallado mirando la bondad de Dios en tu vida, sabiendo que no mereces nada, y aun así eres bendecido, eres heredero de toda bendición.