//Pr. Luis A. Núñez\\

Hay un propósito que cumplir en esta tierra, pero el desánimo puede alejarte de ese camino. Los discípulos que salieron de Jerusalén hacia Emaús, por causa de la crisis que enfrentaron, de desánimo, de decepción, de desmotivación, tomaron una decisión trágica ¡alejarse del propósito! pues todo nos hace suponer que ellos renunciaron a su llamado. Según el relato bíblico, el Señor en su bondad se presenta frente a ellos para reavivar el gozo del propósito, para decirles que estaban siendo insensatos por ceder a una emoción, Jesús les mostró, a través de las escrituras, el secreto de la vida victoriosa que es solo “Cristo”y el resultado fue magnífico, pues decidieron retornar a Jerusalén y continuar con el plan celestial. Ellos salieron tristes, pero retornaron con alegría.
La Biblia nos muestra también otra historia, la de Esau, que estaba cansado y desanimado y esto lo llevó a tomar una decisión que cambió su destino para mal. No somos condenados por estar desanimados, Dios no nos desecha por estar desanimados, pero Dios si espera una respuesta, porque la respuesta que damos hoy es la que define nuestro futuro. La historia nos muestra que Esaú llegó un día después de haber salido a cazar y no encontró nada, él estaba completamente cansado y le pidió a su hermano un plato de lentejas y este le dijo: “Te cambio este plato de lentejas por tu primogenitura”, Esaú respondió: “¿De qué me sirve esta primogenitura?”. Yo creo que allí hubo un silencio en el cielo ¿Cuál sería su respuesta? Esau, debido a su desánimo, estaba definiendo un destino, estaba rechazando un propósito, él estaba renunciando a una herencia. Veamos como muestra el Nuevo Testamento este episodio.
“Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas y haced (poieo) sendas derechas para vuestros pies,para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. Seguid (persigue, practica)la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura,os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas. Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando;sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos” (Hebreos 12:12-23)
Si bien los versículos anteriores, en Hebreos 12, hablan de la disciplina del Señor y el probable desánimo que esta trae, quiero ver con ustedes el mensaje contenido del versículo 12 al 13, el Señor nos dice que debemos salir del cuadro de desánimo, el Señor nos muestra que no debemos ceder frente al desánimo, debemos seguir el camino de tal manera que aunque nuestro pie esté dañado, este no termine de doblarse, sino más bien pueda sanarse; esto nos indica que ese camino debe ser el que nos lleve a ver el amor de Dios, este es un camino que no te expone al peligro de seguir dañándote y ese camino es Cristo.
En el versículo 14, la palabra seguid tiene que ver con practicar. La palabra seguir es traducida del dioko que significa perseguir o practicar. El sentido más acertado, cuando decimos practicar, practicar la paz y la santidad y ambos son vistos como uno, es decir, paz y santidad son una sola expresión. Solo el que tiene revelación de la gracia quiere ver a Dios, quien vive bajo la ley tiene terror de estar delante de Él, por eso Hebreos dice que podemos entrar confiadamente.
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16)
Por eso, en el siguiente versículo (v 15), dice que el desánimo, el miedo, la depresión, el resentimiento, son la raíz de amargura que no nos permite experimentar su gracia.
“Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura,os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (Hebreos 12:15)
El texto dice que practiquemos la paz, es decir, tenemos que esforzarnos por entrar en el descanso. El problema es que la ansiedad se torna en hábito antes que la paz.
“Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia” (Hebreos 4:11)
Cada actitud fuera de tu nueva naturaleza, que ahora es santa, solo abrirá puertas a la acusación y condenación, porque ya no eres compatible con el pecado. La acusación te hará sentir desprotegido y te llevará a creer que Dios no te ama. Y tendras que sufrir las consecuencias propias de tu caída. La Biblia nos insta a que cuando Cristo venga seamos hallados creyendo en su obra maravillosa.
“Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz” (2 Pedro 3:14)
No seas como Esaú, no cedas al desánimo que intentará quitarte tu destino, ese propósito para tu vida. Dios no condena tu desánimo, Él quiere sacarte de allí antes que tu decisión te lleve al error.
El miedo produce estrés
Cuándo Adán y Eva fueron creados, la Palabra dice que ellos estaban desnudos y no se avergonzaban, de hecho, ellos estaban revestidos de la gloria de Dios. Esa gloria era lo que les permitía dominar sobre toda la creación, pero en el momento en el que ellos pecaron, fueron destituidos de la gloria de Dios.
“Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23)
“Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (Génesis 3:10)
Este último versículo relata como el miedo entró en el mundo. Esa es la primera mención del miedo en la Palabra de Dios. El hombre no fue creado para vivir así. Hoy las personas tienen miedo de muchas cosas, pero el origen de todos los miedos, es el miedo a la muerte. Dios no quiere que tú vivas con miedo del futuro, de envejecer, de no tener lo suficiente, de perder tu trabajo, de estar enfermo, de perder a alguien, etc.
Ese es el miedo que produce estrés. El trabajo puede ser cansado, pero el miedo de perder el puesto, de no cumplir la meta y ser despedido es lo que realmente genera el estrés. Tenemos miedo de perder el trabajo, porque si lo perdemos no tendremos seguro de salud, entonces tenemos miedo de enfermarnos y morir. Lo que estresa realmente es el miedo a la muerte.
¿Por qué vivimos con tanto miedo? ¿qué alimenta tanto miedo dentro de nosotros? Eso nos lleva a concluir, que el miedo no es el origen de nuestros problemas. El miedo ciertamente está presente y puede ser fácilmente percibido, pero hay una causa más profunda. Adán se vio desnudo, desprotegido y esto nos muestra que, en realidad, la base del miedo es el pensamiento de que no somos amados, de que necesitamos cambiar, ser mejores, para que solo después de esto seamos merecedores del amor de Dios. Muchos viven preocupados por conquistar el amor de Dios haciendo cosas, pero cuanto más lo hacen, más fallan y se sienten menos amados.
Esconderse habla de ensimismarse, habla de consumirse y los peores pensamientos vendrán cuando estés escondido. Dios quiere que te presentes ante Él, para ser cubierto. ElÍas corrió a una cueva para esconderse y fue allí donde él concluyó equivocadamente que el origen de su desgracia era del pueblo y así fue con Adán también, pues en su escondite él concluyó que la culpa de todo era de la mujer que Dios le dio. Cada vez que aceptes la condenación, el miedo, siempre tendrás en quien colocar la culpa de tus problemas, la solución está en confiar en Dios, en saber que eres amado, tu escondite debería ser el Señor.
Allí, en la cueva, Elías pensó que era el único que sufría persecución y Dios le mostró que había 7000 mil más que se mantenían firmes y que definitivamente estaban en el mismo peligro de morir a manos de Jezabel. Cada vez que estás escondido en tu ansiedad, en tus miedos, siempre concluirás que eres el único que sufre, el único que pasa por esto y eso te trae mayor soledad y Dios quiere mostrarte que no es así, que hay muchos que están pasando por lo mismo o por algo peor y que Dios está con todos ellos.
“Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1 Pedro 5:7-10)
La gracia de Dios
En toda religión, los buenos son bendecidos y los malos son castigados, pero en el cristianismo la gracia de Dios invierte esa lógica. Dios decidió bendecir aquel que no merece, pero que cree en su gracia. De esta forma, mientras más pecador es el hombre, más gracia de Dios experimenta. El cristianismo es la única organización en el universo en la que la calificación para entrar, es ser descalificado. Deja que Dios mismo te perfeccione. Te afirme, fortalezca y establezca, en otras palabras, deja que Él haga de ti un vencedor.