Conocer y creer en su amor

//Pr. Luis A. Núñez\\

El capítulo 16 de Números nos narra otro incidente terrible que evidencia la actitud del pueblo de Dios que liderados por Coré se rebelan contra Moisés y Aarón y hablan mal de ellos. Dios manifiesta su justicia y por causa de esto mueren 250 líderes que se rebelaron, pero el pueblo en lugar de compungirse, se rebelan nuevamente y se levantan contra Moisés, entonces Dios manifiesta su deseo de acabar con ellos y acontece la muerte de 14,600 personas, pero Moisés y Aarón interceden, cuando cesa la mortandad Dios en el capítulo 17 les dice que reunan 12 varas de príncipes, una por cada casa paterna y que escribiera el nombre de cada uno de ellos en la vara y en la vara de la casa de Levi escribiera el nombre de Aarón, la vara de Aarón floreció, tuvo renuevos y produjo almendras, el versículo 10 dice que esto sería una señal a los rebeldes y le dijo que colocara la vara delante del testimonio.

En el capítulo 20 nuevamente sucede otro insidente, el pueblo una vez más se rebela porque no había agua, Moisés y Aarón oran y Dios les dice que hablen a la roca delante del pueblo, pero Moisés grita, él les muestra que recibirán agua. El verso 11 nos muestra, al parecer, la existencia de otra vara, entendemos que es la que le dijo en Éxodo 4:17, con la que haría señales. Entonces imaginamos que en una mano tenía la vara de las señales y en la otra la vara que tomó delante de Jehová, que era la señal de su gracia y su amor.

Observa lo siguiente:

“Y Jehová dijo a Moisés: Pasa delante del pueblo, y toma contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara con que golpeaste el río, y ve. He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo” (Éxodo 17:5-6)

En estos versículos se nos muestra el inicio de la jornada en el desierto, el Señor le dice: “golpea la roca”, pero ahora observa Números 20:8:

“Toma la vara y reúne a la congregación, tú con tu hermano Aarón, y hablad a la peña a la vista de ellos. Ella dará su agua; así sacarás para ellos aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias” 

Ahora Dios le dice: “hablaras a la roca”, este acontecimiento nos muestra casi el final de la jornada en el desierto, cuando están por entrar a la tierra prometida, este acontecimiento representa a Cristo, es decir, inicialmente Cristo tuvo que ser herido para tener el agua de vida, ahora el hablar es fe, nuestra vida es la manifestación de fe por el creer.

  1. Saber y creer 

Nuetra labor como líderes es mostrar el amor de Cristo, de Dios, ese amor que se manifestó en la salvación. Es llevarte a creer.

“Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:18-21)

No es suficiente saber, una cosa saber que Él nos ama y otra es creer que nos ama. Hay padres que morirían por sus hijos, pero hay hijos que no creen que son amados, por muchas razones externas o por la percepción de sus circunstancias. Hay esposos que aman a sus esposas, pero ellas no creen y viven con sentimientos de rechazo y baja autoestima.

“Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo” (1 Juan 4:16-17) 

La relación que Dios tiene ahora con nosotros no está basada en nuestra conducta, sino en lo que ahora somos. Observa el verso 17, como Él es así somos en este mundo ¿Cómo es eso? ¿qué hacemos o hemos hecho para que tu o yo seamos como Él? ¡nada! no es lo que hacemos, es lo que somos ahora, Él vive en nosotros, asÍ se ha perfeccionado su amor, entonces Cristo vive en mi, en ti (Gálatas 2:20), entonces ya no eres tú, es Cristo en ti, por eso somos aceptos, justificados, porque Cristo vive en ti, eres ahora un hijo de Dios, hay algo que jamás debes dudar ¡Eres hijo amado!

“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Juan 4:18) 

La palabra temor es fobos, es decir, es miedo, pánico o tormento. Si tienes miedo del futuro, de no tener lo suficiente, de morir con alguna enfermedad, entonces en ti no se ha perfeccionado el amor, pero ¿qué amor? no es tu amor, es el amor de Dios. Una vez que crees de manera correcta, el temor es echado fuera. La palabra perfeccionado, en el griego, también significa consumado o completado ¿cuándo es que ese amor obra o cumple su propósito completo en ti? ¡cuando crees!

En el verso 19 dice: Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”. Se nos muestra que es Él quien nos amó primero y que fruto de eso nosotros le amamos. Siempre hemos exhortado a amar a Dios primero y que esa es la manera de vencer el pecado, pero eso es ley, cuántos se separan de la iglesia por esa condenación, caen en pecado y determinan que no aman lo suficiente al Señor. Amar a Dios es el primer mandamiento de la ley, pero aquí vemos que cuando crees que eres amado, eres conquistado por su amor y tu respuesta es amar a Dios.

No es solo conocer, es creer. Pedro se jactaba de amar al Señor (Juan 13:37), pero Juan se jactaba del amor del Señor por él (Juan 13:23), él se veía como el discípulo amado. Jesús le pregunta tres veces a Pedro si lo amaba y en cada respuesta el Señor le manifiesta su encargo, a pesar que este amor de Pedro no era pleno.

La implicancia de esta revelación es una vida victoriosa.

“Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8: 31) 

Levítico 7:31-34  nos dice que del pecho y la espalda de lo sacrificado se alimentarían perpetuamente los sacerdotes y esto es porque el pecho nos habla del amor y la espalda su poder. Los sacerdotes de hoy nos alimentamos de su amor y de su poder. Debía de ser comido, asado y no crudo, ni hervido, porque todo esto aconteció cuando el fuego del juicio de Dios vino sobre Cristo en la cruz.

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