Disfrute de la obra consuma

//Pr. José M. Noriega\\

“Usted no puede añadir nada a la obra consumada, sólo puede cultivar y guardarla”.

Tres Grandes RevelacionesUna base fundamental de la Nueva Alianza es entender que fuimos insertados en una obra ya consumada. Todo lo que se refiere a nuestra redención fue terminado en la cruz del Calvario, pues allí el Señor dijo: “Está consumado”. En el Antiguo Testamento, el jardín del Edén es una alegoría de la obra consumada. En el sexto día, Dios consumó toda su obra de creación. Él entonces colocó al hombre en el Edén. El hombre no fue colocado allí para ayudar a Dios a terminar la obra, sino para cultivar y guardar algo que ya había sido culminado. Estas eran las dos únicas atribuciones del hombre: cultivar y guardar. Fue Dios quien plantó el jardín y no el hombre. El hombre no fue creado para ayudar a Dios a terminar su obra.

Yo creo que Dios trajo la iglesia hoy a esa misma posición. No somos llamados a terminar la obra, antes fuimos introducidos en una obra ya consumada y como Adán, somos designados solo para cultivar y guardarla. Para que el hombre pudiera cultivar y guardar, el Señor dijo que debía dominar y sujetar la creación. Hoy también recibimos autoridad para sujetar y dominar sobre las obras del diablo, pero lo hacemos guardando y cultivando la obra que ya fue consumada en la cruz.
El objetivo del diablo es hacer que el hombre salga de la posición de la obra consumada, así como era su objetivo que el hombre saliera del Edén. ¿Cómo lo hizo? Él incitó al hombre a convertirse en lo que ya era. El hombre ya era imagen y semejanza de Dios, pero el diablo lo engañó diciendo que, si comía del fruto, se volvería como Dios. Hoy, el enemigo usa la misma estrategia. Usted ya es justo, pero él intenta convencerlo de que necesita hacer algo para llegar a ser justo. Cuando actuamos así, despreciamos la obra consumada y decaemos de la gracia. Muchos creen que el esfuerzo propio es bueno y que deben vivir así, pero la verdad es que el esfuerzo propio es el centro de la carne.
Cuando creemos en la obra consumada, luchamos en la posición de victoria y no para obtener victoria. ¿Usted lucha para tener victoria o lucha declarando que ya recibió la victoria en la cruz? La comprensión de esta verdad determinará si vivirá en victoria o no.

Pero ¿cómo puedo decir que la obra de la curación ya se ha consumado en la cruz si todavía siento dolores en mi cuerpo? Nuestro Dios es aquel que llama las cosas que no son como si ya fueran. Dios hizo de Abraham un padre de naciones cuando no tenía hijos y su esposa aún era estéril. Dios se alegra cuando creemos que la obra ya está terminada, aunque parezca que ni siquiera se inició. Sólo puede descansar quien cree que todo ya está terminado. Esta es la verdadera batalla espiritual, guardar la obra consumada. Este es el buen combate de la fe, ignorar los síntomas de mi cuerpo y declarar la verdad de la obra de Cristo en la cruz. Una vez que usted es salvo, usted fue salvado con la justicia eterna en su vida. Nosotros recibimos la justicia eterna de Cristo y eso ya no puede ser revertido.

Todo lo que tenemos que hacer hoy es sembrar. Si usted cree que Dios le dará hijos, entonces vaya a su casa y se acostará con su esposa. Es tonto declarar todo el tiempo que usted tendrá hijos si nunca se acuesta con su esposa. La fe se expresa en la siembra.

Me gustaría exponer tres actitudes de fe que debemos tener para guardar la obra consumada de la cruz en nuestra vida:

1. Tenga la actitud de descanso

“Cuidémonos, por tanto, no sea que, aunque la promesa de entrar en su reposo sigue vigente, alguno de ustedes parezca quedarse atrás. Porque a nosotros, lo mismo que a ellos, se nos ha anunciado la buena noticia; pero el mensaje que escucharon no les sirvió de nada, porque no se unieron en la fe a los que habían prestado atención a ese mensaje. En tal reposo entramos los que somos creyentes, conforme Dios ha dicho: «Así que, en mi enojo, hice este juramento: “Jamás entrarán en mi reposo”». Es cierto que su trabajo quedó terminado con la creación del mundo” (Hebreos 4:1-3 NVI)

La primera actitud y la más importante es la actitud de descanso. El descanso sólo tiene sentido cuando llegamos al final de un trabajo. Una vez que el Señor dijo que está consumado, Él se sentó. Si también creemos que la obra está terminada, debemos descansar. La manera de entrar en el descanso de la obra consumada es creyendo. Necesitamos oír la palabra, pero ese oír debe ser acompañado de fe. Crea en lo que Dios dice acerca de Él. Crea en lo que Cristo realizó en la cruz en su favor. Cuando tenga hambre, sólo coma; cuando tenga sed, sólo beba; pero cuando esté en medio de la tribulación, solo crea.

La Palabra de Dios dice que después de haber ofrecido el sacrificio por el pecado Cristo se sentó a la diestra del Padre. ¿El hecho de haber consumado la obra de la redención significa que no hay más enemigos? Por supuesto que hay, ellos continúan allí, pero vea la actitud del Señor, Él está sentado esperando que los enemigos sean colocados debajo de sus pies.

2. Tenga la actitud del trono y alegría

“Todo sacerdote celebra el culto día tras día ofreciendo repetidas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados. Pero este sacerdote, después de ofrecer por los pecados un solo sacrificio para siempre, se sentó a la derecha de Dios, en espera de que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies. Porque con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que está santificando” (Hebreos 10:11-14 NVI)

Nosotros estamos sentados con Cristo, entonces nuestra actitud debe ser la misma que Él tiene, nosotros también descansamos y esperamos que nuestros enemigos sean colocados bajo nuestros pies. Esta es la actitud de quien está sentado en el trono. Cuando el enemigo se levanta contra ti asume la actitud del trono, cree que estás por encima de él. En Romanos 10, Pablo dice que el que practica la justicia de la ley vive por ella. Pero la justicia de la fe solo habla. Así, la ley se basa en el hacer, pero la fe se expresa en el hablar (Romanos 10:5-6) Dios hizo todas las cosas sólo hablando. La obra de Dios es hablar. Hoy, Dios quiere que actuemos de la misma forma.

Una forma de entender la diferencia entre la ley y la gracia es entender que aquellos que viven en la ley están bajo el espíritu de servidumbre. El siervo hace las cosas, pero en la Nueva Alianza fuimos hechos hijos y consecuentemente reyes y sacerdotes (Apocalipsis 1.6). Así, en la Nueva Alianza, sólo hablamos porque somos reyes sentados en tronos. Siervos hacen, pero reyes ordenan. En el palacio, todos los que trabajan son siervos y esclavos, pero el rey no hace, él habla y las cosas suceden. Como sacerdotes, usamos las palabras para adorar y alabar a Dios y como reyes, usamos nuestra palabra para cambiar las circunstancias. Mira a tus enemigos debajo de tus pies. Quien está en el trono necesita sólo comandar y las cosas suceden. Usted ya está sentado con Cristo en los lugares celestiales, por encima de todo principado y potestad. De esa posición, puedes reinar en vida (Efesios 2:6 NVI)

3. Tenga la actitud de servicio y apuesta

Hay una obra consumada, pero hay otra en marcha. La obra de redención ya ha sido terminada, pero ahora el Espíritu está preparando a la iglesia y en esa obra somos cooperadores. El Nuevo Testamento dice claramente que fuimos hechos sacerdotes, pero debemos admitir que en el Antiguo Testamento existían levitas y sacerdotes que servían a Dios. En realidad, los levitas eran ayudantes, cooperadores de los sacerdotes. Todos nosotros en la vida de la iglesia somos también levitas, pues cooperamos en la obra de Dios. Entre los levitas, había tres grupos: los coatitas, los meraritas y los gersonitas. Los coatitas tenían la responsabilidad de cargar el Arca de la Alianza y todos los utensilios del lugar santo, como el candelabro, la mesa de los panes y el altar de incienso. Los gersonitas estaban encargados de las cortinas y de la cubierta del Tabernáculo y los meraritas, a su vez, tenían la tarea de cuidar de las tablas, columnas y bases del Tabernáculo. Los sacerdotes eran responsables de los oficios en el templo, pero sin el trabajo de los levitas su ministerio no podía ser ejercido. En la obra de Dios, incluso las cosas pequeñas son importantes. Pero hay un punto interesante cuando la Escritura describe el servicio de los levitas. La expresión es que ellos servían en una guerra.

“Incluyan a todos los varones de treinta a cincuenta años que sean aptos para servir en la Tienda de reunión. »El ministerio de los clanes gersonitas consiste en encargarse del transporte” (Números 4:23-24 NVI)

La palabra “servicio”, en el verso 24, es tsaba en el hebreo y sorprendentemente significa “hacer guerra, combatir”. En la descripción del servicio de los meraritas, en los versos 29 y 30, se usa la misma palabra. Todo levita que estaba involucrado en el servicio en la Casa de Dios estaba realmente involucrado en una batalla espiritual. La batalla espiritual también ocurre cuando estamos involucrados en la obra de Dios y aun aquella actividad tenida como menor de todas tiene impacto en el mundo espiritual.

Es claro que la manera bíblica de liberar fe es hablar con la autoridad que viene del trono de Dios, pero cuando estamos involucrados en el trabajo de la iglesia, debemos recordar que el diablo está siendo derrotado en cada trabajo, aparentemente insignificante que hacemos en la Casa de Dios.

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