El diezmo de la gracia

//Pr. Luis A. Núñez\\

La revelación del diezmo

“Así ha dicho Jehová: «¡Maldito aquel que confía en el hombre, que pone su confianza en la fuerza humana, mientras su corazón se aparta de Jehová! Será como la retama en el desierto y no verá cuando llegue el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada» ¡Bendito el hombre que confía en Jehová, cuya confianza está puesta en Jehová!, porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces. No temerá cuando llegue el calor, sino que su hoja estará verde. En el año de sequía no se inquietará ni dejará de dar fruto” (Jeremías 17:5-8) 

Esta porción en la Palabra nos muestra que hay un hombre bendecido y otro maldecido ¡qué impresionante! podemos ver que la Biblia explica, de manera asombrosa y clara, cuando es que puedes ser maldecido, dice que el hombre que confía en hombre es maldito. Esta expresión es de manera general, es decir, cuando dice que el hombre que confía en el hombre es maldito, también se refiere a sí mismo, es decir, que pone su confianza en la fuerza propia o parafraseando, en el esfuerzo propio. Podemos leer el versículo como: “maldito es el hombre que confía en el hombre y que se apoya en su propio esfuerzo”.

Hay solo dos formas de vivir, la primera es depender y confiar plenamente del favor inmerecido del Señor, mientras que la otra es depender de nuestros esfuerzos.
Este hombre, el que acarrea maldición sobre si “será como una zarza en el desierto, no se dará cuenta cuando llegue el bien”, es decir, los que confían en su propio esfuerzo, tienden a ser arrogantes, no pueden ver las cosas buenas que están delante de sus narices, no aprecian a sus cónyuges, niegan a sus hijos y cuando aparecen las bendiciones en su camino se las pierden, en cambio el hombre bendecido es aquel que confía en el Señor, su confianza está en Él, siempre estará firme, siempre estará animado, porque su fuerza viene del Señor. 

Tenemos otra porción en la palabra donde se nos expresa que el hombre es maldito, veamos Malaquías 3:6-8: 

“Porque yo, Jehová, no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. Desde los días de vuestros padres os apartáis de mis leyes y no las guardáis ¡Volveos a mí y yo me volveré a vosotros! ha dicho Jehová de los ejércitos. Pero vosotros decís: “¿En qué hemos de volvernos?” ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y aún preguntáis: “¿En qué te hemos robado?” En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi Casa: Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, a ver si no os abro las ventanas de los cielos y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril”

Primero comienza diciendo que Dios no cambia, esto es impresionante, es decir, la gracia no cambió a Dios, la gracia nos cambió a nosotros. Dios nunca dejó de ser santo, no es que en la ley era Santo y ahora en la gracia Él tolera el pecado ¡de ninguna manera! Dios es Santo, Santo, Santo, por los siglos de los siglos. La diferencia es que en el tiempo de la ley la victoria sobre el pecado se pretendía obtener a través del esfuerzo propio, pero ahora la victoria es en Cristo. En Él es que somos más que vencedores, el que estemos bajo la gracia y no bajo la ley no significa que ahora debamos adulterar, la diferencia es que ahora no adulteramos porque lo amamos y porque confiamos en su fuerza. La Biblia dice en la ley: “no robaras”, pero eso no significa que ahora en la gracia debemos o podemos robar, porque ya no estamos en la ley, sino que ahora no robamos porque lo amamos y porque confiamos en Él.

Por lo tanto, la cuestión del diezmo, no es una cuestión de la ley, sino un principio que está en Dios y que no cambia, es decir, el diezmo le pertenece a Dios en el tiempo de la ley y en el tiempo de la gracia. Que el diezmo este determinado como un mandato en la dispensación de la ley no significa que es ley, ese es un argumento que muchos usan para decir que la gracia lo desecha ¡el diezmo es gracia! Por favor no te confundas con esto jamás, la gracia no cambió el carácter de Dios.

“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación” (Santiago 1:17)

Dios es el mismo por los siglos de los siglos, el adulterio atenta contra Dios tanto en el Antiguo, como en el Nuevo Testamento. Los mandamientos no cambiaron, inclusive el Señor nos muestra que su santidad y severidad es más amplia de lo que imaginamos.

“Oísteis que fue dicho: “No cometerás adulterio”, pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:27-28) 

¿Comprendes lo que dice aquí? su santidad es inalcanzable por tus propios recursos, antes de esto incluso dice: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: “No matarás”, y cualquiera que mate será culpable de juicio, pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio” entonces la gracia es vencer en las fuerzas de Dios y aun cuando caigas no dejas de ser amado, pues has sido perdonado, lo único que se te pide ahora es creer. Mira lo que se dice de la ley Gálatas 3:21:

“Entonces ¿la ley contradice las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Porque si la Ley dada pudiera vivificar, la justicia sería verdaderamente por la Ley. Pero la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuera dada a los creyentes. Pero antes que llegara la fe, estábamos confinados bajo la Ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la Ley ha sido nuestro guía para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe. Pero ahora que ha venido la fe, ya no estamos bajo un guía, porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gálatas 3:21-27) 

El diezmo

“Cuando volvía de derrotar a Quedorlaomer y a los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de Save, que es el valle del Rey. Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y lo bendijo, diciendo: «Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos». Y le dio Abram los diezmos de todo” (Genesis 14:17-20) 

Antes de establecerse la ley, Abraham llevó el diezmo de todo lo ganado a Melquisedec, pero ¿Quién era Melquisedec? era un rey sacerdote de Salem. Los teólogos concluyen que esta es una cristofanía o manifestación de Cristo en el Antiguo Testamento.

“Y Cristo, en los días de su vida terrena, ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte, y fue oído a causa de su temor reverente. Y, aunque era Hijo, a través del sufrimiento aprendió lo que es la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que lo obedecen, y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec” (Hebreos 5:7-10)

“Donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (Hebreos 6:20) 

La Biblia dice que Jesús es sumo sacerdote según la orden de Melquisedec, lo cierto es que Abraham acudió a este personaje y le llevó el diezmo de todo,  pero ¿qué significa el diezmo?

  1. El diezmo es gratitud

Desde el inicio de los tiempos ya se hablaba de ofrendar a Dios. Caín y Abel son una muestra de esto, escogieron lo mejor que produjeron y se lo ofrendaron a Dios, pero ¿De dónde nace ese sentimiento? simplemente del reconocimiento de su provisión que los lleva a la gratitud; fue lo mismo con Abraham, él reconoció que la victoria se la dio el Señor, entonces está agradecido y presenta su diezmo, su ofrenda.

“Honra a Jehová con tus bienes y con las primicias de todos tus frutos; entonces tus graneros estarán colmados con abundancia y tus lagares rebosarán de mosto” (Proverbios 3:9-10)

Siempre hablamos de honra hacia los demás, siempre enseñamos sobre honrar a los padres, pero ¿de qué manera podemos honrar a Dios? hace unos domingos les dije que hay una manera de mostrar que amamos a Dios y es creyendo en su Palabra, creyendole a Él, de la misma manera, hay una forma de honrarlo, es con nuestros diezmos y primicias, es con nuestros bienes.

“Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre. Porque ¿quién soy yo y quién es mi pueblo, para que pudiéramos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos”                               ([1] Crónicas 29:13-14)

Cuando David invitó a la congregación, a todo el pueblo, a ofrendar para la construcción del templo trajeron oro, plata y toda riqueza por familias, luego él mismo dice: “¿quiénes somos para decir que te hemos dado? solo te devolvemos lo que es tuyo”.

  1. El diezmo es dar todo

El diezmo es el diez por ciento, pero guarda un significado, por ejemplo, los diez mandamientos representan a los más de 600 mandamientos que hay, si alguien cumple los diez mandamientos, entonces automáticamente cumple los otros. Santiago 2:8 en adelante dice que si infringes un mandamiento quebrantas todos. La parábola de las diez vírgenes quienes representan a todo el pueblo de Dios, por tanto, el diezmo significa dar todo a Dios.

Es allí que nos preguntamos por qué el robar a Dios el diezmo trae maldición, solo observa, si obtenemos el favor de Dios por creer entonces comprenderás que solo se le da el diezmo a quien cree, yo puedo hablar de adulterio, de la corrupción, puedo instruir sobre el pecado y la santidad, pero si hablo de dinero soy cuestionado. Solo da el diezmo quien confía,  por eso en Malaquías dice el Señor: “pruébame…” es decir, si tanto desconfías, pruébame, la Biblia dice que el que basa su vida en el esfuerzo propio es maldito, por eso la Biblia dice: “maldito sois con maldición, porque no confías.

La maldición viene por confiar en el esfuerzo propio y la bendición es confiar en Dios. Si el diezmo es confiar esa es bendición.

  1. El diezmo es fe 

El dar diezmo, ofrenda o primicias, es un principio de siembra que trae consigo recompensa.

“Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan” (Hebreos 11:6)

“Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:38)

 

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