Perdiendo la confianza (Parte I)

//Pr. Luis A. Núñez\\

Hebreos 10:35: “No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón”

La palabra “perder” básicamente, significa soltar o aflojar, no podemos permitirnos soltar o perder la firmeza (confianza), la confianza que es nuestra fe, porque esa fe te hace un vencedor, te permitirá obtener el galardón.

Parece que todos tenemos la tendencia a aflojar nuestra firmeza en todo lo que hacemos o en nuestras convicciones, a veces creemos que la firmeza solo se refiere a no caer en pecados, pero la razón fundamental que provoca la pérdida de firmeza está relacionada al creer, es decir, los engaños y sutilezas tienen el poder de eliminar o menguar tu fe en la gracia en Cristo. Pablo manifiesta que lo que le producía gozo era contemplar la firmeza de la fe de los hermanos en Cristo (Colosenses 2:5), también dice que tengamos cuidado de ser arrastrados por la mentira de los inicuos y perdamos la firmeza (v8).

Este mensaje fue directamente a los judíos que se habían convertido y quienes seguían aferrados o les costaba desarraigarse de la ley, pero, por otro lado, vemos en los versículos anteriores que la Palabra habla de la terrible posición de no considerar la obra de redención por la sangre de Cristo y perder la confianza, de no considerar la obra completa de redención, de ser engañados y perder la firmeza de nuestra fe.

Quisiera que tengas un corazón simple, humilde y agradecido a Dios, no pretendo provocar discusiones teológicas, si alguno de ustedes cree lo contrario ¿Qué podemos hacer? Por ejemplo, si la Biblia dice que eres perdonado y alguien dice no, no me considero perdonado ¿Qué podemos hacer?, etc.

¿Cuándo es que muchos pierden esa confianza? Cuando creen o abrazan ciertas enseñanzas o doctrinas como:

  1. PÉRDIDA DE SALVACION

La Biblia es clara al mostrar que la salvación es una obra celestial, que no depende de la intervención de la fuerza humana o el esfuerzo de los hombres. Cualquier intención de mostrar lo contrario, con versículos controversiales y de difícil interpretación por muchas razones, está atentando contra el corazón de la doctrina de salvación en Cristo.

Efesios 2:8-9 dice:

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”

Ninguna obra hecha por las personas los librará de la condenación eterna. Es la fe la que nos permite recibir el regalo más grande.

Efesios 2:1: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” Nos dio vida cuando estábamos en medio de nuestros pecados, la salida de esos pecados es el resultado de la naturaleza de Cristo en nosotros.

Juan 3:36 dice:

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”

La salvación es por el creer, no es por el obrar.

  1. MALDICION HEREDITARIA

Es un concepto que, constantemente, se maneja en medio de las iglesias pentecostales, la maldición de los pecados de los padres heredada a los hijos y de los hijos a sus hijos. Comencemos expresando que, si existe la maldición hereditaria, pero para todos los que están fuera de Cristo. Para los que están en Cristo ya no hay más maldición hereditaria, porque la Biblia dice que somos nuevas criaturas y las cosas viejas pasaron (2 Corintios 5:17)

El señor Jesús ya se hizo maldición por nosotros, para que la bendición de Abraham estuviese con nosotros (Gálatas 3:13-14) Sin embargo, a pesar de eso muchos viven con temor a la maldición por causa del pecado de sus antepasados y caen en la condenación y en la ley de la justicia propia.

Había un dicho o refrán en esos días (Ezequiel 18:1, Jeremías 31:29-30) “En aquellos días no dirán más: Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera” (Se destemplaron sus dientes) En otras palabras los hijos sufrirán el juicio por la maldición del pecado de sus padres. Esta era una expresión constante en aquellos tiempos, ellos vivían atados a la maldición hereditaria y condenados a su destino. Esta afirmación está basada en lo que Dios dijo en el Sinaí, en Éxodo 20:5: “No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” Esta porción está escrita en el Antiguo Testamento. Demos gloria a Dios que no estamos más en la antigua alianza, si no en la nueva alianza. El Señor Jesús ya pagó el precio completo de nuestros pecados, del pecado de nuestros padres y de los padres de nuestros padres.

Hebreos 10:17 añade: “Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” y Hebreos 8:10-12 dice: “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel. Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo; y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos. Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”

 El señor Jesús no recuerda más nuestros pecados. Esa es la principal diferencia entre las dos alianzas, el Señor en la antigua alianza no se olvidaba de los pecados, por eso castigaba a los hijos y a los hijos de sus hijos, pero en la nueva alianza Él dice que de ninguna forma se recuerda más de los pecados.

Si leemos cuidadosamente el contexto de Jeremías 31:29 el Señor dice que en la nueva alianza pondrá fin al hecho de que, si los padres pecaren los dientes de los hijos quedarán destemplados, asumiendo las consecuencias. “Aquellos días” se refiere a la nueva alianza, en los días de Jeremías era una promesa, pero hoy vivimos esa realidad, en la cruz del calvario el Señor cargó con todas las maldiciones. Juan 19:28-30 dice:

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”.

En Jeremías habla de uvas verdes que destemplaban los dientes, en la cruz a Jesús le dieron el vinagre que también destiempla los dientes, al beber el vinagre Él estaba cumpliendo la profecía de Jeremías 31, Él tomó la maldición que pertenecía a los hijos por causa de los pecados de los padres.

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