//Pr. Luis A. Núñez\\
Dios es llamado Padre y cada hombre potencialmente representa esa figura, esta es una figura de protección, de cuidado, de provisión y sustento de necesidades. El diablo sabía que si destruía la imagen paternal del hombre deterioraría la imagen paternal de Dios ante la humanidad, es decir, si la imagen paternal en la vida de alguien fue traumática, sería muy difícil ver a Dios como padre, en realidad no es una cuestión de género, es una cuestión de imagen, “Dios Padre”.
Por ejemplo, si tienes un padre a quien no le interesas, es muy probable que inconscientemente también sientas que Dios es así, por eso algunos creen que Dios los abandonará en cualquier momento, que no tiene interés por ti o que Dios te castigará por el más mínimo error. Por esta razón al diablo le interesa más y más deteriorar la imagen paternal, la hombría, todo error que cometamos como padres deteriorará la imagen de Dios ante los demás.
Definitivamente esto también ha producido una generación de hijos que abandonan a sus padres y en general existe un ambiente de rencor y falta de perdón. Veamos lo que dice la palabra:
“Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor
Todopoderoso” (2 Corintios 6:18)
Cuando se profetizó la venida del Mesías se dijo de Él:
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6)
Desde el Génesis, Satanás ha querido desacreditar la imagen de Dios ante el hombre, le dijo que Dios no era tan bueno como el creía, esa es una estrategia para lograr que el hombre pueda ceder a su tentación.
También podemos ver que muchos grandes hombres de la Biblia cometieron errores como padres, por ejemplo, Eli, David, Isaac, etc. Entonces si un día como hoy, hablamos de los errores de los padres, tendríamos también que hablar de los errores de los hijos o de los errores de las esposas. Ahora, si hablamos solo de las virtudes de un buen padre, entonces los que no tienen esas virtudes serán escarnecidos o sin desearlo, puedo abrir las puertas para la acusación en sus vidas.
Dios definió en su amor hacernos sus hijos, entonces quisiera hablar del amor del Padre y lo que este produjo en nosotros, por el cual todos nosotros hoy somos lo que somos. Dios quiso manifestar su plena voluntad a través de Abraham (padre de multitudes) y le dijo que él, en realidad a través de Cristo, bendeciría al mundo entero.
“Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas” (Gálatas 3:6-12)
Él dijo que traería bendición a través de Cristo a todas las familias, entonces quiero que veamos una vez más cómo se manifestó esa bendición:
- Nos libró de toda maldición
“El fin de la ley es Cristo para la justicia de todo aquel que en él cree. Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas. Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:4-9)
Somos salvos por el creer ¡aleluya!, esta es la más grande y maravillosa noticia ¡EL EVANGELIO! Esta salvación nos libró de la maldición, mira lo que dice la Palabra:
“He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá” (Jeremías 31:31)
Está hablando de la venida de Cristo, del nuevo pacto en Cristo. En esos días las maldiciones hereditarias fueron rotas para quienes están en Cristo.
“En aquellos días no dirán más: Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera” (Jeremías 31:29)
¿Por qué? porque Él se hizo maldición para que nosotros seamos bendición.
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero, para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (Gálatas 3:13-14)
- Nos otorgó perdón y nos capacitó para perdonar
Él nos perdonó, sin merecerlo, solo merecíamos la condenación eterna y nos perdonó ¡aleluya! Eso nos hizo libres para perdonar, es triste ver personas en este mundo atadas por años al rencor, a la falta de perdón, esto no existe en los hijos de Dios, porque han conocido lo que es verdadero perdón. Veamos:
“Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. (el creía que podía pagar) El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mateo 18:23-35)
En los tiempos de Jesús un denario equivalía al salario de un trabajador por un día, era una moneda que pesaba aproximadamente cuatro gramos de plata, ahora un talento es aproximadamente seis mil denarios que sería la paga de un peón ordinario por 16 años de trabajo, así que diez mil talentos es sesenta millones de denarios que equivale a ciento sesenta mil años de trabajo de un peón. Si el salario común de un peón aquí es 50 soles, entonces diez mil denarios es ochocientos cincuenta y ocho millones de soles aproximadamente.
No estoy quitando la importancia de las consecuencias y efectos de los pecados, no estoy diciendo que está bien el error que cometiste, cuando Dios te perdonó Él te dijo ¡vete y no peques más!
- Nos hizo nuevas criaturas
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)
Ya no vivimos como el mundo vive, por eso debemos ser padres conforme al corazón de Dios, hijos conforme al corazón de Dios, esposas y madres conforme al corazón de Dios. No es cambio de conducta, sino de naturaleza, esa nueva naturaleza hace que ya no seamos como eramos antes, nuestras actitudes deben ser de acuerdo a lo que somos, luz y sal en esta tierra.
“Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros” (Romanos 12:10)
“Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano. Pero estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaros los unos a los otros” (Romanos 14:13-14)
“No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros” (Gálatas 5:26)
“Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2)
“Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efesios 4:2)
“Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros” (Efesios 4:25)
“No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos” (Colosenses 3:9)
“Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros” (1 Tesalonicenses 4:9)