//Pr. Luis A. Núñez\\
“… que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:19-20)
“El cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto,no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Corintios 3:6)
¿Por qué nos hizo ministros competentes? Porque un ministro competente es aquel que ha conocido la gracia, que ha experimentado el perdón, que eras nada y ahora eres hijo de Dios, no tenías nada y ahora eres heredero de Dios, estabas en el fondo del agujero y ahora estás sentado en lugares celestiales, eras gobernado por las circusntancias y ahora reinas en vida ¡aleluya! todo es por su gracia y por eso eres competente.
“El señor no retarda su promesa según algunos la tiene por tardanza si no que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca si no que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9)
Dios quiere que todos se salven, pero nosotros no estamos haciendo lo que debemos hacer y esa es la razón por la que la paciencia de Dios es para con nosotros. Somos ministros de la reconciliación y como embajadores de Cristo debemos expresar intensidad, encargo, insistencia y perseverancia, como si Dios mismo rogase por nosotros.
- El primer intento de Dios
Al principio, Dios creó al hombre, lo bendijo y dijo: “Sé fructífero, multiplícate y llena la tierra” (Génesis 1:26-28). Dios les ordenó que fueran fructíferos y que llenaran la tierra. Es como si el Señor le dijera a Adán: “Quiero tener hijos. Te creé para ser mi hijo y te daré la capacidad de transmitir a tus hijos la imagen que coloqué en ti”. De esta manera la tierra estaría llena de sus hijos que tendrían la semejanza de Dios. Sin embargo, Adán pecó y ya no podía transmitir la imagen de Dios, sino la imagen de la caída. En Génesis 5:3 leemos: “Adán vivió ciento treinta años, y engendró un hijo según su semejanza, según su imagen”. El hijo de Adán ya no era la semejanza de Dios, era la semejanza del mismo Adán, porque al pecar Adán perdió la imagen de la gloria de Dios.
- El segundo intento de Dios
Antes del diluvio el hombre cayó tanto que Dios tuvo que enviar juicio y destruir a toda esa generación. Todo era mal en sus corazones, la maldad era inimaginable y Dios llevó juicio a la humanidad. Después del diluvio Dios hace un segundo comienzo. El primer comienzo fue con Adán, el segundo viene con Noé. En Génesis 9:1 Dios le dijo a Noé: “Sé fructífero, multiplícate y repone la tierra”. Dios no cambia sus propósitos, diseños y pensamientos, ellos se mantienen de la eternidad hasta la eternidad.
Lo que se le dijo a Adán en su momento ahora se repite con Noé, porque Dios no cambia sus propósitos. Hoy nos dice lo mismo, Dios nunca cambió el deseo de su corazón. Sin embargo, la generación de Noé tampoco respondió a Dios. Al seguir con las posteriores generaciones, llegamos a la Torre de Babel. Dios dijo: “Multiplica, sé fructífero y llena la tierra”, pero para llenar la tierra, es necesario extenderse sobre ella. Sin embargo, encontramos a los hombres de Babel haciendo algo frontalmente contrario al propósito de Dios. Dijeron entre ellos: “Vengan, construyamos para nosotros una ciudad y una torre, la cima de la cual llegue a los cielos, y hagamos famoso nuestro nombre, para que no seamos dispersados por toda la tierra” (Génesis 11: 4). Dios le ordena al hombre engendrar hijos, pero su respuesta es hacer algo. La Torre de Babel tenía un propósito místico y esotérico, ya que su objetivo era tocar los cielos. Babel es el surgimiento de la religión de las grandes obras.
- El tercer comienzo de Dios
El primer comienzo de Dios fue con Adán quien cayó, el segundo fue con Noé, que resultó en Babel y ahora Dios llama a Abraham y le dice: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Genesis 12:2-3)
Dios le dice a Abraham lo mismo que les dijo a Adán y a Noé, pero en otras palabras. Dios le dice a Abraham: “¡Sé una bendición! ¿Quieres ser una bendición, Abraham? A través de ti todas las familias de la tierra serán benditas”. Abraham entendió lo que significaba la declaración de Dios. Sabía que ser una bendición para toda la tierra significaba tener hijos. El mismo nombre Abram significa “Padre exaltado” y el nombre recibido más tarde, Abraham, significa “Padre de multitudes”. El que está llamado a ser padre de naciones obviamente debe tener hijos. Al darle un nombre, Dios le reveló a Abraham su corazón, lo que estaba en su mente. Era como si Dios dijera: “Abraham, te llamé para que seas padre. No te llamé para hacer algo, solo para ser fructífero”.
Si somos exactos ¿Qué hizo Abraham toda su vida? Nada ¿Cómo bendeciría Abraham a las familias de la tierra? ¿Haciendo un trabajo extraordinario? ¿Cómo sería Abraham una bendición para las familias de la tierra? El único camino de Dios fue a través de su hijo. Hoy también podemos bendecir a todas las familias de la tierra engendrando un hijo para Cristo.
El desafío de mostrar amor por los perdidos
“Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come” (Lucas 15:1-2)
- Un corazón lleno de gracia para los incrédulos
Es interesante pero en este capítulo el Señor Jesús comienza hablando de parábolas que tienen que ver con su gracia, que tienen que ver con el perdón, los dos primeros ejemplos se refieren básicamente al tipo de público que lo rodeaban, dice que eran pecadores y publicanos. Si bien eran lo mismo “pecadores”, pero la Biblia nos hace la distinción para ver como se dirije a ellos, los fariseos llamaban pecadores a todos los que no conocían la ley, es decir las personas comunes y corrientes, principalmente criadores de ovejas eran llamados pecadores.
La primera parábola (V.4-7), se refiere a la muestra de su amor por los “pecadores” y su deseo de que se arrepientan. Ellos eran básicamente gente que estaba ligada al pastoreo, la mayoría de los pobladores se dedicaban a eso, asi que de acuerdo a su lenguaje, es decir, de acuerdo a su modo de vida, ellos entienden la dimensión de la alegría de encontrar una oveja perdida. Esa alegría, según Jesús, es la misma que se produce en los cielos por uno que se arrepiente ¿Te imaginas el rostro de ellos en un momento en el que se sentían incapaces de agradar a Dios? la ley les había dicho esto y ahora este Rabino, este maestro, que era diferente a los otros, les dice: “si te arrepientes, hay alegría en los cielos. Solo tienes que creer”.
Luego les habla de dracmas ¿De qué manera podría explicar a los publicanos que no entendian de la alegría de encontrar una oveja que se había perdido? pero su lenguaje era dinero, asi que encontrar un dracma perdido si lo entendían. Jesús les dice que esa misma alegría hay en los cielos por uno de ustedes que se arrepiente ¿te imaginas el rostro de estos hombres que vivian cada día soportando el desprecio de la gente y la acusación de la ley? Ahora sabían que al arrepentirse y creer en Dios provocaban alegría en su corazón.
Perciban que el interés de Jesús no era solo hablar, el interés no era condenarlos y decirles que eran pecadores, la intensión era conquistar sus corazones. Esa es la estrategia que debemos ejercitar, al acercarnos a las personas que no tienen a Cristo debemos desear conquistar sus corazones y pedir sabiduría a Dios para llegar a ellos.
Desde el inicio, Dios nos muestra que su deseo era llenar la tierra de sus hijos, de personas que se le parezcan, que lo representen, que ejerzan el dominio y el sacerdocio. Como ministros de la nueva alianza no podemos callar, porque somos ministros de la reconciliación, somos embajadores de Cristo, no podemos callar.
- Un corazón lleno de su gracia para los hijos perdidos
Existía un tercer grupo, los discípulos, los hijos. En el verso 24 el padre de la historia dice: “porque este mi hijo muerto era y ha revivido, se había perdido y ha sido hallado” y comenzaron a regocijarse. El Señor Jesús nos hace dos menciones aquí de lo que estaba en el corazón del padre.
- Mi hijo muerto era y ha revivido
Primero ratifica que nunca dejó de ser su hijo, siempre lo fue, pero para el padre estaba muerto ¿Cómo es eso? un hijo muerto es llorado, nunca es olvidado, padres jamás se olvidan del hijo que murió. Siempre escucho de personas que han vivido ese drama y expresan el gran dolor que es enterrar a un hijo, Dios nos libre de esa desgracia, siempre lo lloran.
- Mi hijo perdido estaba y ha sido encontrado
Aquí nos muestra otra posición sobre los hijos que se descarrían, quien pierde un hijo siempre alimenta la esperanza de hallarlo hasta encontrarlo. Padres de hijos perdidos siempre amanecen con la esperanza de encontrarlos, su angustia es solo una, encontrarlos. Lo que el Señor Jesús nos está diciendo es que el sentimiento por los hijos que se pierden o se descarrían es dolor, pero también esperanza. La idea toma mayor fuerza al considerar que cuando el padre vio a su hijo corrió para abrazarlo de su cuello, ese es un corazón de bondad, de misericordia, de gracia, ese es el corazón de nuestro padre con cada uno de nosotros, un amor incomprensible ¡aleluya!
Hay un detalle muy interesante, al final del verso 24 dice que comenzaron a regocijarse ¿Quiénes? todos los siervos del padre ¿sabes que significa eso? que todo el tiempo, desde que el hijo se fue, el padre expresó dolor y esperanza, esos eran sus sentimientos y sus siervos vivían el mismo dolor y guardaban la misma esperanza por el hijo perdido, de tal manera que cuando volvió el regocijo también fue experimentado por ellos.
Nosotros somos esos siervos del Señor, tenemos dolor y guardamos esperanza, pero también tendremos regocijo por los que vuelven. Oremos por los que se fueron, vayamos a reconquistarlos, lloremos por ellos y regocijémonos con los que vuelvan; después de este ayuno prediquemos a los impíos y busquemos a los hijos. Para finalizar, había un cuarto grupo de personas que estaban allí, eran los fariseos y escribas, ellos eran espectadores críticos, eran jueces que condenan. Hoy te desafío a no ser como ellos, sino a ser movidos a misericordia, a tener un corazón lleno de su gracia, a traer a esos perdidos a Cristo y reconquistar a los que se desviaron.