¿Dónde están los nueve? Gratitud, señal de quien reconoce la gracia

//Pr. Luis A. Núñez\\ 

“En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1:4)

La Palabra de Dios dice que la luz es Cristo y también que es la vida, es decir, no solo en Él estaba la vida, sino que Él es la vida y esa vida es la luz de los hombres. Si queremos entender la Palabra debe ser a la luz de esa vida, el salmista tuvo revelación de esa verdad y dijo “en tu luz veo la luz”, esa es la manera de entender la Palabra, a través de Cristo. Cuando Cristo es revelado entonces tenemos la oportunidad de entender la Palabra.

“Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado” (Lucas 17:11-19) 

Los leprosos tenían llagas y heridas en la piel, con diferentes características, la más común al parecer era la enfermedad de Hansen, esta bloqueaba la sensibilidad y luego producía el deterioro de la piel, al punto que en algunos casos, trozos de piel y carne se desprendían del cuerpo. En nuestro país tenenos una especie de lepra conocida como la “huta” (leismaniasis).

Esta gente  sufría demasiado, no podían salir libremente y hasta se veían obligados a usar campanas en el vestido para anunciar que llegaban algún lugar. Cuando las personas se acercaban a ellos debían gritar ¡inmundo! ¡inmundo! para que la gente se alejara de ellos.

En esta historia, un grupo de leprosos dejaron de ver su condición, dejaron de verse a si mismos, para mirar a Cristo. Es interesante notar que ellos creían que su enfermedad era consecuencia de su pecado o el de sus padres. En Juan 9:1 leemos la historia del ciego de nacimiento, los discípulos le preguntan a Jesús la razón de la ceguera de esta persona y le dicen ¿quién peco, él o sus padres? esa era la idea general de quien vivía en la ley, así que los leprosos vivian con esa idea “soy un inmundo”. Cuanto más asumamos esa posición, más nos costará creer en su perdón, en su amor. Estos leprosos dejaron de ver su condenación para clamar a Cristo, esto nos enseña algo importante, cuanto más te miras a ti mismo, más condenado eres, necesitas mirar a Cristo en ti, pues cuanto más te miras a ti mismo, más entras en un estado de acusación y condenación, llegas a creer que no saldrás de donde estás, pero cuando miras a Cristo, en Él hay esperanza, Él es la puerta de esperanza en el valle de la aflicción, esa es la gracia, dejar de ver tu condena para ver, en Cristo, tu perdón y salvación.  

Es muy importante notar que ellos obedecieron el mandato de Cristo, eso es increíble ¿Por qué? por varias razones. Una de ellas era probablemente que su sanidad era un sueño imposible,  habían lepras temporales como algunas sarnas o tiñas, ellos lo sabían, pero tal vez este no era su caso. Los que lograban sanar tenían que ir ante los sacerdotes para el rito de purificación, que duraba 7 días y al octavo eran declarados por el sacerdote limpios, después de todo un rito (Levítico 14:1, 23). Otra razón es que era obvio que habían escuchado acerca de Jesús, quien había sanado enfermos con solo una palabra, entonces su expectativa era por ese lado, pero en el encuentro con Jesús Él los envía, pero sin limpiarlos, sin sanarlos de inmediato y asombrosamente van ¿Por qué? La respuesta es solo una ¡confianza! Ellos obedecieron porque confiaron en lo que Jesús les dijo. En la nueva alianza la raíz es la fe, el fruto es la obediencia, contrariamente, en la antigua alianza la raíz era la obediencia.

Estos leprosos entendían que eran así por causa de sus pecados y los de sus padres, entonces vivian condenados, sin esperanza; observa como el Señor Jesús nos muestra, a través de esta historia, la actitud que debemos tener frente a dos principios, ley y gracia y la decisión que debían tomar. Como siempre les decimos, es triste ver hoy en día hijos de Dios que están en la nueva alianza, pero con la mentalidad de la antigua alianza, eso produce problemas espirituales serios.

Según la ley ellos debían de conseguir su sanidad, anulando la maldición sobre ellos y a esas alturas ellos comprobaron que no podrían, entonces estaban condenados, porque según la ley, esos leprosos no podían presentarse ante el sacerdote sin antes haber sido sanados y estar listos para el rito de purificación (Levítico 14:1-34), pero el Señor Jesús les dice que se presenten ante los sacerdotes, aunque ellos sabían que era necesario ser sano para ser purificado, entonces ellos creyeron que algo pasaría en el camino, ellos confiaron en que Cristo los limpiaría, ellos creyeron que Jesús les había reservado su milagro para el camino, de manera que se presentarían limpios ante los sacerdotes, es decir, ellos creyeron que no era algo que conseguirían por su cuenta, sino más bien algo que Jesús haría por ellos, eso es lo grandioso de la nueva alianza. Al cambiar su manera de pensar, mostraron lo que es el verdadero arrepentimiento, un cambio de mente, ellos experimentaron la gracia derramada sobre sus vidas.

Vivir por gracia o por la ley

En el punto en que ellos experimentaron el milagro de ser sanados, en el momento en que descubren que fueron limpios, que fue una obra celestial, donde no tuvieron nada que ver, sino que fue el Señor obrando, imagino que se detuvieron y tuvieron que tomar una decisión, en realidad es casi lo que viene aconteciendo constantemente con los hijos de Dios hoy ¿Cuál fue esa decisión? ¿Cuáles eran las opciones?

  1. La opción de continuar con el ritual

Después que experimentaron el gran milagro, después que experimentaron tremenda bendición, lo más probable es que nueve de ellos decidieron continuar con el ritual, esto habla de una vida religiosa, bajo la ley, una vida basada en la obra humana para mantener la bendición, esa es una vida de actos huecos, constumbres y tradiciones que emocionalmente les aseguraba su bendición. Una vida basada en el constante temor de que si no haces algo puedes volver a ese estado de condenación, de maldición, en esa posición la fuente del milagro pierde importancia, el mismo Señor Jesús que los sanó ya no es tan importante, sino lo que dice la ley que ellos debían hacer. El temor de volver a tener lo mismo era mayor que la alegría de tener al hacedor de un gran milagro.

El principio de la religión es confiar en actos, conocí gente para quienes asistir a los cultos es como un amuleto frente a un temor continuo, entonces asisten porque si no lo hacen piensan que les va a ir mal toda la semana. Todo lo que hacen responde a algún acto para merecer o conseguir. Aparentemente esta decisión estaba en lo correcto, aparentemente esta era una vida piadosa, pero llena de temor, de pavor, porque si no hacían bien el ritual corrían el riesgo de tener nuevamente la enfermedad. Hacer el ritual les aseguraba aparentemente su milagro, pero el temor era una sombra continua que no les permitía ser felices plenamente. Esa fue la decisión errada de los gálatas, por eso Pablos les dice:

“¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?  Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?” (Gálatas 3:1-5)

Hay un mensaje aquí, uno de nueve nos muestra una tendencia, las personas necesitan caminar por vista, por lo que llamamos justicia propia, porque eso les da el sentimiento de merecer, pero quien entra en ese principio entra nuevamente al principio de la ley, por eso Pablo les dice a los gálatas:

“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:1-4) 

  1. La opción de una vida de gratitud

El Señor Jesús pregunta por aquellos que no volvieron para dar gracias. Esta actitud en nuestra vida diaria podría ser cuestionable, es decir, si estás en una reunión y ofreces algo, das algo y luego dices: “¡no me han dado gracias!” no se ve bien, reclamar agradecimiento no se ve bien, claro que con los niños funciona porque están en una etapa instructiva, pero con los adultos no se ve bien, entonces ¿por qué Jesús hace esa pregunta? porque aquí se nos está enseñando una manera de relacionarnos con Dios cada día, porque la gratitud es la señal de quien reconoce la gracia.

La palabra “gracias” viene del reconocimiento de que no mereces, por eso dices gracias (es gracia). Quien cree que merece no agradece, ya escuché de personas que dicen: “¿por qué voy a agradecer? ese es mi derecho y es su deber” eso solo es merecimiento, justicia propia.  Jesús pregunta por los demás, pero ¿por qué era tan importante? en realidad no era por Jesús, era por ellos, pues solo quien reconoce la gracia vive agradecido, constantemente grato. Casi en todas las epístolas de Pablo el apóstol nos insta a ser gratos ¿Por qué? y no estamos hablando de un gracias cordial, de educación, sino de aquel que nos lleva al reconocimiento de favor.

“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18) 

La gratitud produce paz

No hay nada mejor que una vida continua con paz, porque sabes que esto que tienes, puede parecer poco, pero proviene de Él. La gratitud te introduce en la paz y el descanso, vives feliz y rendido a sus pies, quien no tiene esa actitud vive en una especie de stress, buscando cosas que hacer, un ritual que asegure su milagro, solo veamos como el samaritano, el único leproso que regresó disfrutaba su milagro.

La gratitud te da censo de propósito 

La gratitud te recuerda tu nueva oportunidad y te lleva cada día al reconocimiento de perdón y te faculta para perdonar, te hace prisionero de la esperanza, que es Cristo.  

La gratitud te da censo de ser privilegiado

Ese es uno de los sentimientos que te hacen reinar en vida. Juan expresaba eso por que se llamaba a sí mismo “el discípulo a quien Jesús amaba”, su vida estaba centrada constantemente en sentirse privilegiado de su amor  ¡eso es vida abundante!  

La gratitud no está en los genes, tiene que ser aprendida. Es el resultado de madurez, los niños no son agradecidos, ellos tienen que ser instruídos, enseñados a ser gratos, un niño de dos años no te agradece espontáneamente. La gratitud es el resultado de reconocer la gracia.

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