//Pr. Luis A. Núñez\\
La salida de Israel de Egipto representa nuestra salida de la esclavitud del pecado a través de Cristo, libres de toda condenación y salvos por la sangre derramada del cordero. Allí comienza nuestra historia como la de Israel, todo lo demás ha sido olvidado perdonado, es un nuevo comienzo.
“Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año (era la pascua)” (Éxodo 12:2)
Sus días comenzarían delante de Dios, como una nueva etapa, era el kairos de Dios para su pueblo como lo es para nosotros. En el “cronos” de nuestra vida el kairos de Dios se manifestaba con salvación ¡nuestra historia comienza! Las preguntas son ¿cómo es que vivimos esta nueva vida y cómo Dios actúa en medio de ella? es una jornada de gracia, de amor, de una nueva vida, de una nueva oportunidad. Cuando vemos la trayectoria del pueblo de Dios, que simboliza la nuestra, vemos que hay un problema, es la actitud del pueblo de Dios, que hace que no viva de esa gracia. La Biblia dice que hasta la ropa no se les envejecía, todo había sido diseñado por Dios para que experimentaran su cuidado, su amor. Una nube durante el día y una columna de fuego durante la noche, pero a pesar de esto, ellos no confiaron, no creyeron, obraron en la justicia propia.
La ruta que el pueblo de Israel tendría que recorrer hacia la tierra prometida debía ser rápida, pero les llevó 40 años. Existe mucho desperdicio de días en nuestra vida espiritual, porque toda resistencia a Dios es tiempo perdido. Números 13:25 nos muestra que en Cades los espías demoraron 40 días en ir a inspeccionar la tierra prometida y retornar, es decir, la tierra prometida estaba a menos de 40 días.
“Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo (la palabra castigo en el original es enojo)” (Números 14:34)
Esta porción nos muestra que fue determinado que caminaran 40 años, por no creer, por no confiar. 40 años es la representación de una vida entera, de un ciclo, pero esto fue todo un proceso. Voy a nombrar las razones por las que el pueblo cayó en la justicia propia y porque lo que podían conseguir en pocos días demoró una vida entera.
¿Qué es la justicia propia?
Es básicamente no confiar en Dios, básicamente, hacer las cosas a tu manera, hacer en lugar de esperar en Dios, aplicar justicia a tu manera porque crees que Dios no lo hará, es creer que mereces, es pretender conseguir las cosas en tu fuerza y estrategia. Por eso iglesias se dividen, porque el líder cree que el pastor es injusto y tal vez lo sea, en circunstancias, pero cuando queremos hacer algo porque Dios no hace, entonces es justicia propia, es como decirle al Señor: “como no actúas, yo actuaré”, entonces dividen, se separan y por consecuencia dañan.
Proceso sutil de la caída
- Tuvieron fastidio del pan (Números 11:4-6)
“Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos”
Estaban cansados de ese pan, querían algo más que solo ese maná.
“Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino. Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano” (Números 21:4-5)
El pan es la representación de Cristo (Juan 6:51). La revelación de ese maná de ese pan era Jesús. Observemos las características de ese pan a través de Éxodo 16:
- Su humildad: Era pequeño (v. 14), lo cual habla de su humildad; porque se hizo un bebé e incluso un siervo.
- Su naturaleza eterna: Era redondo (v. 14), el círculo es un símbolo de su eternidad; porque Jesucristo es el Dios eterno (Juan 8.53–59).
- Su santidad: Era blanco (v. 31), recordatorio de su pureza y condición sin pecado. Él es el Santo Hijo de Dios.
- Su dulzura: Era dulce (v. 31). Nótese en Números 11:4–8 que la «gente extranjera» que iba con los judíos no apreciaron el sabor del maná y pidieron las «cebollas, puerros y ajos» de Egipto. Es lo mismo que pasa cuando dejamos que el mundo, los que aún no tienen revelación de Cristo nos influyan para desviarnos de Cristo.
- Es alimento suficiente: Era satisfactorio y fortalecedor, porque todo el pueblo vivió casi cuarenta años de maná. Era un gomer por persona, suficiente para el chico y grande. Todo lo que necesitamos para la nutrición espiritual es Jesucristo, el pan enviado por Dios. Debemos darnos un festín con el pan que nunca nos dejará con hambre.
- Vino del cielo: No fue importado de Egipto, ni fabricado en el desierto; fue proporcionado por el cielo, como don de la gracia de Dios. Jesucristo vino del cielo (Juan 6:33-35), como el don del Padre para los pecadores hambrientos. Decir que Cristo es “apenas otro hombre” es negar la enseñanza de toda la Biblia, que Él es el Hijo de Dios enviado del cielo.
- Vino de noche: El pueblo lo recogía temprano cada mañana, porque el maná caía por la noche. Esto sugiere la oscuridad del pecado en este mundo cuando Jesús vino, porque vino para ser la Luz del mundo (Juan 8:12). Y es aún de noche en los corazones de todos los que le han rechazado (2 Corintios 4:1–4).
- Vino con el rocío (v. 13–14) (véase Números 11:9): Esto es un tipo del Espíritu Santo, porque cuando Jesús vino a la tierra, fue mediante el ministerio milagroso del Espíritu (Lucas 1:34–35). Si Jesús no hubiera nacido de una virgen, nunca se le hubiera podido llamar “el Santo”.
- Vino a un pueblo rebelde (v. 1–3): ¡Qué memoria tan mala tenía Israel! Hacía apenas seis semanas que eran esclavos de Egipto y ya se habían olvidado de las muchas misericordias de Dios. Murmuraron contra Moisés y contra Dios (Véase Éxodo 15:22–27), en Mara y añoraban la dieta carnal de la vida vieja; sin embargo, Dios en su gracia y misericordia les suplió de pan. En el versículo 3 se quejan y en verso 4 podría haber dicho: “¡Haré llover fuego y azufre sobre los pecadores ingratos!”, pero no; Dios demostró su amor al hacer llover pan sobre ellos. Donde abunda el pecado sobreabunda la gracia,
La revelación de Cristo es aquello que debemos pedir cada día, esta es la base de nuestra victoria, de nuestra fe.
- Desconfiaron de Dios (Números 13-14:38)
Habían llegado a Cades Barnea, estaban a unas cuantas semanas de la tierra de la promesa y surge un acontecimiento más, que evidencia la justicia propia en el pueblo de Israel. La Biblia nos muestra que Dios habla con Moisés y le dice que envíe 12 príncipes, uno por cada tribu, para ir a espiar o reconocer la tierra de la promesa. Todo parece bien, una propuesta celestial interesante, si viene de Dios no es problema, tiene sentido, pero hay un problema y es muy serio, en realidad no es una propuesta que viene de Dios, miren lo que dice, Deuteronomio 1:19-23, fue una propuesta del pueblo de Dios, entonces la historia es así, ellos propusieron a Moisés enviar espías para ver si era cierto todo lo que Dios dijo, es decir, desconfiaron y Dios le dijo a Moisés envía esos hombres, pero le dice que envíe príncipes, es decir, una vez más su gracia se manifiesta, teniendo tolerancia, teniendo paciencia, aun cuando habían desconfiado, pues no necesitaban espiar y ver, solo necesitaban confiar. Dios tiene el control de todo, pero ellos querían ver cómo era, Dios les dijo que les daría grandes bendiciones, pero no creyeron.
“Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste, y luego que comas y te sacies, cuídate de no olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre”
(Deuteronomio 6:10-12)
“Y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos?” (Números 14:11)
Después del informe de los 12 espías, Dios dice “¿Hasta cuándo no me creerán? no los traje para morir en el desierto, no los traje para acabar con su historia, les traje para hacer historia, les traje para heredar una tierra buena, esa tierra es buena y se las daré”, pero ellos no creyeron, querían cerciorarse de que era así, entonces Dios en su infinito amor por ellos, tolera su incredulidad y le dice a Moisés que envíe príncipes, uno por cada tribu ¿Por qué? porque si no confiaban en la promesa de Dios ahora, los espías verían que lo que Dios dijo era cierto y el pueblo creería. Dios siempre quiere llevarnos a creer y la única forma era a través de gente de influencia, eso eran los príncipes, Dios quiere dirigirlos a creer y en su amor les da la oportunidad, aunque no merecían nada, pero diez de estos, hombres de influencia, influencian para desanimar, para no creer, el pueblo llora y pierde propósito.
- De las quejas a la rebeldía
Hasta aquí las circunstancias les hacen querer volver a Egipto, a tener quejas constantes, continúan y siguen caminando, pero aquí ellos se resisten a tomar la tierra de la promesa y deciden volver a Egipto. Ellos dicen no ¡No iremos! perdieron sentido, rumbo y propósito. Dios ya les había dicho muchas veces cómo era Canaán, las naciones que allí había, cómo derrotarían a sus enemigos y que les daría la herencia prometida, por tanto ¿qué necesidad había para que los hombres fueran a espiar la tierra? Triste es decirlo, pero la naturaleza humana prefiere andar por vista, no por fe, pero ahora no solo era desconfianza, sino rebeldía, pues ellos dicen: “no entraremos, volvamos a Egipto. Y si Moisés no quiere, nombremos otro representante y volvamos”. Ellos no merecían entrar en la tierra de la promesa porque no creían, se agotaron los recursos ante el hombre de parte de Dios, no hay más que se pudiera hacer. En Números 14:22 Dios dice: “Me han tentado 10 veces”, ese número es algo completo, es decir, han llegado a lo máximo. Sin embargo, el resultado no fue un castigo, porque en su estadía durante los 40 años en el desierto no les faltó nada, fueron años de provisión y de cuidado, solo que no entrarían a la tierra prometida. Dios no te desechará, Él no te abandonará, pero no reinarás junto a Él, no serás partícipe de la promesa, de estar junto a Él.
- La visión y el propósito no existen más
¿Cuándo dejaste de soñar? ¿cuándo dejaste de tener expectativa en los planes de Dios? ¿cuándo dejaste de tener propósito en tu vida para ser alguien que solo tornó su vida de manera mediática? ¿cuándo dejaste de confiar y por qué? es mejor morir creyendo sin ver, porque Él mismo te dará razón y ciertamente será lo mejor, que dejar de creer y morir.
- Entraron en la ley del esfuerzo propio
“Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros” (Números 13:31)
Cuando ellos dijeron “no podremos” estaban reconociendo que ellos lo harían, eso estaba en su corazón, nunca reconocieron que Dios los hizo llegar hasta allí. Esto es serio, realmente ¿reconoces que todo lo que tienes, que el lugar donde estas, es porque Dios te lo proveyó? Observemos lo que pasa en Deuteronomio 1:41-46:
“Entonces respondisteis y me dijisteis: Hemos pecado contra Jehová; nosotros subiremos y pelearemos, conforme a todo lo que Jehová nuestro Dios nos ha mandado. Y os armasteis cada uno con sus armas de guerra, y os preparasteis para subir al monte. Y Jehová me dijo: Diles: No subáis, ni peleéis, pues no estoy entre vosotros; para que no seáis derrotados por vuestros enemigos. Y os hablé, y no disteis oído; antes fuisteis rebeldes al mandato de Jehová, y persistiendo con altivez subisteis al monte. Pero salió a vuestro encuentro el amorreo, que habitaba en aquel monte, y os persiguieron como hacen las avispas, y os derrotaron en Seir, hasta Horma. Y volvisteis y llorasteis delante de Jehová, pero Jehová no escuchó vuestra voz, ni os prestó oído. Y estuvisteis en Cades por muchos días, los días que habéis estado allí”
En números 14:44 dice que ellos se obstinaron, se empecinaron en hacer en sus fuerzas. Las promesas de Dios no se alcanzan por el hacer, primeramente, sino por el creer en nuestro buen Dios. Ellos debieron volverse a Dios, creer en Él, en su señorío, en su magnificencia, en su santidad, en su bondad, en su amor, en su gracia, en su perdón, pero ellos decidieron hacerlo en sus fuerzas.
Nuestros corazones necesitan volverse al Señor para creer, para hacer todo en el descanso, para hacer todo creyendo en sus propósitos, tenían que volver su corazón a Dios, por eso ayunaremos, para ser llevados a creer.