//Pr. Luis A. Núñez \\
“Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, oyeron acerca de su revelación de la gracia, de la obra del Espiritu en ellos, PABLO estaba en la carcel) no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:9-14)
Una de los secretos para tener una vida victoriosa, uno de los secretos para tener una relación correcta con Dios, es entender la voluntad de Dios. Como dice el apóstol Pablo en la epístola a los Colosenses, él oraba por eso, él mostraba que esa era la sabiduría e inteligencia espiritual. Noten que él no oraba porque entiendan los mandamientos, oraba porque tengas conocimiento de su voluntad.
Detrás de un mandato hay algo más grande que es la voluntad de quien lo expresa, cuando un padre de familia da un mandato a su hijo, como por ejemplo retornar temprano a casa, lavar los servicios o a sus hijos pequeños, comer las verduras, existe algo más grande que la apariencia mezquina de que el padre solo da la orden porque quiere dormir temprano y no quiere esperar tu llegada, no quiere ver servicios sucios o no le agrada que sobres comida en el plato, en realidad todo padre de familia que tiene un carácter formativo manifiesta mandatos que son parte de su voluntad, estos van más allá de lo externo. Muchas veces el hijo no entiende la voluntad y el amor de los padres, la voluntad de ellos es hacer de sus hijos personas de bien, correctas, responsables, personas disciplinadas, con iniciativas, caracteristicas que harán que logres metas en la vida y tengas relaciones correctas, entonces su amor les lleva a expresar su voluntad que solo entenderán los hijos cuando logren entender que sus padres los aman.
Naturalmente no tenemos poder para colocar ese entendimiento en el corazón de los hijos y esperamos solo el tiempo para que lo comprendan en su plena dimensión, por eso cuando muchos hijos maduran, ya sea por la edad o por las circunstancias, recién suelen decir: “ahora entiendo a mi mamá o a mi papá”, pero el Señor tiene el poder de hacer que el entendimiento de su voluntad sea colocado en nuestros corazones (claúsulas del nuevo pacto), por eso el apóstol oraba para que Dios afirme ese entendimiento.
¿Cuál es la voluntad de Dios?
Cuando vemos el mensaje de Cristo, cuando vemos el mensaje del Señor Jeúss, el mensaje apostólico, nos muestra que su voluntad era la nueva alianza, era la redencion en Cristo, el perdón de los pecados, la herencia de toda bendición, la vida en abundancia ¡aleluya!
Es por eso que desde el Génesis hasta el Apocalipsis Dios quiso revelar su voluntad plena que solo tiene un nombre ¡CRISTO! su gracia a la humanidad, la revelación plena de su carácter que es su AMOR (Gálatas 1:4, Efesios 1:5-11).
Por eso hablamos constantemente de diferenciar las dos alianzas, de entender cada una de ellas y vivir bajo las claúsulas de la nueva alianza que son eternas, porque muestran el lado completo del carácter de Dios, por eso Dios ha revelado constantemente en el Antiguo Testamento al Nuevo Testamento. Por eso Cristo es revelado como la estrella de la mañana (Apocalipsis 22:16).
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana” (Apocalipsis 22:16)
Es la luz de esta estrella de la mañana la que antecede a la luz del día y con ella viene la alegría.
“Porque un momento será su ira (antigua alianza), pero su favor dura toda la vida (alianza eterna). Por la noche durará el lloro y a la mañana vendrá la alegría” (Salmos 30:5)
Él es la luz de los hombres que nos trae alegría, paz. Él es nuestra victoria, su favor es incondicional, no depende de obra humana, sino de su amor perfecto y eterno, esa luz produciría en nosotros alegría por la revelación de ella en nuestros corazones.
“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 Pedro 1:19)
Por eso es importante conocer su voluntad, reflejada en la obra consumada de Cristo. Esta voluntad fue anunciada constantemente en el Antiguo Testamento. Veamos una vez más una parte de ella.
Prisioneros de la esperanza
“Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna. Y de Efraín destruiré los carros, y los caballos de Jerusalén, y los arcos de guerra serán quebrados; y hablará paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra. Y tú también por la sangre de tu pacto serás salva; yo he sacado tus presos de la cisterna en que no hay agua. (estar encerrado en una cisterna sin agua habla de una muerte lenta en angustia, en insertidumbre) Volveos a la fortaleza, oh prisioneros de esperanza; hoy también os anuncio que os restauraré el doble” (Zacarías 9:9-12)
Todo lo que recibimos hoy se debe a la sangre del pacto, la sangre de Jesús. El Señor te está restaurando en todo, doblemente, no porque seas bueno, sino por la sangre de Jesús derramada en la cruz.
Debido a la sangre del pacto, fuimos librados de la prisión del pecado y fuimos hechos prisioneros de esperanza. Simplemente no podemos vivir más sin la expectativa de gloria. Conocemos nuestro destino en Cristo y estamos presos a él. Anhelamos tantas cosas de Él que vendrán en un futuro, anhelamos su venida, anhelamos su reino milenar, anhelamos vivir en la nueva Jerusalén, etc. Por eso somos presos de esa esperanza.
En el pasado, fuimos prisioneros de la desesperación, pasabamos noches sin dormir, volteándonos de un lado a otro, porque estábamos preocupados. Teníamos ante nuestros ojos imágenes de desesperanza y de miedo. En ese momento, tratamos de ser optimistas y positivos, pero siempre regresamos a un lugar oscuro de ansiedad y angustia. En ese momento, éramos prisioneros de la desesperación.
Ahora, sin embargo, hemos sido llevados a un lugar de paz y el Señor nos dice que somos prisioneros de esperanza. Por mucho que escuchemos malas noticias y malas predicciones del futuro, nuestro corazón insiste en tener esperanza, porque el Señor es nuestra fuerza. Solo podemos ver cosas buenas en nuestro futuro, porque confiamos en las promesas de Dios. Todo lo que veo es la bendición y el favor de Dios derramados sobre mí en abundancia.
¿Qué ves en tu futuro, oh prisionero de esperanza? Nosotros vemos victoria, éxito y prosperidad, vemos socorro en el día de la angustia, vemos consuelo en el día del dolor. La promesa del Señor es que nos restituirá el doble. Si hay pérdidas hoy, prepárate para que seas restituído doblemente.
Romanos 6 dice que todos nacemos esclavos del pecado, porque todos recibimos la naturaleza de Adán. No importa cuánto tratemos de portarnos bien, seguíamos siendo esclavos del pecado, sin embargo, después de nacer de nuevo, fuimos hechos siervos de la justicia. En otras palabras, no importa lo que hagas, seguirás siendo justo a los ojos de Dios y una vez más te expreso que no estoy diciendo que puedes vivir una vida desenfrenada, pues no podrías volver a esa vida o quedarte por mucho tiempo en ella, porque eres una nueva criatura, con una naturaleza transformada (1 Juan 3:9).
“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan 3:9)
La puerta de esperanza
Hay una historia muy triste que le sucedió a un hombre llamado Acán. Cuando el pueblo de Israel conquistó Jericó, Acán tomó cosas consagradas a Dios y por lo tanto, fue apedreado en un valle llamado Valle de Acán o Acor, en hebreo. Sin embargo, muchos años después, Dios prometió que en el valle de Acor, habría una puerta de esperanza.
“Y le daré sus viñas desde allí, y el valle de Acor por puerta de esperanza; y allí cantará como en los tiempos de su juventud, y como en el día de su subida de la tierra de Egipto” (Oseas 2:15)
Acor significa “aflicción” o “turbación” en hebreo. En el valle de Acor, Dios colocó una puerta de esperanza. Dios prometió a Israel y a todos nosotros que en nuestro valle de Acor, habría una puerta de esperanza. Tu puerta no se encuentra en la montaña, sino en el valle. Las montañas siempre hablan de buenas experiencias y bendiciones. Entonces, cuando te sientes fuerte y cubierto con todas las bendiciones, tienes una experiencia en la cima de la montaña y cuando bajas al valle, este es el lugar de prueba, este es el momento en que el diablo dice que no hay salida. Puede que estés cruzando un valle, pero estás caminando con Dios y Él te está abriendo un camino para que salgas al otro lado, hay una promesa de Dios. Entonces, cuando estés en tu valle de angustias, busca la puerta de la esperanza.
Abre la puerta esperando lo mejor. Abre la puerta por causa de tu Dios, porque estás atado a Él con cuerdas de esperanza. No permitas que los pensamientos pesimistas sobre la situación y las circunstancias te desanimen. No escuches a los pesimistas de turno.
Como prisioneros de esperanza, debemos recordar que Jesús pagó el precio. Él estaba en el valle, al pie de un monte llamado monte de los Olivos, en un huerto pequeño, porque el hombre pecó contra Dios en un huerto, el huerto del Edén y todo su sufrimiento también comenzó en el huerto. El huerto es donde comienza todo y la Palabra de Dios dice que en el huerto, el Señor Jesús oró y sudó sangre.
“Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:44)
La palabra usada aquí es “agonía” en griego, al igual que en español, esta palabra era usada para describir el ejercicio físico intenso, pero también habla de una lucha emocional severa. Cuando oraba en agonía, Él sudaba gotas de sangre que caían sobre la tierra.
Cada palabra tiene significado en las Escrituras y el Espíritu Santo eligió la palabra “caían”. La sangre cae al suelo porque, en un jardín anterior, el lugar donde se le entregaba todo al hombre, él solo necesitaba tomar y comer. No tuvo que trabajar con sudor y agonía. Todo estaba preparado para él. Dios creó al hombre para que pudiera disfrutar de toda la creación, pero pecó contra Dios y como resultado, los frutos y la comida de Egipto, que es una imagen del mundo, son laboriosos y desgarradores.
La comida de Egipto son melones, ajos, cebollas, todo la comida que sale del suelo y tenemos que inclinarnos para recogerlos, pero la comida de Canaán, la tierra que fluye leche y miel, es comida como uvas, aceite, granadas e higos, todos estos se cosechan con solo extender la mano y arrancar de la planta, no tenemos que inclinarnos para recogerlos. Es una imagen de cómo es la vida en la tierra de Canaán. La promesa de Dios para nosotros es un lugar de verdadero descanso, una tierra donde se nos provee con gracia y no hay trabajo laborioso involucrado en ella.
Sin embargo, cuando Adán pecó, Dios le dijo tres cosas:
Primero: “Maldita será la tierra por tu causa”. La tierra está maldita.
Segundo: “la tierra producirá cardos y espinos”. Antes no había espinas, pero ahora las espinas brotan. A Jesús le pusieron una corona de espinas. Él llevó todas las maldiciones. Cada vez que tienes un pensamiento que te duele, que te hace agonizar, cada vez que tienes un dolor, sientes miedo, tienes un pensamiento aterrador que te hace entrar en pánico en medio de la noche, son esas espinas que te hacen daño la mente. Este es el momento para que recuerdes que Jesús llevó tu corona de espinas para que ya no tuvieras que sufrir esa agonía.
Tercero: “De ahora en adelante, con el sudor de tu rostro, comerás el pan” Su medio de vida no será más fácil.
Encontramos que Jesús sudó en el jardín hasta que su sudor se convirtió en gotas de sangre. Esa es una condición que los médicos denominan hematohidrosis y significa que, bajo una presión extrema, en algunas personas, los capilares, especialmente alrededor de la frente, se rompen y la sangre sale mezclada con sudor.
Él estaba llevando tu depresión y sufriendo tu agonía, pero, en el momento en que su sangre redentora se mezcló con sudor, nos redimió de la maldición de la depresión, de la obsesión humana, de las tinieblas de la mente y del pesimismo. Nos liberó porque sudaba sangre. El Espíritu Santo dice que la sangre redentora cayó a tierra, la tierra ha sido maldecida, pero ahora dondequiera que camines será bendecido.