//Pr. Eliud Cervantes\\
Estamos entrando en un tiempo diferente como Iglesia, serán 21 días de Ayuno y Oración hasta que la Casa esté llena. Cada vez que entramos en tiempos como ese, debemos aprender a percibir lo que Dios quiere hacer con nosotros y a través de nosotros.
El ayuno no se trata de solo dejar de comer o hacer dieta, se trata de poder ejercer nuestro espíritu y ser guiado por ella para percibir las grandes cosas que el Señor quiere hacer en medio de Su Iglesia. Éste tiempo de ayuno serán días donde nuestro corazón será incendiado mucho más por las cosas del Señor y por la pasión por las vidas.
Y hay algo que debemos entender: Las cosas que hacemos para el Señor debe ser fruto de un corazón apasionado e incendiado. Es como una novia que anhela el día de su matrimonio. Por eso es muy importante permitir que el Espíritu Santo incendie nuestros corazones. Que estos días seamos llenos del poder de Dios.
En el Evangelio de Juan, en el capítulo 4, encontramos la historia de la mujer samaritana. Fue un solo encuentro con Jesús que cambió la vida de esta mujer. De ser alguien rechazada por la sociedad y tener mucha vergüenza por el tipo de vida que llevaba, a ser una mujer libre de condenación y llena de osadía para dar testimonio de Jesús.
¿Qué hizo la diferencia? Beber de la fuente de agua de vida eterna, nuestro Señor Jesús. Por eso creo que lo que necesitamos en estos días es justamente beber de Cristo, ser llenos del Espíritu Santo, ser una Iglesia incendiada por su poder y llena de Su amor.
El ejemplo de Jesús
“cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:38)
La Palabra del Señor nos muestra que cierta vez Pedro estaba predicando a los gentiles y nos dice que el propio Señor Jesús fue ungido con el Espíritu Santo y fue esa unción que le llevó a hacer bienes y sanar a todos. Nadie salió sin sanidad porque estaba ungido con Poder, y esa misma promesa es para nosotros también.
“De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre. Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso” (Hechos 10:43-44)
Todavía, más adelante vemos que el Espíritu Santo cayó sobre todos ellos justo cuando Pedro hablaba del “perdón de pecados”. Cuán importante es tener revelación de que hemos sido perdonados de todos nuestros pecados.
Fue cuando la mujer samarita vio que Jesús lo amaba, a pesar de su pasado, y lo aceptaba, que ella tuvo la osadía de ir a ese pueblo que horas antes la rechazaba. De igual manera, será cuando tengamos revelación de cuán amados somos que también tendremos la osadía de compartir del amor de Dios a otras personas.
El ejemplo de Pablo en Éfeso
Eso fue lo mismo que pasó con Pablo, el apóstol de la gracia:
“Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban” (Hechos 19:1-6)
¿Cuál fue la primera pregunta que Pablo hizo? Recibieron el Espíritu Santo. Estos ya eran creyentes, pero no habían sido llenos del Espíritu Santo. Tenemos que entender que ser salvo es como tomar agua, pero otra cosa es sumergirte en el agua, es cuando el Espíritu Santo está en el control de tu vida. Ese es el patrón de la vida cristiana, de la iglesia primitiva.
La Biblia dice que luego que el Espíritu Santo vino sobre ellos, ellos “hablaban en lenguas, y profetizaban”, ése es el patrón del Nuevo Testamento, no aceptes menos que eso. Por eso en Efesios dice que somos llenos del Espíritu Santo hablando. Si no hablas nada va pasar. No esperes que algo te posea y empieces a temblar sin control, eso lo hacen los demonios. La manera principal que el Espíritu Santo se manifiesta es cuando hablas en lenguas.
Pablo, el predicador de la gracia, oraba más que todos en lenguas:
“Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida” (1 Corintios 14:18-19)
Por años nuestro intelecto ha sido el rey, es el alma controlando el cuerpo. Somos tan inteligentes, pero sin poder. Normalmente desarrollamos la mente o el cuerpo, pero ¿y el Espíritu? Cuando eres salvo tu espíritu debe ser el rey. Cuando oras con tu mente estás limitado.
Y hay algo que debemos considerar: Somos llenos no por nuestra espiritualidad, sino porque Cristo fue glorificado. Él se fue para que el Espíritu Santo venga.
“Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo” (Hechos 6:8)
Esteban era un hombre lleno del Espíritu Santo y manifestaba poder porque oraba en lenguas, por tanto, necesitamos de la doctrina y del poder.
¿Por qué no ejercemos ese poder?
“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:6-7)
La Palabra del Señor nos muestra que hay algo que está limitando que podamos ejercer el poder Dios: es el temor. El temor es un espíritu y Dios no quiere un pueblo lleno de miedo. Se necesita un espíritu más grande. Pero Dios nos dio un espíritu de poder, amor y dominio propio.
Ahora, ¿qué es ese “don de Dios” al cual Pablo se refiere? Lo cierto es que tú puedes avivar ese don, por tanto, no se trata del Espíritu Santo, porque no puedes despertar el Espíritu Santo. La palabra “don” cuando se refiere al Espíritu Santo en griego es “doreá”, pero aquí en Timoteo es “jarisma” ¿Cuál es el don que puedes operar y parar cuando tú quieras? Es el don de lenguas. Por eso Pablo le dice a Timoteo ¿Por qué estás con miedo? Despierta ese don. Los otros dones no se pueden operar cuando queremos, pero el don de lenguas sí. Ese despertar es como cuando las señoras de los anticuchos tienen que avivar el fuego.
Cuando hablas en lenguas despiertas ese don: el poder, amor y dominio propio. Es triste ser una iglesia inteligente, pero sin poder. Dios quiere que tengamos ese poder. Tú puedes despertar ese “carisma” en tu vida.
Que estos 21 días de ayuno y oración, sean días donde andemos libres del temor y llenos del poder de Dios ¡Aleluya!