La aceleración se activa por creer en la palabra

//Pr. Luis A. Núñez\\

La fuente de nuestra victoria es Cristo y Cristo es la Palabra. En Juan 1:1 Él es llamado de verbo, es el pan de vida, que nos alimenta, que nos da vigor, fuerza, etc.

“Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:33-35)

El Señor se manifiesta hoy por medio de su Palabra y a través de ella Dios produce en nosotros vida, alegría y victoria.   

Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos” (Jeremías 15:16) 

También ministra vida y sanidad a toda nuestra carne.

“Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan y medicina a todo su cuerpo” (Proverbios 4:20-22) 

Es la Palabra la que te afirma en el propósito de Dios.

“Me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallas; come este rollo, y vé y habla a la casa de Israel. Y abrí mi boca, y me hizo comer aquel rollo. Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como miel. Luego me dijo: Hijo de hombre, vé y entra a la casa de Israel, y habla a ellos con mis palabras. Porque no eres enviado a pueblo de habla profunda ni de lengua difícil, sino a la casa de Israel” (Ezequiel 3:1-5)

Nuestra victoria es nuestra fe y la fe viene por el oir la Palabra.

“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17)

Entonces la manera de vivir una aceleración milagrosa en nuestra vida, en toda área, es a través de creer en la Palabra, es así que sus promesas se harán manifiestas y experimentarás gracia y favor.

“porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios” (2 Corintios 1:20) 

Cuando dices  “amén” estás proclamando “así será” en tu vida ¡Las promesas de Dios son todas tuyas para que creas y recibas! Vemos esto en la vida de Caleb, quien a la edad de ochenta y cinco años, declaró que estaba físicamente fuerte y listo para reclamar la tierra que Dios había prometido a los israelitas.

“Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió;  cual era mi fuerza entonces,  tal es ahora mi fuerza para la guerra,  y para salir y para entrar” (Josué 14:11) 

Pero ¿por qué hizo esa declaración? Porque es una promesa del Señor. Hay una promesa de Dios que fue profetizada sobre la tribu de Aser: ¡que dure tu fuerza tanto como tus días!” (Deuteronomio 33:25 NVI). Naturalmente, nuestra apariencia física y fuerza disminuyen a medida que avanzamos en edad, sin embargo, la Palabra de Dios nos promete que experimentaremos lo contrario: a medida que avancen nuestros días, tendremos mayor fortaleza. “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Lucas 18:27).

               Por lo tanto, es necesario que entiendas que para experimentar la consumación de las promesas de Dios necesitas ser una tierra que recepcione su Palabra. Veamos:

“Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar; y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron. Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno. Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír” (Marcos 4:3-9)

El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga” (Lucas 8:5-8)

Estas parábolas fueron explicadas por el propio Señor Jesús, la Biblia dice que el levantaba la voz, como pidiendo que presten mucha atención en esto: “el que tenga oídos para oír que oiga”, no es una parábola condenatoria, sino explicativa, nos lleva a asumir responsabilidades para ser la tierra que Dios quiere que seamos, por esto quiero analizar con ustedes la propia explicación que el Señor nos da.

“El sembrador es el que siembra la palabra. Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones. Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan. Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno” (Marcos 4:14-20)

Noten que el Señor Jesús nos explica que la semilla es la Palabra, las personas que oyen son los tipos de tierra donde se siembra la Palabra ¿ya percibiste esto? Entonces veamos:

1er terreno: Alguien endurecido

Se que suena muy despectivo y hasta condenatorio decir que una tierra es dura, pero más que condenar, el Señor nos explica que hay personas que están endurecidas porque son como el camino, mucha gente y animales pasan por encima y poco a poco van endureciendo la tierra.

¿Qué significa ser tierra de camino? 

Es alguien que está pendiente de los desastres, de las muertes, de las crisis, etc. Entonces la semilla sembrada no penetra en su corazón, todo parece desesperanzador, el miedo lo inunda, por lo cual no cree y como no cree, no habla de fe, de victoria, de protección. Según la Biblia, apenas cae la semilla viene Satanás y roba lo que se sembró. Esa palabra no consigue penetrar por causa de lo que ve en lo natural. Necesitas romper esa dureza causada por las circunstancias. La Biblia nos cuenta una historia interesante, la historia del ciego Bartimeo.

“Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús” (Marcos 10:49-50)

Según la historia, cuando Jesús lo llamó, arrojó su capa para ir hacia Jesús, arrojó aquello que era un impedimento para acercarse a Dios. A pesar que deseaba ir hacia Jesús había algo que se lo impedía, aquella corteza que te hace tierra dura ¡sal de tu condición! ¡ya basta! de ser alguien a quien siempre se le roba la preciosa semilla, declara: ¡yo soy tierra fértil, la Palabra dará mucho fruto en mi vida!

2do terreno: Alguien que alberga la semilla superficialmente, emocionalmente

Dios No quiere que seas una persona solamente emocional, Dios quiere que comas, mastiques, digieras la Palabra, la Palabra necesita estar enraizada en ti. 

Pero tú, hijo de hombre, escucha lo que te digo; no seas rebelde, como la casa rebelde; abre tu boca, y come lo que te doy. Miré, y vi una mano extendida hacia mí, y en ella había un libro enrollado. Lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y había escritos en él cantos fúnebres, gemidos y ayes”  (Ezequiel 2:8-10)

Me dijo: «Hijo de hombre, come lo que tienes ante ti; come este rollo, y ve y habla a la casa de Israel». Abrí mi boca y me hizo comer aquel rollo. Me dijo: «Hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy». Lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel. Luego me dijo: «Hijo de hombre, ve y entra a la casa de Israel y háblales con mis palabras” (Ezequiel 3:1-4)

Para hablar del Señor no puedes ser solo emocional, necesitas tener convicción. La Palabra tiene que estar enraizada dentro de ti, debe haber penetrado en lo más profundo de tu ser y producir transformación, entonces, en el día de la aflicción no se marchitará, sino continuará vigorosa, animándote, llenándote de fe, pero si no está enraizada en ti se debilitará y se secará. Que aquella Palabra que un día recibiste y te produjo gozo y alegría, no pierda fuerza en ti, que no se marchite. Tenemos una responsabilidad y es que la Palabra enraíce profundamente en nosotros.

3er terreno: Existen en nosotros otros valores

Los espinos no los sembraron, ya estaban alli, en la tierra y estas crecieron quizás más rápido que la Palabra y la hacen infructuosa. Estos espinos son generalmente las angustias, el merecimiento, la justicia propia. 

4to terreno: Buena tierra

Una buena tierra que recibe la Palabra y por ende, proclama la verdad, habla porque cree. Necesitas tener un corazón que reciba la Palabra y que esta de fruto a través del hablar. No te calles, habla lo que crees y vive conforme a esa fe. Una vez más digamos como el apóstol Pablo: 

“Y por lo tanto tenemos el mismo espíritu de fe, como está escrito: creo; Por eso lo dije. Nosotros creemos también; por eso también hablamos” (2 Corintios 4:13)

Descargar Audio

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio