La felicidad de la obra consumada

//Pr. Luis A. Núñez\\

Estas últimas semanas hemos hablado acerca de como es el corazón de Dios, su amor por el hombre, como diseñó un plan perfecto de redención y como estamos experimentando el tercer intento de Dios por llenar la tierra de su gloria con hijos e hijas. Los hijos vencedores no son indiferentes al deseo del Padre, por el contrario, acuden a su deseo como una demanda. Recordemos el ejemplo de David y los tres valientes, que irrumpieron en el campamento de los filisteos solo al escuchar el deseo de su rey de beber agua del pozo de Belén. Veamos una vez más algo maravilloso que nos muestra el corazón de Dios.  

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo”       (Efesios 1:3-9)

Él nos dio a conocer este misterio o esta verdad oculta que ahora revelada, según su beneplácito, según su complacencia, según su satisfacción, según su favor (eudokia). Entonces la Biblia nos está diciendo que siendo enemigos nos hizo sus hijos, reconciliándonos y salvándonos de la condenación del pecado, presentándonos ante Dios limpios y sin mancha. Él tiene complacencia en esa obra consumada, en la obra de Cristo. 

“Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura. Y Nehemías el gobernador, y el sacerdote Esdras, escriba, y los levitas que hacían entender al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Día santo es a Jehová nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis; porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley. Luego les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza.  Los levitas, pues, hacían callar a todo el pueblo, diciendo: Callad, porque es día santo, y no os entristezcáis. Y todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a obsequiar porciones, y a gozar de grande alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado” (Nehemías 8:8-12)

La Biblia muestra que la lectura de la ley producía en ellos llanto, pero los levitas tuvieron una revelación y dijeron al pueblo que no lloracen, que ese era un día santo: “alégrense porque el gozo del Señor es nuestra fortaleza” no es nuestro gozo, es el gozo del Señor, es la alegría de nuestro Dios la que nos produce fuerza, es decir, cuando tengas entendimiento de su alegría te llenarás de su fuerza.

¿Qué produce su alegría? para nosotros los padres, los aciertos y logros de nuestros hijos son nuestra alegría, para Dios es la obra consumada de Cristo en la cruz, su alegría, su satisfacción es Cristo, es la complacencia de Dios, porque a través de Él toda la humanidad tendría oportunidad de redención.

“Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (Lucas 3:21-22) 

Aquel dia la voz del cielo dijo “en ti tengo complacencia” la misma palabra “Eudokia”. Entonces cada vez que Dios nos ve, ve a Crsito en nosotros y esa es su alegría, su complacencia, no son tus aciertos, es lo que ahora eres en Cristo. Tú eres ahora su alegría  por causa de Cristo. El día santo es indefectiblemente la representación del sábado y el sábado es un tipo de Cristo, Cristo es el Sabat. En el libro de Nehemías se nos muestra que los levitas tienen una revelación sobrenatural de lo que es el día santo, ellos dicen: “Es día santo, asi que hay que alegrarse” porque la alegría de Dios está en Cristo y por ende en lo que somos en Cristo.

“Según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado”   (1 Timoteo 1:11)

La palabra bendito es makarios que se traduce como bienaventurado o doblemente feliz, la Palabra nos dice que Dios es un Dios feliz, el evangelio procede de un Dios feliz. La felicidad de Dios está relacionada con el evangelio, es decir, la felicidad de Dios es la obra de Cristo. En Cristo la oportunidad de salvación para todos está consumada, está hecha, esa oportunidad es la expresión del amor de Dios.

“De tal manera amó Dios al mundo,  que ha dado a su Hijo unigénito,  para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16)

Ese amor hace que Dios sea paciente con nosotros, pues está esperando la manifestación de los hijos de Dios, el cumplimiento del ministerio que nos encargó, porque su deseo es que nadie perezca.

“El Señor no retarda su promesa,  según algunos la tienen por tardanza,  sino que es paciente para con nosotros,  no queriendo que ninguno perezca,  sino que todos procedan al arrepentimiento(2 Pedro 3:9) 

El amor de Dios por tus amigos, parientes y todos, hace que Él no venga aun,  pues no quiere que alguien se pierda, no desea que alguien muera sin la vida eterna. Quiere que todos sean salvos, ese debe ser nuestro sentir ¡Todos! hagamos vivo este sentir, seamos parte de este mover, prediquemos el evangelio del Dios feliz, que está feliz por la obra consumada, por haber abierto la puerta para que entremos por ella.

“porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo, pero ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Romanos 10:13)

Esto implica una lucha continua, perseverancia.

“Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno” (Romanos 15:20) 

“En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:4) 

“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:1-2)

Vamos a orar y ayunar por vidas de personas, con un hijo en la fe todo comenzará.

“Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1Corintios 4:15)

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