//Pr. Luis A. Núñez\\
“Sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de aquellos que aman a Dios, de aquellos que son llamados según su propósito” (Romanos 8:28)
Esta es una frase que muchos quieren entender, sin embargo, de manera natural es imposible. Hablar del amor de Dios parece que para muchos fuera una cuestión romántica. Ante tanto dolor y crisis, ante tanta incertidumbre, pareciera que encaja más hablar del juicio y de condenación. Ubicarnos en el momento en que fue escrita la epístola a los Romanos nos permite entender que eran tiempos difíciles, había mucha hostilidad contra los cristianos, muchos morían por causa de la fe y además surgieron muchas doctrinas que sutílmente alejaban a los cristianos de la centralidad de Cristo.
Por otro lado, el apóstol Juan es usado por Dios para llevaros a enfocarnos en Cristo y en su amor y aunque pareciera que no era práctico o que era muy abstracto ¡No! el amor de Dios hacia nosotros es el corazón de nuestra fe, es la médula del evangelio ¡El amor de Dios en Cristo! Para entender esto veamos algunos aspectos:
- La expectativa del futuro glorioso nos da fuerzas para este presente
“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:15-18)
Hay expectativas de futuro basadas en solo la esperanza de algo que deseas, pero hay mayores expectativas de futuro cuando estas se basan en una realidad actual, por ejemplo, si compraste un departamento en proyecto esperas con alegría y expectativa del momento de la culminación y entrega, esperas el día en que eso suceda, sueñas con ese día, pues hoy es algo similar lo que debe acontecer con nuestra posición acerca de las cosas relacionadas a un futuro glorioso.
En el versículo 15 se nos exhorta a que no podemos caer nuevamente en la esclavitud del temor. Esto nos muestra que la esclavitud del temor es un peligro constante en la vida de cada uno de nosotros, temor es inseguridad, es miedo al mañana e incertidumbre de buenas cosas para nosotros ¿Cómo vencemos esto? con el propio testimonio que Dios da a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios y por lo cual podemos clamar ¡Abba Padre! esta es una expresión que significa ¡Papito! y esta es una expresión emocional que denota seguridad.
¿Sabes cuál es una de las razones por la que el diablo quiere destruir el matrimonio? seamos sinceros, frente a la ausencia del padre, sea cual sea la razón, muchas mujeres han mostrado valor y coraje para criar a sus hijos sin el padre, pero por más que se esfuercen hay un grado de incertidumbre y desestabilización emocional en su hijos. Las estadísticas muestran que hijos con padres ausentes no desarrollan plenamente el área de sus emociones, pero es allí donde Dios hace un milagro, se revela ante nosotros como Padre.
Entonces, gracias a esta poderosa verdad que habla de quienes somos, el futuro que esperamos produce alegría y firmeza en nosotros. Es necesario creer en la realidad del hoy para tener gozo por el futuro que nos espera (V.18).
“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18)
Entonces una manera de vencer las aflicciones del presente es siempre mirar la gloria que vendrá por causa de Cristo. Para el mundo esto es subjetivo, pero para nosotros es una realidad.
- Tu vida como parte de la historia de la redención
“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8:19-21)
Lo que está diciendo aquí es que la creación está esperando que tú y yo nos manifestemos. Es como si hubiera un silencio expectante de toda la creación por una respuesta tuya y mía ¡Aleluya! ¿A qué se refiere esto? es simple, mira lo que dice la Palabra:
“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9)
Es como si Dios en su señorío y grandeza hubiera colocado en nuestras manos la llave para que la puerta se abra, para que Él venga y Él espera nuestra respuesta para venir. La creación espera nuestra respuesta para su plena redención, cuando Cristo retorne y eso es glorioso, espectacular e impresionante.
En el versiculo 21 de Romanos 8, la Biblia llama a nuestra salvación ¡Libertad Gloriosa! Cuando estás unido a este sentir de Dios, la salvación de las personas es tu anhelo. Ayer hablábamos con una jovencita de nuestra iglesia que con alegría y emoción decía que ya tenía siete personas para el encuentro, si esto se replicara en cada uno de nosotros, este deseo, esa pasión por almas, veríamos antes de lo que imaginamos su venida gloriosa.
- La redención de nuestros cuerpos
“Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8:22)
Aun hay muerte y enfermedad, vejez y debilidad y todas estas son razones de sufrimiento, pero todo eso culminará con la venida del Señor, con la puerta abierta que es la manifestación de los hijos de Dios y que llega a través de la evangelización.
Recuerden que la salvación implica lo siguiente:
- Nuestro espíritu fue regenerado.
- Nuestra alma está siendo transformada.
- Nuestro cuerpo será glorificado.
Predicar el evangelio no es ganar adeptos, como algunos piensan, es mucho más que eso, es muchísimo más que eso, es vivir una realidad que nos dará esperanza de un futuro glorioso, es introducirnos en la historia de la redención, es llevarnos a la culminación del plan maravilloso del amor de Dios.