Pr. Luis A. Núñez
//Pr. Luis A. Núñez\\
“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando” (Marcos 10:45-46)
Rey y Siervo
¿Crees que el Señor está listo para servirte? la comprensión religiosa es que Dios está allí sentado para ser servido, para que le demos algo, como si Él tuviese necesidad de algo. En ocasiones, algunas personas se colocan en la posición de dar sus ofrendas o dádivas al Señor porque, según ellos, Dios las necesita, cuando la realidad es que Dios es el dueño de todo y completo en todo sentido.
En lugar de tener esa idea, debemos comprender que cuando llegamos ante Dios, llegamos vacíos y por el contario, es Él quien nos llena. La única forma de dar con alegría, es comprender primero que recibimos lo que Él nos da, lo que recibimos de sus manos es lo que finalmente le damos. Esto funciona así con la alabanza, con las ofrendas, diezmos y aun nuestro amor por Dios, pues podemos amarlo porque primero recibimos amor de Él, en esto consiste el amor “que El nos amo primero”
David convocó una ofrenda para la construcción del templo, de la casa de Dios (Así se conoce el templo en el Antiguo Testamento) y todos responden de manera unánime.
“Oro, pues, para las cosas de oro, y plata para las cosas de plata, y para toda la obra de las manos de los artífices. ¿Y quién quiere hacer hoy ofrenda voluntaria a Jehová? Entonces los jefes de familia, y los príncipes de las tribus de Israel, jefes de millares y de centenas, con los administradores de la hacienda del rey, ofrecieron voluntariamente. Y dieron para el servicio de la casa de Dios cinco mil talentos y diez mil dracmas de oro, diez mil talentos de plata, dieciocho mil talentos de bronce, y cinco mil talentos de hierro. Y todo el que tenía piedras preciosas las dio para el tesoro de la casa de Jehová, en mano de Jehiel gersonita. Y se alegró el pueblo por haber contribuido voluntariamente; porque de todo corazón ofrecieron a Jehová voluntariamente” (1 Crónicas 29:5-9)
La Biblia hace hincapié en la palabra “voluntaria”. El pueblo se alegró de hacer una ofrenda voluntaria y el rey David mismo se alegra, pero hace una oración con un corazón lleno de revelación, él dice “todo es tuyo, el poder, la gloria, las riquezas, todo es tuyo” y en el verso 14 dice:
“Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1 Crónicas 29:14)
El sentir de dar a Dios “voluntariamente”, puede ser sutilmente desviado a un sentir que cree que eres tú quien da y que Dios es el necesitado, pensar que le hacemos un favor a Dios; esto por supuesto siempre producirá arrogancia y justicia propia y a la larga también jactancia de que hiciste algo, “yo levanté iglesias”, “yo ayudé”, “yo invertí”, etc. El razonamiento correcto debe ser “solo me es posible dar porque tú me diste primero”, es de esa forma que tu corazón se inunda de gracia, de reconocimiento, de favor, de gratitud y el resultado solo es un corazón humilde y corazones humildes son gratos y llaman la atención de Dios.
“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6)
Por eso el apóstol Pablo decía:
“Mas el que se gloría, gloríese en el Señor; porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba” (2 Corintios 10:17-18)
Esto rompe todo esquema de la religión, que sutilmente coloca al hombre en una posición de arrogancia ante Dios, como sucedió en Éxodo 19 y por lo cual vino la ley:
“Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel. Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que Jehová le había mandado. Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo. Entonces Jehová dijo a Moisés: He aquí, yo vengo a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y también para que te crean para siempre” (Éxodo 19:5-8)
Por eso el Señor en la Biblia nos muestra que Jesús estaba saliendo de Jericó y una gran multitud lo seguía. Él estaba camino a Jerusalén para celebrar la Pascua, esta sería la última semana de Jesús camino a la cruz, la semana siguiente estaría siendo crucificado, entonces pasó por la ciudad maldecida de Jericó y dijo “no vine para ser servido, vine para servir”. Si Jesús quisiese ser servido, tiene a millares de ángeles que jamás se cansarían de hacerlo, pero por el contrario, Él decidió que el hombre sea el beneficiario de todas sus bendiciones.
David hizo una pregunta ¿Qué puedo dar a Dios?
“¿Qué pagaré a Jehová Por todos sus beneficios para conmigo? Tomaré la copa de la salvación e invocaré el nombre de Jehová” (Salmo 116:12-13)
A veces nosotros pensamos así, Dios nos bendice tanto que pensamos que podríamos darle algo, eso es pensar en términos naturales, pensar en cómo servirlo más, cómo hacer aquello, pero la respuesta de David es impresionante: “tomare el caliz de la salvación e invocaré el nombre del Señor” ¡Aleluya! solo recibiré, creeré y daré gritos de alegría por el nombre del Señor. Más adelante dice en el verso 14 al 16 que ahora que recibió la copa de salvación podrá pagar sus votos, cantando alabanzas y porque Dios rompió sus cadenas ahora podrá servir, es decir, lo que hacemos es solo lo que recibimos de Él.
Dios tiene todas las bendiciones y solo espera corazones sedientos y deseosos, que aun desees lo que otros no desean, que puedas decirle “lo que otros no quieren yo lo quiero”, por eso Jesús reprendió a sus discípulos diciéndoles “hombres de poca fe”, nunca les dijo hombres de poca alabanza, de poca oración, personas que leen poco la Biblia o de poco ayuno, pues solo espera fe de nuestra parte y ¿Qué es la fe? Simplemente es tener las manos abiertas para recibir de Él.
El Señor fue a la ciudad de maldición
La Biblia dice que el Señor fue a Jericó, esta era la ciudad de la maldición, pues Josué la maldijo (Josué 6:16). En esa oportunidad todos gritaron en una y la ciudad fue arrasada. La orden de Dios fue que nadie debía tomar nada de ella para si, porque pertenecia a Dios, era la primicia (Josué 6:18, 19:24).
“En aquel tiempo hizo Josué un juramento, diciendo: Maldito delante de Jehová el hombre que se levantare y reedificare esta ciudad de Jericó. Sobre su primogénito eche los cimientos de ella y sobre su hijo menor asiente sus puertas” (Josué 6:26)
Jericó era la ciudad maldita, nadie podría edificar sobre ella, era tierra de maldición, de la misma forma como este mundo estaba bajo maldición y justamente Cristo fue a la tierra de la maldición a cambiar la maldición en bendición, la tristeza en gozo ¡Aleluya! La Biblia dice que cuando salió de Jericó con sus discípulos, una gran multitud lo seguía, en el camino estaba Bartimeo, hijo de Timeo. Bar en arameo significa hijo, lo mismo que ben en Hebreo. Ambas lenguas tienen similitudes, Timeo en Hebreo es tame, que con frecuencia en Levitico se usa para definir impureza, entonces su nombre es hijo del impuro. Alguna cosa terrible hizo el padre del ciego para que lo estigmatizaran como el hijo del impuro. Bartrimeo era pobre y ciego y eso es la condición de todo el mundo sin Cristo, pobres y ciegos.
Un ciego vió más que los otros
Bartimeo estaba al canto del camino y en Lucas se detalla que preguntó a las personas ¿Qué esta pasando? entonces le dijeron: “Es Jesus, el Nazareno quien está pasando” (Lucas 18:35-37). Hoy esta expresión es honrosa, pero cuando lo crucificaron, colocaron esta expresión en sentido despectivo, esa expresión era negativa en aquella época (Juan 1:45-46, Juan 19:19).
Observa algo, el ciego Bartimeo escuchó que era Jesus, el Nazareno, quien estaba pasando y gritó “Jesus, hijo de David, ten misericordia de mi”, nota que él no gritó: “Jesús de Nazaret”, él gritó “Jesús, hijo de David”, con la palabra Haneni, que significa ten compasión de mi.
Qué maravilloso, mientras las personas decían “Jesús de Nazaret”, Bartimeo vio más que todos ellos. El evangelio de Marcos fue el primero en ser escrito, entonces esa fue la primera vez que un hombre llamó a Jesús “hijo de David” y esto indica su reinado, porque David fue el rey escogido por Dios. Jesús tenía dos reivindicaciones al trono, uno por el linaje de David y otro porque nació rey. Este rey vino específicamente para bendecir.
El Sol se detuvo
Mientras Bartimeo clamaba, muchos lo reprendían para que se callase. La multitud es siempre así, en un momento gritan “Hosanna, hijo de David” y luego gritan “Crucifíquenlo”, por eso nuestra confianza debe estar plenamente en el Señor y no con las personas. Cuando le decían a Bartimeo que se callase, él gritaba aun más fuerte “¡Hijo de David, ten compasión de mi!”, él creyó en el rey que vino para bendecir,
Arrojo su capa, aquello que era lo único que tenía, que representaba su única seguridad para depender de Jesús. El Señor le pregunta ¿Qué quieres que te haga? y él le responde: “Maestro, que recobre la vista”, luego de darle la vista, el Señor no le dice ¡Sigueme! o estás obligado a seguirme, Jesús nunca forzó a las personas a las que curó a seguirlas, eso es gracia. Cuando los enfermos que fueron sanados descubrieron cuan amados y bendecidos eran, fueron ellos quienes decidieron seguirlo, solo damos porque recibimos de Él.
¿Sabes por qué el ciego gritó? porque gritó al “sol del medio día” para que se detenga y lo bendiga. Un día alguien también gritó al sol, fue Josué, cuando estaban peleando con los amorreos, no muy lejos de Jericó. El ejército de Israel estaba venciendo, pero el sol se estaba poniendo y dijo:
“Entonces Josué habló a Jehová el día en que Jehová entregó al amorreo delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de los israelitas: Sol, detente en Gabaón y tú, luna, en el valle de Ajalón” (Josué 10:12)
Bartimeo, en su momento, gritó al Sol de justicia que es Jesús para que lo sanara. No se detuvo por el grito de un hombre rico, se detuvo por el llamado de alguien que creyó. Dios es capaz de detenerse cuando tú decides creer.