Los tres comienzos de Dios

//Pr. Luis Alberto Núñez\\

Desde la eternidad estaba en el corazón de Dios tener hijos. Dios intenta cumplir ese propósito por medio de Adán, pero Adán pecó y el propósito de Dios fue momentáneamente atrasado, pero hoy, en Cristo, su propósito es restablecido.

El primer comienzo de Dios

“En el principio, Dios creó al hombre, lo bendijo y le dijo: “Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra” (Génesis 1:22)

Dios mandó que fueran fructíferos. Es como si el Señor le dijera a Adán: “Quiero tener hijos. Yo te cree para ser mi hijo. Yo te daré la capacidad de transmitir a tus hijos mi imagen, esta vida que yo tengo y que quiero que tú tengas.” Pero Adán pecó y no podía transmitir la imagen de Dios, pero sí su propia imagen caída. En Génesis 5:3 leemos:  

“Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set”

El hijo de Adán no era la semejanza de Dios, fue la semejanza de Adán ¿Por qué? Porque, al pecar, Adán perdió la imagen de la gloria de Dios. 

“Porque el mismo Dios que mandó que la luz brotara de la oscuridad, es el que ha hecho brotar su luz en nuestro corazón, para que podamos iluminar a otros, dándoles a conocer la gloria de Dios que brilla en la cara de Jesucristo” (2 Corintios 4:6 DHH)

En el Edén, Adán y Eva estaban revestidos con la gloria de Dios, pero el día que pecaron, perdieron la gloria.

“por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23)

La preocupación del ser humano ahora es conseguir logros y recibir el reino, el poder y la gloria para sí mismo. Ahora, la humanidad quiere una posición, un título de honor y eso es lo que vemos en el relato bíblico.

Genesis 4 nos muestra los descendientes de Caín, la narración continúa hasta llegar a Lamec (Versículo 19). Este hombre tenía dos mujeres: Ada y Zila. Ada dio a luz a Jabal, el padre de los que habitan en tiendas y crían ganados. El texto dice que él era el padre, pero el padre de los que hacen alguna cosa. El énfasis no está en los hijos, pero si en la habilidad que ellos tenían y lo que producían.

Luego, en el versículo 21 leemos acerca de Jubal, padre de los que tocan arpa y flauta, los que trabajan con el arte y la diversión ¿Puedes ver la capacidad de estas personas? Además de ellos, leemos en el versículo 22 acerca de Tubal-caín, que era el artesano, alguien que, además de ser artista, también domina la técnica de la artesanía. Obrero es una mezcla de artista y artesano. Él producía obras de arte de bronce y hierro.

Si vivieran en nuestros días, estas personas estarían en portadas de revistas. Ellos hacían grandes cosas. El valor de ellos es solo esto, lo que hacen. Algo muy importante, que es necesario notar es que el texto bíblico no dice cuánto tiempo vivió, indicando que para Dios estaban muertos, apenas se registra lo que realizaban.

Al contrario de la descendencia de Caín, en el capítulo 5, se encuentra la generación de Adán, a través de Set. De esta generación, el enfasis no está en lo que hicieron, sino en los hijos que tuvieron. En el capítulo 5, versículo 4: “después que engendró a Set, Adán vivió ochocientos años, y engendró hijos e hijas” ¡Es algo increíble! En el versículo 7, nos encontramos con que “después de que engendró a Enós, Set vivió ochocientos siete años, y engendró hijos e hijas” Lo mismo vemos en el versículo 10: “después que engendró a Cainán, Enós vivió ochocientos quince años, y engendró hijos e hijas” Este patrón se repite con respecto a todos los de esa generación. El hecho de hablar de la edad de cada uno, a diferencia de la generación de Caín, indica que vivían ante los ojos de Dios.

Hay dos tipos de pensamientos, de paradigmas y estos dos tipos de mentalidad se extienden en toda la Palabra de Dios. Por un lado, la mentalidad de los que quieren hacer algo para Dios y por el otro, la mentalidad de aquellos que desean tener hijos para el Señor. Hoy el enfoque de tu vida cristiana, debe ser tener hijos para Dios, es el centro de nuestras vidas. 

El segundo comienzo de Dios

Antes del diluvio, el hombre cayó nuevamente, al punto que Dios tuvo que enviar su juicio para destruir toda esa generación. Después del diluvio, sin embargo, Dios nos da un segundo comienzo. El primer comienzo fue con Adán, el segundo fue con Noé. Dios comienza de nuevo con Noé en Génesis capítulo 9.

“Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: “Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra” (Génesis 9:1)

Dios no cambia, sus propósitos, planes y pensamientos siguen siendo los mismos por la eternidad. Lo que le dijo a Adán, también se lo dijo a Noé, porque Dios no cambia sus propósitos. Hoy, Él nos dice lo mismo a nosotros, Dios nunca ha cambiado lo que tiene en su corazón. Anteriormente, vimos que sus primeras palabras muestran su corazón, pero ahora vemos que lo que siempre se repite está en su corazón. La generación de Noé no respondió a Dios. Siguiendo la historia de sus generaciones, llegamos a la Torre de Babel en Genesis 11. Dios dijo: “Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra”  Sin embargo, nos encontramos con los hombres de Babel haciendo algo contrario al propósito de Dios. Ellos dijeron entre sí: “Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra” (Génesis 11:4). Ellos fueron contra la determinación de Dios. 

El tercer comienzo de Dios

El primer comienzo de Dios fue con Adán, quien cayó. El segundo fue con Noé, por causa de Babel. Ahora, Dios llama a Abraham diciendo:

“Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:2-3)

Dios le dice a Abraham lo mismo que le dijo a Adán y Noé, solo con otras palabras. Él sabía que el ser una bendición para toda la tierra suponía tener hijos. El nombre Abram significa “padre exaltado” y recibió el nombre de Abraham que significa “padre de multitudes”. El que está llamado a ser el padre de naciones, obviamente, necesita tener muchos hijos. Al darle un nombre, Dios le reveló a Abraham su corazón, lo que estaba en su mente. Era como si Dios dijera: “Abraham, te he llamado a ser padre. No te he llamado a hacer alguna cosa, solo que fructifiques”.

Aunque Abraham fue muy próspero, el énfasis no está en lo que hizo, de hecho no hay registro de nada, entonces ¿Cómo Abraham bendeciría a las familias de la tierra? ¿Realizando obras extraordinarias? ¿Haciendo algo? ¿Cómo es que Abraham sería una bendición para las familias de la tierra? La única manera era tener hijos. Cuando nos fijamos en la historia de Abraham, vemos que su vida era una lucha, pues aunque había sido llamado para tener hijos, no podía tener ninguno, esto parece una contradicción.

Por lo tanto, la orden dada a Adán en el Jardín del Edén, en Génesis 1, a Noé en Génesis 9 y a Abraham en Génesis 12, es la misma que hemos recibido hoy. Dios quiere lo mismo de nosotros, no ha cambiado, sigue queriendo tener hijos. Es el mismo principio que vemos hoy en la Iglesia, Dios no nos ha llamado a hacer cosas, sino a tener hijos y todo comenzará teniendo un hijo.

Toda la iglesia debe tener hijos para Dios. Solo hay una cosa que el Señor nos pidió, somos libres de hacer las cosas, sin embargo, solo una cosa es necesaria: tener hijos para Dios. Sólo habrá cambio en el mundo si engendramos hijos para Dios. La lógica es simple, si las personas se transforman, la nación será restaurada. La nación de Dios es la Iglesia, ese es el pueblo de Dios (1 Pedro 2:9)

Tenemos que ganar a los peruanos, predicar el evangelio y tener hijos para Dios. Este es el deseo que debe permanecer en nuestros corazones y fortalecerse en el corazón de la iglesia. Abraham creyó a Dios cuando dijo que sería el padre de multitudes; al final, todo lo que haces pasa, solo los hijos permanecen. El centro de nuestro trabajo es engendrar hijos para Dios, por supuesto, se necesita hacer muchas cosas, tenemos que mantener y limpiar el edificio de la iglesia, imprimir materiales de capacitación, etc. pero

los hijos son nuestra gloria y nuestra alabanza, ellos son los que nos motivan.

¿Qué regalo quisieras darle a Dios que él no tenga? ¿Una canción? Seamos realistas, los ángeles adoran al Señor con canciones mucho mejores que las nuestras ¿Quieres hacer un cuadro para Dios? ¿Has visto los cuadros que Dios pinta todos los días? Dios es dueño de todo, pero hay algo que Él nos pide en la Biblia: “Hijo, dame tu corazón. En el tribunal de Cristo daremos cuenta justamente de esto, nuestros hijos. Los hijos son nuestra corona (Filipenses 4:1, 1 Tesalonicenses 2:19). Si quieres reinar ese día, presenta a Dios lo que Él quiere.

Vamos a evangelizar una persona y ganarla para Cristo. Coloquémonos como meta ganar una persona hasta fines de mayo. Cada domingo voy a recordarte este desafio, vamos a orar por esa persona, vamos ayunar para romper fuerzas espirituales, vamos a pedir a Dios sabiduría.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio