//Pr. Luis A. Núñez\\
LA RECOMPENSA DE LA GRACIA
“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón” (Hebreos 10:35)
¿Cuál es la fe que agrada a Dios? ¿Cuál es el tipo de fe que Dios quiere ver en nuestra vida? Desafortunadamente, muchas iglesias transformaron la fe en un tipo de fórmula, hicieron de la fe algo mecánico, un show, etc. Sin embargo, la fe es un andar con Dios.
Enoc fue el primero en experimentar el arrebatamiento. Él caminó con Dios y como resultado, Dios lo tomó para sí. Antes de ser arrebatado, obtuvo el testimonio de haber agradado a Dios (Hebreos 11.5). Todos queremos agradar a Dios, pero algunos tienen una idea equivocada de cómo hacerlo. Algunos piensan que deben dar dinero a la caridad o comportarse lo mejor que puedan, pero agradar a Dios se compara a agradar a su esposa, si el esposo quiere agradar a su esposa no puede hacer lo que quiere, sino lo que ella desea.
Él recompensa a los que creen
Hebreos 11:6 dice: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay y que es galardonador de los que le buscan”
¿Qué agrada a Dios? La respuesta es simple: la fe. Sin fe es imposible agradar a Dios ¿Y cuál es el tipo de fe que le agrada? En primer lugar, es aquel tipo de fe que cree que Él existe y que se vuelve galardonador de los que lo buscan. La mejor traducción de este versículo (Hebreos 11:6) sería: “Es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él es”. Esta es la traducción literal.
La primera cosa es cuando creemos que Dios es. Por ejemplo, si estamos enfermos, creemos que Él es nuestra sanidad, si necesitamos provisión, creemos que Él es nuestro suplidor. Si estamos débiles, Él es nuestra fortaleza ¡Dios es! Esta breve afirmación trae consigo todo el suministro de Dios para nosotros.
La segunda cosa que caracteriza la fe que agrada a Dios es que necesitamos creer que Él es galardonador. Galardón significa recompensa. Dios es aquel que recompensa a todos los que lo buscan. Un pensamiento común entre cristianos religiosos es que no debemos hacer cosas para Dios pensando en la recompensa, pero Hebreos 11 dice que la fe que agrada a Dios es aquella que cree que Él nos va a recompensar.
En la mente de algunos, buscar la recompensa es algo que contradice la gracia de Dios, pero no es así como enseña el Nuevo Testamento. Dios nos da cosas por su gracia y cuando la recibimos por fe, Él nos recompensa por ello (1Co 15:10).
Él recompensa a los que obedecen
En Lucas 5, leemos acerca de la pesca maravillosa. Cuando el Señor llegó junto al mar de Genesaret, había dos barcos, Él podía elegir entre muchos, pero decidió entrar en uno de ellos. Alguien estaba a punto de ser bendecido. Cuando el Señor resuelve entrar en su barco, es porque Él quiere darle gracia. Es un verdadero privilegio, si él eligió tu barco, es porque está liberando gracia sobre tu vida. En ese momento, tal vez el pescador hubiera dicho: “Trabajé toda la noche y estoy cansado ¿No puede entrar en otro barco? El barco en el que el Señor entró era de Pedro y Él le pidió que le apartara un poco de la playa: “Y sentándose, enseñaba del barco a las multitudes. Cuando acabó de hablar, le dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar (Lc 5:3,4) En aquel mismo lago, donde no habían pescado nada toda la noche, ellos ahora cogieron tantos peces que ni los podían retener. Su barco repentinamente se convirtió en un imán atrayendo los peces ¿Por qué? Porque Pedro había dado su barco a Jesús para usarlo en su predicación. Aquel tiempo de predicación podría parecer ser un tiempo de trabajo perdido para el pescador, pero el Señor Jesús es el galardonador. Recuerde que la gracia es favor inmerecido, pero al mismo tiempo, cuando usted usa la gracia recibida, Dios mismo le recompensará por usar la gracia que él mismo le dio. La gracia que Él le da es siempre abundante hacia ti y también a los que están cerca y que al principio no parecía haber recibido la gracia de tener a Jesús en su barco. Recuerda siempre que es la bondad de Dios la que conduce a la gente al arrepentimiento
(Romanos 2.4): “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?”
Fue después de ver el milagro que Pedro tomó conciencia de que era pecador. En ningún momento, el Señor Jesús mencionó cualquier pecado de Pedro, pero su gracia lo trajo al arrepentimiento.
Él recompensa a los que lo buscan
Hubo hambre en Belén en aquellos días y en lugar de quedarse en esa tierra, Elimelec y sus dos hijos se mudaron a Moab, hoy llamada Jordania. Sus dos hijos se casaron con mujeres moabitas y una de ellas se llamaba Rut. Pasado algún tiempo, murió Elimelec y sus dos hijos, quedando Noemí, su esposa, con las dos nueras, Rut y Orfa. Una de ellas, llamada Orfa, decidió volver a la casa de sus padres, pero Rut decidió quedarse con su suegra; entonces, juntas, volvieron a Belén, porque ya no había más hambre allí.Rut resolvió cuidar de su suegra, allí sobrevivían recogiendo el trigo después de la cosecha. Después de que los recolectores pasaban por el campo de trigo, cualquier cosa que dejaran atrás era reservado para los pobres. Era lo que Rut hacía, ella cogía lo que habían sobrado.Aconteció que, un día, el dueño del campo de trigo, llamado Boz, vio a aquella mujer moabita y se interesó en ella. Entonces él le dijo algo que traduce bien la relación entre la gracia de Dios y su recompensa por nuestras obras (Rut 2:9-12), la promesa es que Rut recibiría la recompensa de Dios por haber venido a refugiarse bajo sus alas, para tener protección. Yo corro a Dios buscando protección y el Señor me dice: “Te recompensare por eso”. La recompensa es por creer en su gracia. La fe que agrada a Dios es aquella que cree que Él es el galardón.
Él recompensa sirviéndonos
Sabemos que la riqueza y el honor proceden del Señor. Incluso tu propia respiración viene del Señor. Pero nadie puede gloriarse ante el Señor por sus obras, pues lo que hacemos es porque primero recibimos de Él. Él obró en nosotros el querer y porque dimos libertad a ese deseo, Él nos recompensa por ello.Cuando el Señor Jesús curaba a la gente, Él decía “¡Tu fe te ha salvado! ¡Tu fe te ha curado!” Queremos saber cuál es nuestra parte en el milagro, pero necesitamos entender que sólo tenemos la fe que Él mismo nos dio. No tenemos fe de nosotros mismos, la recibimos de Dios, Él es el autor de la fe (Hebreos 12:2) Incluso la recompensa que Él nos concede es por la gracia que nos dio primero. En Juan 21, tenemos un ejemplo de ello. Después de su resurrección, el Señor se encuentra con sus discípulos en el mar de Galilea. Es simplemente extraordinario ver que el Señor, que venció a la muerte, el pecado y al diablo, estaba ahora en la playa haciendo un desayuno para sus discípulos. Entonces el Señor les dijo: “Traigan alguno de los peces que ustedes mismos tomaron” (Juan 21.3-6 y 9-10). Percibe lo siguiente, toda la noche ellos fueron a pescar y no cogieron nada, Él les da una palabra y una enorme cantidad de peces viene a la red y aun así Él dice a sus discípulos que traigan los peces que ellos mismos habían obtenido, pero ellos en realidad sólo cogieron porque el Señor había enviado los peces. Hay algo maravilloso acerca del Señor, Él nos da el crédito por las obras que, en realidad, Él hizo. Él dice: “Tu fe te salvó!”, pero Él es quien dio la fe, sin embargo, Él dice que la fe es nuestra. Cuando Él nos da el crédito por algo que fue hecho por su gracia, somos aún más responsables en amor. Apocalipsis dice que en aquel día depositaremos nuestras coronas delante de Él. No fuimos nosotros los que pescamos, la fe que tenemos no es nuestra, no tenemos nada que no haya sido recibido. Al final, daremos toda gloria a Él. También es con el diezmo, Él nos da y luego nos sirve con lo que nos da.
Sea motivado por la recompensa
Muchos creyentes piensan que no deben pensar en la recompensa, pero están equivocados. Los hombres de Dios son motivados por la recompensa. Podemos ver esto en la vida de muchos de ellos.El primer ejemplo es Moisés. Hebreos 11:26 dice que Moisés estaba mirando la recompensa que le aguardaba.Los discípulos también estaban preocupados por la recompensa y el Señor no los reprendió por eso. Pedro le preguntó a Jesús lo que él recibiría por haber dejado todo y por seguirlo, ante esta pregunta, el Señor podría haber reprendido a Pedro, diciendo que la recompensa era sólo el cielo, pero en lugar de eso, Él mostró que Pedro recibiría cien veces más en esta vida.No debemos pensar que la recompensa será sólo el cielo. Evidentemente, la recompensa es para aquellos que renunciamos a causa de Él y por causa del evangelio. No todo el que ofrece o trabaja en la iglesia, lo hace por amor al Señor y al evangelio, pero los que lo hacen serán recompensados e incluso, deben esperar la recompensa, pues a Dios le agrada cuando creemos que Él es el galardón. No pienses que todo el que predica el evangelio lo hace a causa del Señor. Hay quien busca la gloria de los hombres y hay quien busca el lucro financiero. Algunos están sirviendo a sus propios intereses. Los hombres de Dios son motivados por la recompensa y David fue uno de ellos. Su padre mandó que él fuera a llevar víveres a sus hermanos que estaban delante de la batalla. David no dudó en obedecer a su padre. A causa de un simple acto de obediencia a su padre, él fue conducido al trono. David llegó a escuchar el desafío de Goliat el último día. Por 40 días, Goliat desafió a Israel, pero David vino justamente en el último día.Siempre que vemos la primera mención de algo en la Biblia, algo significativo e importante es mencionado. La primera mención de recompensa fue poco después de que Abraham encontrara a Melquisedec en Génesis 15. Finalmente, necesitamos tener claridad de que el Señor mismo es nuestra recompensa ¿Y qué necesitamos hacer para disfrutar de esa recompensa? Sólo necesitamos creer. Abraham creyó, por lo que su galardón será grande.
El vencedor recibe la herencia y la recompensa
Hay una paradoja en la Palabra de Dios, me refiero a la relación entre herencia y recompensa. La herencia es algo que recibimos completamente por la gracia, por la razón de ser hijos del Padre, una vez que somos hijos, también somos herederos. Evidentemente, sólo los hijos que han crecido pueden, de hecho, usufructuar de la herencia. Mientras somos pequeños, Pablo dice que no somos muy diferentes a un esclavo (Gálatas 4.1). La herencia sólo depende de ser hijos, pero la recompensa, por otro lado, depende de nuestras obras, sin embargo, incluso nuestras obras son hechas por la gracia de Dios en nosotros.