Recibiendo de nuestro sumo sacerdote: Melquisedec

//Pr. Eliud Cervantes\\

Podemos prosperar en todos los aspectos de nuestra vida por la obra de la Cruz

La Palabra del Señor nos muestra que Jesús es la fuente de todo en nuestras vidas. En 1 Crónicas, David dice que tanto las riquezas como la gloria vienen del Señor (1 Crónicas 29:12).

Hoy, debido a que Jesús es nuestro proveedor y nuestra fuente de recursos, no podemos evitar prosperar como resultado natural de seguirlo. Sin embargo, existe un espíritu de intimidación que se ha apoderado de la iglesia hoy porque el diablo se ha opuesto a la idea de que la gente prospere, especialmente en el área de las finanzas. Sin embargo, el evangelio produce salud, provisión y abundancia para todas las áreas de nuestra vida.

En 3 Juan, vemos el corazón del Señor para que prosperemos en todas las cosas: en nuestras finanzas, salud y en nuestro caminar espiritual con Él:

“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Juan 1:2) 

Aquí vemos que, en primer lugar, Dios quiere que prosperes financieramente. También quiere que estés sano y fuerte, en tu cuerpo físico y en tu espíritu. Ahora, debes saber que cuando le das algo Señor, como tu tiempo, recursos, etc., Él nunca te devuelve solo la cantidad que siembras, sino mucho más en abundancia.

Puedes contar cuántas semillas hay en una manzana, pero no puedes contar cuántas manzanas hay en una semilla. Del mismo modo, puedes esperar una gran cosecha de bendiciones del Señor cuando eliges sembrar una semilla o das algo al Señor ¡Prepárate para una sobreabundancia de provisión!

Además, 2 Corintios nos dice:

“Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9)

El contexto de este versículo se trata de dar financieramente para bendecir a otros. Entonces, la palabra “rico” aquí se refiere a nuestras finanzas. Nuestro Señor Jesús, que era rico, se hizo pobre en la cruz para que nosotros, a través de Su pobreza, pudiéramos hacernos ricos hoy y podamos prosperar en cada área de nuestras vidas.

Cuando participas de la Cena del Señor recibes de tu Melquisedec la prosperidad para cada área de tu vida 

Hay un misterio detrás del sacerdocio de Melquisedec y la multitud de bendiciones que trae esta revelación. Esto es lo que el escritor de los hebreos habla acerca de Jesús:

“Y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec. Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido” (Hebreos 5:10-12)

En los tiempos del Antiguo Pacto, todo dependía del sumo sacerdote. Como le iba al sumo sacerdote, así le iba a la nación. Y aquí lo primero que vemos es que Jesús fue declarado nuestro “Sumo Sacerdote”. Hoy, Dios mira a tu Sumo Sacerdote, Jesús, para ver lo bueno que eres. En otras palabras, Su juicio y valoración de ti se basan en Jesús. Como Jesús es, así somos nosotros en este mundo. Como Jesús es santo y sin mancha a los ojos del Padre, así somos nosotros en este mundo. ¡Aleluya!

Melquisedec era el sumo sacerdote de ese tiempo, y también era rey. Pero Jesús es nuestro Sumo Sacerdote de la misma manera que Melquisedec era un sumo sacerdote. Esto es diferente a los sumos sacerdotes en el sacerdocio levítico. Bajo el sacerdocio levítico, eres bendecido cuando obedeces y maldecido cuando desobedeces. Bajo el sacerdocio de Melquisedec, todo se trata de bendición tras bendición tras bendición, independientemente de si has hecho bien o mal. Jesús siempre está dispuesto a bendecirte, no a maldecirte.

Cuando el escritor de Hebreos escribió que Jesús era nuestro Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec, le resultó difícil explicarlo porque su audiencia hebrea en ese entonces eran “tardos para oír”. Nosotros, como creyentes, no queremos ser tardos para oír, queremos abrir nuestros oídos a las verdades espirituales que traen bendiciones.

¿Quién es Melquisedec?

Melquisedec aparece solo en unos pocos versículos del Antiguo Testamento. En Génesis 14, él conoce a Abraham cuando Abraham se encuentra en un punto bajo en su vida. Abraham y sus hombres acababan de regresar del extremo norte de Israel después de perseguir a cuatro reyes y sus ejércitos que habían secuestrado a su sobrino Lot. Dios le había dado a Abraham la victoria sobre estos cuatro reyes, pero después de la batalla, Abraham estaba cansado. Después de su arduo viaje, llegó a Jerusalén.

Allí, Melquisedec, el sumo sacerdote y rey ​​de Salem (El nombre antiguo de Jerusalén), se encontró con Abraham y le trajo pan y vino para refrescarlo.

“Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino” (Génesis 14:18) 

El nombre “Melquisedec” significa “Rey de justicia” en hebreo. Melquisedec era el rey de Salem en ese momento, y “Salem” es el nombre antiguo de Jerusalén. La palabra “Salem” es la palabra “shalom” en hebreo, que significa plenitud, salud en cada área de tu vida, y bienestar. Este Melquisedec, cuando se encuentra con Abraham le da pan y vino. Estas son imágenes de los elementos de la santa Comunión, la Cena del Señor. El pan y el vino representan el sacrificio de Jesús por nosotros en la cruz.

El pan se hace machacándolo, amasándolo y luego horneándolo en el fuego. Esta es una imagen de Jesús siendo azotado y golpeado, y finalmente soportando el fuego del juicio por nuestros pecados en la cruz. Así es como Jesús se convirtió en el pan de vida para nosotros y nuestras familias. El vino se elabora pisoteando las uvas, y luego se guarda en un lugar oscuro. Esta es una imagen de Jesús siendo pisoteado y convirtiéndose en el vino de nuestras vidas.

Estos elementos del pan y el vino nos han sido dados para nuestro beneficio. El Señor nos invita a participar de Él mismo y, mientras lo hacemos, a hacerlo en memoria de Él. Durante la época de la Iglesia Primitiva, la gente iba de casa en casa y participaba de la Cena del Señor. Cuando Abraham estaba cansado y necesitaba descanso físico, Melquisedec le trajo el pan y el vino para refrescarlo.

La Pascua 

Otra imagen de la santa Comunión en el Antiguo Testamento es la cena de Pascua. En Éxodo 12, cuando se instituyó la Pascua, cada casa de Israel sacrificó un cordero; aplicaron la sangre del cordero en los postes de sus puertas y comieron el cordero asado en sus casas (una imagen de la sangre derramada y el cuerpo quebrantado de Jesús). Cuando el ángel de la muerte vino como una plaga sobre Egipto debido a que faraón se negó a dejar ir al pueblo de Dios, a todos los egipcios les fue quitado su hijo primogénito, pero solo hubo paz y seguridad en las casas de los israelitas.

“Los sacó con plata y oro; Y no hubo en sus tribus enfermo” (Salmos 105:37) 

Después de que los israelitas comieron del cordero asado (que representa el cuerpo partido de Jesús), entre ellos no hubo ninguno que estuviera enfermo o débil, sino que todos salieron de Egipto sanos y fuertes. Los hijos de Israel también salieron de Egipto con botín de plata y oro, que habla de abundante provisión.

Si el cordero pascual, una sombra del sacrificio del Señor, pudo hacer eso por los israelitas (protegerlos y darles salud), ¡cuánto más la sustancia, la santa Comunión, puede hacer por nosotros hoy!

Por tanto, cada vez que participes de la Comunión, mira a Jesús, tu Melquisedec celestial, trayéndote el pan y el vino. Así es como participar de la Comunión no se convertirá en un ritual. No se trata de que tú traigas los elementos, sino de que el Señor te los está brindando y encontrándose contigo en el momento justo de tu necesidad. La santa cena se convierte en un tiempo de comunión, un tiempo de unión, de amor y de recibir directamente lo que necesitas de Él. ¡Aleluya!

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