//Pr. Williams Sagarvinaga\\
Si preguntamos a cualquier persona en la calle qué significa ser un pecador, indudablemente respondería que un pecador es aquella persona que comete pecado. Esto parece obvio, pero no es la definición bíblica. Es evidente que cometemos pecados, pero no somos pecadores por ello, somos pecadores porque heredamos el pecado de Adán.
“Porque, así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” (Romanos 5:19)
La Biblia dice claramente que nos volvemos pecadores por causa del pecado de un solo hombre. No eres pecador por causa de tus propios pecados, a pesar de que los tengas, lo eres porque has heredado la naturaleza de Adán. Esto te puede sonar injusto, ya que no parece ser razonable ser condenado por el pecado de otro hombre, pero Dios muestra su justicia haciéndonos justos por causa de la obediencia de un solo hombre, te volviste justo por causa de la obediencia de Cristo. Del mismo modo que has heredado el pecado de Adán, ahora has heredado la justicia de Cristo.
Lo que el primer Adán hizo fue tan poderoso que no lo puedes deshacer con tus propias obras, debes entender que tus buenas obras no pueden cambiar tu condición de pecador. El mismo principio continúa vigente después de haber recibido la justicia de Cristo, cuando la recibimos dejamos de ser pecadores. Todavía estamos sujetos al pecado y podemos pecar, pero ya no somos pecadores.
Nunca juzgues tu posición por tu comportamiento, juzga tu comportamiento basado en tu posición. Esto no es un tipo de permiso para pecar, primero porque la fuerza del pecado no es la gracia, sino la ley (1Corintios 15:56) y segundo porque el pecado ya no tiene dominio sobre los que están debajo de la gracia.
“Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14)
¿Quién es justo?
¿Quiénes son los justos del Nuevo Testamento? No son los que se esfuerzan por obedecer los mandamientos de la ley, sino los que han recibido el don de la justicia. La justicia en el Nuevo Pacto es un don que recibimos de Dios, no viene de nuestras obras, sino de la fe.
“Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia” (Romanos 5:17)
Nuestra justicia es un don de Dios. Fuiste hecho tan justo como Jesús, pero no por medio de tu comportamiento, sino por la fe en Él y en su obra consumada en la cruz. Tu derecho de ser justo fue comprado por la sangre de Jesús, pero muchos creyentes todavía viven debajo de condenación y acusación. No podemos vivir una vida abundante si siempre sentimos condenación y acusación en nuestra mente.
¿Cómo recibimos el don de la justicia?
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21)
Muchos creyentes viven bajo condenación y derrota porque piensan que su justicia depende de su buen comportamiento. Cuando se portan bien piensan que son justos, pero cuando se comportan mal, presumen que perdieron la justicia. Pero la verdad es que, de acuerdo al Nuevo Pacto, nuestra justicia es Cristo. Esto no depende de mí comportamiento ya que soy justo porque la justicia de Cristo me fue transferida ¿Y cuándo caigo en pecado? la respuesta es simple. El Espíritu Santo es la justicia de Dios en ti, y si no ha dejado de habitar en ti, tampoco has dejado de ser justo.
¿Cómo pudo suceder esto? Jesús era la justicia de Dios, pero el hombre está lleno de pecado, corrupción y rebeldía. ¿Cómo puede este hombre llegar a Dios? En la cruz el Señor Jesús se volvió lo que yo era, asumiendo mi culpa y volviéndose pecado en mi lugar. ¿Por qué lo hizo? Para que, por la fe, yo fuera hecho justicia de Dios. Hoy, cuando creemos en Cristo sucede un gran intercambio, recibimos la justicia de Cristo porque Él ya llevó nuestros pecados y podemos acercarnos a su presencia sin ninguna condenación o sentimiento de culpa, como si nunca hubiéramos pecado.
El gran intercambio del Calvario
En el Calvario sucedió un gran intercambio: Cristo se volvió lo que yo era para que yo sea lo que Él es. Él tomó mi lugar en la cruz para que hoy ocupe su lugar en la gloria. Este gran intercambio del Calvario hace con que Dios te trate como si fueras Cristo. Estas unido a Él, su posición es la tuya y cuando te acercas a Dios, Cristo se acerca junto contigo. Nos colocó en Cristo. Ahora, en Cristo disfrutamos del cielo que está abierto sobre él.
Debemos entender que Dios se relaciona con nosotros con base en el representante. Este es un principio presente en toda la Palabra de Dios, nadie puede acercarse a Dios directamente, todos necesitan un representante. Por eso Jesús dijo que nadie va al Padre sino por Él (Juan 14:6), Él es nuestro sumo sacerdote.
Ese mismo principio vemos desde el principio con Adán, por su desobediencia, ahora todos son pecadores. El triunfo de David frente a Goliat fue el triunfo de todo el pueblo. La aceptación del Sumo Sacerdote en el día de la expiación era la aceptación de toda una nación.
Por tanto, hoy Dios no tiene otra alternativa a no ser perdonarnos. Dios es bueno, pero no nos perdona por causa de su bondad; Dios es misericordioso, pero la base del perdón no es su misericordia, Dios nos perdona con base en su fidelidad y justicia.
Las cláusulas del Nuevo Pacto – Hebreos 8:7-12
En este pasaje el propio Dios dice que el Antiguo Pacto tenía defecto. Dios encontró defecto en un sistema perfecto porque su pueblo era imperfecto. Ahora Dios hace un nuevo pacto en el que Él mismo cumplirá todas las cláusulas y en el cual no hay mención de alguna condición impuesta a su pueblo.
- Pondré mis leyes en su mente
En primer lugar, Dios dice que va a escribir sus leyes en nuestro corazón. Me gustaría poder colocar dentro de mi hijo el deseo de comer brócoli, pero no tengo ese poder. Sin embargo, Dios puede y es exactamente eso lo que hizo; colocó su ley dentro de nosotros. Hoy, tenemos en nuestro corazón el deseo de hacer su voluntad. El Antiguo Pacto es: “Amarás al Señor tu Dios”, pero el Nuevo Pacto es: “Nosotros lo amamos porque Él nos amó primero”. Hoy, nuestro amor es una respuesta a su amor por nosotros (1 Juan 4:19).
- Seré a ellos por Dios y ellos me serán a mí por pueblo
La segunda cláusula del Nuevo Pacto es: “seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo”. Esta es una afirmación poderosa puesto que, si estamos enfermos, Él será nuestro Dios y tendremos cura; si estamos en necesidad, Él será nuestro Dios y tendremos plena provisión.
Cuando el ángel vino a anunciar el nacimiento del Señor, dijo que su nombre sería “Salvador”, literalmente “Yeshua”, Jesús no vino para enseñarnos un camino para ser salvos, vino para salvarnos, Él es nuestra propia salvación. Siempre asociamos la salvación al hecho de ser salvos del infierno y de la condenación, pero la palabra salvación es sozo y significa mucho más que esto. Podemos ser salvos de la enfermedad, de una vida en la pobreza y, por supuesto, de un matrimonio infeliz.
- Todos me conocerán
La tercera cláusula es: “todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos”. El conocimiento de Dios hoy es intuitivo dentro de nosotros. Podemos tener comunión con Él en nuestro espíritu sin importar si somos niños o ancianos, cultos o iletrados, todos pueden conocer a Dios.
- Nunca más me acordaré de sus pecados
Finalmente, en la última cláusula del Nuevo Pacto el Señor dice: “Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”. Esta es la cláusula que hace que las demás sean posibles. En el Antiguo Pacto, los sacrificios de sangre de animales cubrían los pecados de los hijos de Israel durante un año solamente, es proceso se tenía que repetir a cada año (Hebreos 10:3). Pero ahora la sangre de Jesús retiró los pecados (pasados, presentes y futuros) de los creyentes, completa y perfectamente, de una vez por todas (Hebreos 10:11-12).
¿Cuál es la parte del hombre en el Nuevo Pacto?
No tiene que hacer nada, apenas debe creer, el justo vive por la fe ¿Por qué muchos no logran creer que la ley fue escrita en nuestro corazón? ¿Por qué no logran creer que Dios es su Dios en medio de la necesidad? ¿Por qué piensan que no pueden conocer al Señor? Todo esto es porque no creen que el Señor ya olvidó sus pecados.
Nuestra expectativa no está basada en algo vago ni en algún tipo de salto al vacío, está basada en la fidelidad de Dios en el pacto, el Señor se comprometió a darnos un gran futuro por causa del Nuevo Pacto.
“Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí” (Jeremías 32:40)