Una comida llena de gracia

//Pr. Luis A. Núñez\\

“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer;   mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17)  

Ya explicamos en alguna oportunidad que esta muerte se refiere a la separación del hombre de Dios, de la vida de Dios; concecuencia de esto el hombre ya no tendría comunión con Dios y por lo tanto se tornaría en un ser natural.

Hay un dicho que dice que tú eres lo que comes y está basado en el principio de que todos los nutrientes de todo lo que comes pasan a ser parte de ti; esa es la razón por la que cuando uno se manda a hacer un análisis de sangre tiene que ser efectuado en ayunas, para no alterar los valores. A través de ese principio muchas cosas en la Biblia están relacionadas al comer.

Aquí en Génesis vemos que la caída del hombre se dio cuando comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, hemos dicho que este árbol representa una vida lejos de Dios, una vida basada en el conocimiento natural de las cosas, una vida dirigida por el propio entendimiento, donde ya no interviene Dios; el hombre hizo parte de si esta naturaleza y esclavitud a través del comer, desde entonces vivió de manera independiente y lejana de Dios, se volvió un ser natural. Después toda propuesta de Dios, toda Palabra de Dios, ya no era más su fuente de dirección, definió el destino de su vida a través de su razón, de su lógica, esa es la naturaleza del hombre. 

“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14)

El hombre natural (Sensual, es decir, dirigido por sus sentidos) no percibe (No toma, no recibe, no acepta) las cosas que son del Espíritu, porque solo se pueden discernir espiritualmente, pero ¿cuándo acaba esta condición? ¿cuándo es que tú y yo cambiamos de naturaleza? la respuesta contundente es: cuando comimos de Cristo y ¿cuándo es que comimos de Cristo? Cuando creímos en Él, esto es comer del Árbol de la vida.

“De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente” (Juan 6:47-58)

Ese pan de vida, que es Cristo, pasó a ser parte de nuestro ser, paso a ser nuestra vida, por eso tenemos una naturaleza celestial, por eso ahora podemos ser guiados por el Espíritu. 

“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Romanos 8:14)

Observen como esta naturaleza caida del hombre se manifestó una vez más en el desierto, ellos rechazaron el pan del cielo y querían codornices. 

“Y venida la tarde, subieron codornices que cubrieron el campamento; y por la mañana descendió rocío en derredor del campamento” (Éxodo 16:13)

La Biblia no es clara respecto a cómo tomaron estas aves, a diferencia del maná aue si estaba para ser recogido, solo dice que cubrieron el campamento. Si estaban volando, probablemente no fue nada fácil atrapar estas codornices; nota que más adelante, en Números 11, se nos muestra que ellos lloraban por carne y Dios hizo esta vez que las aves cayeran al piso por millares, de manera que ellos las recogían, por montones.

Estas aves representan el deseo del hombre por conseguir algo en su esfuerzo, en su lógica, en su razón; diferente a recoger lo que desciende del cielo, una expresión de fe, de dependencia y confianza en Dios. Es así que cuando el pueblo de Israel estaba en el desierto, Dios le dio pan del cielo para que coma, este pan era la representación de Cristo. Esta revelación la dió el propio Señor Jesús a los judíos, les dijo que si comieran de su carne y bebieran de su sangre tendrían vida eterna; por supuesto, ellos se escandalizaron porque no entendían.

“Y apartarás el pecho de la ofrenda mecida, y la espaldilla de la ofrenda elevada, lo que fue mecido y lo que fue elevado del carnero de las consagraciones de Aarón y de sus hijos” (Éxodo 29:27)

El sacerdote podía comer de la ofrenda mecida y alzada, que era la representación de la cruz de Cristo, pues el pecho apunta al corazón, al amor y la espaldilla, que representa la parte fuerte,  habla del poder; es decir, los sacerdotes de este tiempo (Tú y yo) podemos comer y a través de esto hacemos parte de nosotros al amor (gracia) y al poder de la obra de Cristo en la cruz. Por eso debemos constantemente hablar lo que creemos, alimentarnos de su amor y de su poder. Son las dos cosas que necesitas para fortalecer tu espíritu, su amor y su poder. Pablo dice en 2 Corintios 4:13:

“Y por lo tanto tenemos el mismo espíritu de fe, como está escrito: creo; Por eso lo dije. Nosotros creemos también; por eso también hablamos”

Necesitamos hablar palabras de bendición sobre nuestros hijos, nuestra familia y nuestras circunstancias. Etimológicamente la palabra bendición viene de bien decir o decir bien, por lo tanto, maldecir viene de decir mal. Necesitamos sembrar palabras de fe (Por eso el Señor compara la palabra con semilla que produce, en la parábola del buen sembrador). Declara en todo momento que eres amado y en toda adversidad declara que Él es tu fuerza.

Las palabras de fe tienen poder

El Señor Jesús le habló a la higuera y se secó, le habló a los demonios y fueron expulsados, le habló al mar y se calmó. Él hablaba con cosas inanimadas y expresaba autoridad sobre los demonios, también nosotros necesitamos hablar a nuestras circunstancias y a un mundo espiritual con autoridad. Cuando hablamos, nuestra fe se libera y las circunstancias cambian.

Cuando el diablo dice que morirás, puedes responder con autoridad que vivirás. Tu palabra prevalece porque tú eres un sacerdote y fuiste constituido para definir decretos. ¿Por qué? porque esa posición y poder lo consiguió Cristo para nosotros (Colosenses 2:13-15). Todo lo que somos y tenemos es Él quien lo consiguió por nosotros. El problema ocurre cuando el sacerdote está en silencio, entonces solo se escucha la palabra del enemigo. Necesitamos ejercer nuestro sacerdocio hablando y declarando la voluntad de Dios.

Nuestra fe se libera a través de nuestras palabras. Pablo dice en 2 Corintios 4:13 “Y por lo tanto tenemos el mismo espíritu de fe, como está escrito: creo; Por eso lo dije. Nosotros creemos también; por eso también hablamos”. Tenemos ese mismo espíritu de fe. Debemos creer que tenemos la posición de reyes sacerdotales y que cuando liberamos la palabra, el poder de Dios se manifiesta. A este espíritu de fe también se le llama espíritu de profecía, por eso con autoridad podemos expresar, en ese mismo espíritu que Pablo tenía lo que está en los versículos anteriores.

“… que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos” (2 Corintios 4:8-9)

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