//Pr. Eliud Cervantes\\
Es interesante que justo cuando crees que entiendes el amor y el perdón de Dios, Él te sorprende y una vez más te encuentras asombrado por Su bondad sobre tu vida. La palabra del Señor dice en Isaías 55:9 lo siguiente:
“Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:9)
En éste versículo, Dios está comprando nuestros caminos y Sus caminos, nuestros pensamiento y Sus pensamientos, y el contexto de estos versículos nos hablan de abandonar nuestros pensamientos duros hacia Dios, pensamientos de que Él no es misericordioso. Pero mira lo que dice el contexto:
“Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:7)
Aquí podemos ver que está hablando del perdón de nuestro Dios, y vemos que el Él perdona ampliamente. Pero, ¿Cómo puede perdonar nuestro Dios ampliamente o libremente? Por causa de Jesús, quien tomó todo nuestro juicio y castigo. Ahora a través de su sangre, Dios tiene un fundamente justo para perdonarnos.
Jesús, Dios hecho carne, consideró tan importante que tanto los pecadores como los fariseos vieran cuánto los amaba Dios a través de su estilo de perdón. A través de la forma en que Él perdona. En Lucas 15, cuando los pecadores y los fariseos se reunieron con Jesús, Él les dijo las 3 famosas parábolas que revela un aspecto diferente de Dios:
- La oveja perdida, a Jesús el Buen Pastor.
- La moneda perdida, al Espíritu Santo, y
- El hijo prodigo, a Dios el Padre.
La oveja perdida
“¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso” (Lucas 15:4-5)
No tiene sentido que ningún pastor deje 99 ovejas para encontrar 1 que se perdió. Jesús es el único pastor que haría eso. Jesús no solo te busca a ti, te busca hasta que te encuentra. Él no se detendrá hasta encontrarte. Cuando fuiste salvo, Dios fue quien te encontró. No lo encontraste.
Todavía, el pastor podría haber regañado, castigado a las ovejas; pero no lo hizo. El pastor pudo haber puesto la oveja sobre sus hombros de mala gana o con enojo, pero lo hizo “gozoso”. Ese es el estilo de Jesús. Ese es el estilo de nuestro Buen Pastor.
La moneda perdida
“¿O qué mujer que tiene diez dracmas (plata), si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?” (Lucas 15:8)
La mujer buscó con cuidado. Ella buscó diligentemente. Ella puso su corazón y alma en ello. Ella no buscó descuidadamente.
El hijo perdido
“Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó” (Lucas 15:20)
El padre lo vio desde muy lejos: Para que el padre haya visto a su hijo desde muy lejos, debe haber estado pendiente de él. Dios siempre te está buscando. Él siempre está escaneando el horizonte para ti.
El padre corrió: El padre probablemente era un anciano. Para correr, habría tenido que levantarse la túnica. Dejó a un lado su dignidad de padre por el bien de su amor de padre.
El padre podría haber esperado a que su hijo regresara arrastrándose hacia él. Podría haber esperado a que se disculpara y pidiera perdón antes de siquiera mirarlo. Podría haberlo perdonado de una manera fría. Podría haberlo aceptado en casa con frialdad y de mala gana, pero ese tipo de perdón no satisface el corazón de Dios. Él no es así.
Corrió hacia su hijo, sin siquiera esperar a que llegara a la puerta. La forma en que pensamos en el perdón no es la forma en que Dios lo piensa. ¡Nuestro pensamiento es demasiado pequeño!
El padre lo abrazó: El padre se echó sobre el cuello de su hijo, abrazándolo. La palabra “abrazó” en griego es “epipiptō ”, y es la misma palabra que se usa en Hechos 10:44 cuando “el Espíritu Santo cayó sobre sobre todos los que oían la palabra” del perdón de los pecados que predicaba Pedro. Cuando oímos predicar sobre el perdón de los pecados, cuando oímos gracia, al Espíritu Santo le encanta. Él viene y nos abraza en la totalidad.
Lo besó: El padre no solo lo besó una vez, ese beso en el original es un beso fervientemente. ¡El padre besó a su hijo una y otra y otra y otra vez! ¿Ves el corazón de Dios? ¿Ves el corazón de tu Padre?
A pesar de que el hijo exigió su herencia, esencialmente diciendo: “Muérete, padre”, el padre todavía lo aceptó. Y no solo lo aceptó de vuelta, sino que le prodigó su amor. ¿Podemos entender tal amor? Nuestros pensamientos no pueden alcanzar los pensamientos de Dios. Son demasiado altos para nosotros.
“Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies” (Lucas 15:21-22)
El padre ignoró las palabras de su hijo. Simplemente mandó que su hijo se vistiera como un hijo debe: con la mejor túnica, con un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Él no dijo: “Tú volverás a ser mi hijo si te redimes. Estás en libertad condicional durante 3 meses”. Eso todavía sería perdonar a su hijo. Pero esos pensamientos no son los pensamientos del padre. El corazón de Dios fluye como un diluvio torrencial.
Cuando Jesús murió por el perdón de nuestros pecados, Dios rasgó el velo del templo en dos, de arriba abajo. ¿Por qué?
“Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron” (Mateo 27:50-51)
Dios no rasgó el velo para que pudiéramos entrar en Su presencia. ¡Él rasgó el velo para poder salir del Lugar Santísimo y entrar en nuestras vidas! Antes de que Jesús muriera, Dios nunca podría salir del Lugar Santísimo porque Su santidad habría matado a la humanidad, pero, una vez que la sangre de Jesús quitó nuestros pecados, Dios rasgó el velo, corrió hacia nosotros y dijo: Bienvenido a casa.
La sangre de Jesús ha quitado nuestros pecados totalmente y nos ha lavado más blancos que la nieve. Es cuando la gente no entiende el perdón de Dios que siguen pecando. Jesús mismo dijo que aquellos que se saben perdonados mucho lo amarán mucho (Lucas 7:47) y amar a Dios es el mayor mandamiento cumplido (Mateo 22:37).
Por tanto, confía y cree en Su perdón y amor por ti todos los días de tu vida.