//Pr. Luis A. Núñez\\
Las consecuencias de la justicia propia
“Cuando oyeron la voz del Señor Dios, que andaba en el jardín, se escondieron de la presencia del Señor Dios, tanto el hombre y su mujer, entre los árboles del jardín. Y llamó el Señor Dios al hombre y le preguntó: ¿Dónde estás? Él respondió: Oí tu voz en el jardín, y porque estaba desnudo, tuve miedo, y me escondí. Le preguntó Dios: ¿Quién te hizo saber que estabas desnudo? ¿Comiste del árbol que te he mandado que no comieras? Entonces, dijo el hombre: La mujer que me diste por esposa, ella me dio del árbol, y yo comí” (Génesis 3:8-12)
Tú sabes que la justicia propia anula la gracia de Dios, es simple, vivimos en la justicia propia o en la gracia de Dios. La opción por una de ellas anula la otra, es como luz y tinieblas.
- Mirándose a sí mismo
La Biblia no dice cuánto tiempo vivió el hombre en el Edén sin comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, pero en todo ese tiempo, tenga la duración que sea, el hombre nunca quedó mirándose a sí mismo. Había muchas cosas para que él observe, para que se alimente y para que sea edificado.
Todas las veces que estamos bajo la influencia de la justicia propia, el foco somos nosotros mismos, olvidamos lo que sucede a nuestro alrededor y en lo que estamos involucrados y solo tenemos ojos para nosotros mismos, ya sea para condenarnos o para hacernos auto suficientes.
- Esconderse
Un ejemplo de esto es Pedro, quien le dijo al Señor “aléjate porque soy pecador”, es decir, él se vio a sí mismo como pecador, pero luego cuando aprendió a ver el amor de Jesús, quien a pesar de haber sido negado le mandó un encargo: “dile a los discípulos y a Pedro que quiero verlos”, entonces se lanzó hacia el Señor.
Es el segundo signo de la manifestación de la justicia propia: esconderse. En el Edén, cuando Adán se enfocó en sí mismo, sucedió algo muy malo, no le gustó lo que vio, percibió que estaba desnudo. Como ya hemos citado, desnudez en la Palabra de Dios apunta a muchas cosas, entre ellas, debilidades. Adán se dio cuenta de que no era perfecto. Él vio que había una diferencia abismal entre él y el Señor, Dios era perfecto y él era imperfecto.
La justicia propia nos aleja de Dios, la gracia nos lanza en sus brazos.
- Miedo
Adán tenía miedo de Dios, Él pensaba que el Señor le castigaría por estar desnudo, pero Dios siempre estuvo con él y siempre vio que estaba desnudo y nunca había hecho nada contra él ¿Por qué lo haría ahora? Como ya dije, era un sentimiento ilógico. Adán no tuvo miedo por haber hecho lo que Dios le dijo que no hiciera, pero si tuvo miedo por darse cuenta de que estaba desnudo. La justicia propia saca la lógica de las cosas, bajo la influencia de la justicia propia estoy enfocado en mí mismo, sólo consigo verme. Este enfoque solo en mí, obstaculiza enormemente que vea las cosas como son de verdad.
Condenación
Vimos que, en primera instancia, hay tres consecuencias que la justicia propia produce en nuestras vidas, que evidencian la condenación. No fue Dios quien condenó al hombre, pero su propia justicia lo hizo. Dios hasta entonces, no había dicho nada. Todo esto sucedió solamente entre Adán y él mismo. De una hora a otra, de la nada, el trabajo perdió la gracia, la familia ahora era una enemiga y Dios pasó a ser un ser temido, a esto se llama condenación. Cada vez que sentimos condenación ya sabemos quién está actuando. Si siente condenación, deténgase inmediatamente, expulse ese sentimiento y salte al barco de la gracia de Dios, que la condenación se vaya inmediatamente. La gracia del Señor es el lugar de descanso. La condenación es el lugar del cansancio ¿Está cansado? Es porque la justicia propia está dominando su vida. renuncia y salta a los brazos del Padre. Lo que Él tiene que ofrecerte es pura gracia, alégrese, Él te ama.
La justicia propia no te permite disfrutar de tu familia, porque crees que mereces otra cosa. Muchos problemas en el hogar son el resultado de la justicia propia, porque quien solo se mira a sí mismo, también mira los errores de los demás.La conversión a Jesús mata la justicia propia
“Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos” (Filipenses 3:4-11)
Ante todo, vamos a entender el proceso de la conversión y el afirmarse en ella. Para que haya conversión y la afirmación en ella es necesario que dos experiencias sucedan en nuestra vida:
Ver la justicia divina como algo superior a la justicia que vivimos. Entender cuánto Dios nos ama. Sin estas dos cosas, el proceso de alguien que desee entregar su vida al Señor y ser salvo no sucederá.
La justicia de Dios es algo superior a la justicia que vivimos
La primera experiencia es ver que la justicia de Dios es superior a la nuestra. La vida que el Señor vive está en un nivel altísimo, sobre todo si se considera el nivel en el que vive el ser humano. Nadie se convertirá mientras crea que su propia vida es óptima. Ya he escuchado varias veces tonterías del tipo: “No necesito a Dios”. Esas personas creen que llevan una vida maravillosa y por eso no necesitan de Dios. En otras palabras, creen que la vida de Dios no es mejor que la vida que ellas mismas viven. ¿Cómo Dios puede ofrecer a esas personas una nueva vida, si ellas no reconocen que la vida de Dios es mejor? No es posible. Si no hay percepción de la justicia de Dios, de que la vida de Dios es mejor, no hay conversión.
Reafirmar la conversión es mantenernos lejos de la justicia propia
“Por tanto, ya no soy yo quien vive, pero Cristo vive en mí; y ese vivir que ahora tengo en la carne, vivo por la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a mí mismo por mí” (Gálatas 2:20-21a)“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí, y yo, para el mundo. Porque ni la circuncisión es cosa alguna, ni la incircuncisión, sino el ser nueva criatura. Y a todos los que caminen de conformidad con esta regla, paz y misericordia sean sobre ellos y sobre el Israel de Dios” (Gálatas 6:14-16)
¿Cuál es la puerta que insiste en abrirse en nuestras vidas? La puerta de la justicia propia. Déjeme darte algunos ejemplos de esto: Piensa en alguien que pierde su empleo y que luego comienza a pensar que Dios le dará un empleo mejor. El tiempo pasa y el mejor empleo no llega y para colmo de males, las necesidades financieras aumentan. En ese punto el diablo lanza la flecha, la flecha dice que perdió el empleo y no encuentra otro porque hizo algo malo. La condenación empieza a producirse en ese momento, entonces empieza a vivir condicionado por ese supuesto error o equivocación, pero lo curioso es que no entiende qué fue lo que hizo y eso porque simplemente no hizo nada malo. En ese punto ya se siente confundido, porque el diablo logró entrar y activar la justicia propia en su carne ¿Qué es la justicia propia en este caso? Es pensar que la bendición del empleo tiene que ver con la conducta que tiene, si es buena, tendrá el empleo y si no, perderá el empleo. ¿Cómo resolver algo así? A través de Jesús. Nosotros vivimos en Él, por Él y para Él (Romanos 11:36). Si el fracaso ocurre, puede estar seguro de que la carrera de la persona se reanuda y continua hacia adelante ¡Todo en la gracia de Dios es bendición para nosotros!