Creciendo en el espíritu de filiación (Parte I)

//Pr. Eliud Cervantes\\

Hace unas reuniones atrás hablamos sobre la importancia de vernos como hijos de Dios y vivir en el Espíritu de filiación. Vimos que ser discípulo es ser alguien que aprende y estudia de la gracia de Dios. A medida que continuamos siendo estudiantes de Su gracia, las verdades que aprendamos nos harán libres. Pero necesitamos establecernos en la verdad de que somos hijos de Dios en primer lugar y no sólo discípulos, y crecer en esa filiación. 

Ten cercanía e intimidad con Jesús 

“Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1 Corintios 4:15) 

El apóstol Pablo enfatiza en la paternidad y la filiación. Puedes ser estudiante de un rabino pero no estar cerca del rabino. Pero cuando eres hijo del Padre, hay un sentido de ser amado y un sentido de intimidad.

Puedes ser un discípulo y no tener intimidad con el corazón y los pensamientos del Señor. Vemos esto cuando Felipe le pidió al Señor que les mostrara (a los discípulos) al Padre a pesar de que ya habían visto el corazón del Padre a través de las palabras y obras de Jesús. Aunque los doce discípulos de Jesús caminaban con Él diariamente, tenían familiaridad pero no intimidad con Él.

“Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (Juan 14:8-9) 

Sin embargo, había algunos otros que tenían intimidad con Jesús a pesar de que no habían pasado tiempo con Jesús como lo hicieron Sus discípulos. Un ejemplo sería el centurión romano en Mateo 8. El centurión romano tenía un sirviente que estaba paralítico y fue a Jesús sabiendo que Jesús podría sanar a su sirviente solo con sus palabras. Su acto de fe conmovió profundamente al Señor y su siervo fue sanado. Aunque el centurión era gentil, el Espíritu Santo le reveló el corazón de Jesús. La intimidad con Jesús lleva a tener fe, lo que lleva a recibir tu milagro. 

“Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe” (Mateo 8:10) 

Ven a Jesús como eres y recibe gratuitamente sus bendiciones 

La mujer sirofenicia en Mateo 15 es otro ejemplo de un gentil que tuvo intimidad con Jesús. Esta mujer fue al Señor por la liberación de su hija que estaba poseída por un demonio. El Señor primero guardó silencio porque todavía no era tiempo para que los gentiles recibieran de Él. Mientras la mujer seguía clamando a Jesús, Él respondió:

“Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos” (Mateo 15:26) 

Los perrillos son pequeños cachorros y pertenecen a la casa. El “pan de los hijos” se refiere a la curación. Aunque todavía no era tiempo para que los gentiles recibieran de Él, el Señor le dio a esta mujer una manera de hacerlo.

“…¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí!” (Mateo 15:22) 

Cuando la mujer se acercó al Señor por primera vez, lo llamó “Hijo de David”. Este era un título usado sólo por los judíos. Al llamar a Jesús por este nombre, se estaba haciendo pasar por judía. Cuando pretendemos ser quienes no somos, no podemos recibir del Señor. En respuesta a su hipocresía, el Señor le dijo que no estaba bien tomar el pan de los hijos para que supiera que Él sabe la verdad acerca de ella.

Entonces la mujer se arrepintió y llamó a Jesús “Señor”. Y ella dijo:

“Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.  Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora”              (Mateo 15:27-28) 

El Espíritu Santo le dio a esta mujer intimidad con Jesús y Su corazón. Que esta mujer dijera que hasta las migajas podían sanar a su hija significaba que ella vio el corazón de Jesús. Vio que Jesús la amaba y amaba a su hija. Ella vio que Jesús le estaba abriendo camino a pesar de que no era hora de que los gentiles la recibieran.

¡Hoy podemos recibir del Señor porque somos hijos de Dios! No nos sentamos debajo de la mesa sino en la mesa. Todos podemos participar del pan de los hijos. ¡La curación nos pertenece!

¡Aprópiate de tu identidad como hijo de Dios! 

“Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1 Corintios 4:15)

Muchos de los corintios entendieron el concepto de una relación Rabino-estudiante pero no entendieron el concepto de una relación Padre-hijo.

La mayoría de nuestros problemas provienen de tener un espíritu huérfano. Tenemos un Padre celestial, pero vivimos pensando que no somos cuidados, vigilados, amados. Mucha gente sufre de este espíritu huérfano. Por eso Jesús vino a revelar el nombre “Padre”. Esto se demuestra a través de nuestros líderes, quienes deben ser nuestros padres espirituales.

El Espíritu Santo cambió la palabra “discípulos” a “cristianos”. Ya no somos solo discípulos, somos cristianos.

Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó (jrematízo-divinamente llamados) cristianos por primera vez en Antioquía” Hch 11:26 

La traducción griega de esta palabra es “jrématízo”, que significa “llamado divinamente”. Esta es la misma palabra que se usó cuando el ángel Gabriel advirtió divinamente a José que huyera de Jerusalén con el niño Jesús (Mateo 2:12). También es la misma palabra que se usó cuando el Espíritu Santo le reveló divinamente a Simeón que no vería la muerte hasta que hubiera visto al Cristo del Señor (Lucas 2:26).

Es Dios quien divinamente renombró a los discípulos “cristianos”, que significa “ungidos”. No fueron los discípulos quienes optaron por cambiarse el nombre. Las traducciones griega y hebrea de la palabra “discípulo” son “mathētēs” y “limmud” respectivamente, que se refieren a “estudiante” y “enseñar”. Esto significa que un discípulo es simplemente alguien que está aprendiendo.

Se puede ser discípulo (estudiante) y no ser cristiano. Las setenta personas que siguieron a Jesús eran discípulos, pero muchos de ellos se alejaron de Él. No podían aceptar que fue la gracia de Dios Padre lo que los atrajo a Jesús y no su propio intelecto y deseo de aprender.

Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6:66) 

Podemos ser estudiantes pero perdernos el Espíritu de filiación. Cuando creemos que ser discípulo nos hace mejores cristianos, sacrificamos nuestra condición de hijos porque así no podemos acercarnos al Padre ¡Como hijos, también somos discípulos porque somos estudiantes de Su gracia! Porque has nacido de nuevo, eres un hijo de Dios.

Preguntas para compartir:

  • ¿Cuál es la diferencia entre un discípulo y un hijo?
  • ¿Qué significa tener cercanía e intimidad con Jesús?

¿Por qué debemos apropiarnos de nuestra identidad como hijos de Dios?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio