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//Pr. Eliud Cervantes\\

Este domingo es un día muy especial, es el “Día de la madre”. Definitivamente es un día de sentimientos encontrados, más aun en tiempos como este, porque para unos es un día de felicidad por la oportunidad que tienen de honrar a sus madres y de ellas la de ser honradas; pero para otros hijos es un día de tristeza porque sus madres están distantes o incluso tal vez perdieron a sus madres y estarían dispuestos a dar lo que sea por volver en el tiempo y poder honrarlas aun en vida.
¿Por qué estás personas quisieran volver en el tiempo? Porque mientras vivían sus madres no pudieron hacerlo lo que deberían haber hecho. Tal vez pensaron que tendrían más tiempo para hacerlo, no vivieron la vida en su plenitud por creer que habría más tiempo para hacerlo. Ese es un gran problema también en la vida del cristiano: pensar que la muerte está muy distante.
Por eso, si ves la muerte solamente en tu futuro, es muy probable que estés posponiendo la vida también hasta tu futuro. A veces es necesario una condición desesperada para hacernos estar lo bastante desesperados para escoger la vida. Quisiera ver con ustedes la historia de 4 leprosos y lo que nos enseña la actitud que tuvieron.
La historia de los 4 leprosos:
“Había a la entrada de la puerta cuatro hombres leprosos, los cuales dijeron el uno al otro: ¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos? Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasemos al campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos”
(2 Reyes 7:3-4)
Para esas 4 personas ya era malo ser leproso, pero sería peor serlo en época de hambruna, y mucho más en tiempos de guerra, y más aún si estabas del lado del ejército que está perdiendo.
Y en medio de eso tomaron una decisión – normalmente las personas en circunstancia así, toman decisiones erradas producto de la desesperación – pero ellos tuvieron la agudeza mental para tomar la opción que tenía la mínima posibilidad de vida, sin embargo, esa opción también requería de ellos el mayor riesgo y valentía.
Habría sido más fácil rendirse ante la situación, maldecir a Dios por haberlos “abandonado” y darse por vencido y rendirse a la muerte; pero ellos se rindieron a la vida. ¡Aleluya!
“Se levantaron, pues, al anochecer, para ir al campamento de los sirios; y llegando a la entrada del campamento de los sirios, no había allí nadie. Porque Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de gran ejército; y se dijeron unos a otros: He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros. Y así se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus asnos, y el campamento como estaba; y habían huido para salvar sus vidas. Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una tienda y comieron y bebieron, y tomaron de allí plata y oro y vestidos, y fueron y lo escondieron; y vueltos, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron, y fueron y lo escondieron” (2 Reyes 7:5-8)
En esta historia podemos ver la revelación de cómo obra Dios en este mundo. Los leprosos fueron a rendirse a los sirios, pero Dios les estaba dando la victoria. Dios estaba haciendo lo que ellos no podían hacer. Descubrieron lo que nunca podría haberse esperado.
La palabra dice que los enemigos, en medio de su miedo, dejaron todo atrás y de repente, cuatro leprosos sin hogar y esperanza se tornaron dueños de toda esa riqueza.
Esto nos lleva a preguntarnos cuántas veces decidimos quedarnos en nuestra desesperación, en lugar que nos impulse hacia la abundancia que nos espera. Así podemos estar estos días.
Es así también con las promesas del Señor, solo la encontramos cuando decidimos cruzar las líneas enemigas de la incredulidad y nos rendimos a la vida, a sus promesas. Muchas veces culpamos a Dios por su falta de intereses, siendo que la provisión, la abundancia, la victoria está justo después de cruzar las líneas enemigas de la incredulidad.
La palabra nos dice que cuando los leprosos tomaron la plata, oro y ropas y lo escondieron para ellos mismos y se miraron unos a otros, y supieron que esa era la provisión de Dios se dieron cuenta que no era eso lo que Dios quería que hagan.
“Luego se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena
nueva y nosotros callamos; y si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey”
(2 Reyes 7:9)
Si te quedas en el lugar donde estás, morirás una muerte lenta y dolorosa, morirás de hambre y sed, pero sobre todo morirás de temor. Lo que descubrirás cuando abras la puerta es que la batalla ya ha sido peleada y vencida y hay una abundancia esperándote. Esa es la vida que Dios tiene para nosotros en medio de este tiempo a pesas de las circunstancias.
El temor, lo que estaban viviendo esos leprosos, es como una lepra que va carcomiendo nuestra alma, y nos llevará a construir fortalezas que parecen seguridad, pero en realidad es una cárcel que te impide de disfrutar de aquello que Dios tiene para ti.
Lo que este mundo necesita desesperadamente es ver que estas plenamente vivo. La pregunta es ¿decidirás vivir o te limitarás a quedarte ahí sentado hasta que la muerte te llegue?
La vida de los demás depende de ti
La historia de los leprosos nos enseña que lo que está en juego es mucho más que solo nuestra vida. La única manera que en que actuarás como si tu vida dependiera de ello es si entiendes que la vida de los demás depende de si tú actúas o no.
La historia de estos leprosos podría haber acaba mucho antes, sin embargo ellos fueron canales de bendición de millares de vidas. Ellos sabían que no había manera de que Dios proveyera tanto solamente para que ellos acumulen. No hay nada de malo en disfrutar de la abundancia que Dios nos ha dado, pero hay algo terriblemente equivocado cuando crees que todo lo que Dios te ha dado es solo para ti.
Muchos somos menos que esos leprosos porque solo estamos acumulando para nosotros, pero debemos vivir no solo como si nuestra vida dependiera de ello, sino entendiendo que la vida de los demás también dependen de ello. Cuatro leprosos, cuya mayor ambición era sobrevivir y vivir un días más se tornaron en benefactores que proporcionaron un futuro para un pueblo desesperado.
La tragedia de una vida que nunca se vive plenamente no es únicamente perder la vida, sino saber que muchas vidas habrían sido cambiadas para siempre si hubiéramos decidido vivir de manera diferente.
Quisiera concluir mencionando a tres mujeres en la biblia que se enfrentaron diferentes circunstancias para tornarse en madre y ser canales de bendición.
Jocabed, madre de Moisés
“La que concibió, y dio a luz un hijo; y viéndole que era hermoso, le tuvo escondido tres meses. Pero no pudiendo ocultarle más tiempo, tomó una arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río” (Éxodo 2:2-3)
Esta mujer se enfrentó a un decreto real y estuvo dispuesta a dar su vida por causa de cuidar de una vida. Tal vez en ese momento ellos no sabía que ese bebe se tornaría en el libertador de la nación de Israel, pero decidieron vivir por la fe.
“Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey” (Hechos 11:23)
Ana, madre de Samuel
“ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza” (1 Samuel 1:10-11)
Ana podría haberse conformado con su situación y con lo que tenía, pero ella quiso ser un canal de bendición. Tal vez no sabía en quien se tornaría Samuel, pero fue un gran profeta.
María, madre de Jesús
“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS” (Lucas 1:30-31)
María no sabía las pruebas que enfrentaría por ser la madre de Jesús, pero su respuesta es fabulosa:
“Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia” (Lucas 1:38)
Es decir, ella se sometió a la voluntad de Dios de ser un canal de salvación para la humanidad. Todas estas mujeres nos enseñan que tuvieron que cruzar las líneas enemigas para poder disfrutar una vida plena y ser canales de bendición. Que cada uno de nosotros tengamos esa actitud en estos días. Dios quiere usar tu vida para bendecir una nación.