El gran tesoro

//Pr. Luis A. Núñez\\

“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, pero no angustiados;  en apuros,  pero no desesperados, perseguidos,  pero no desamparados;  derribados,  pero no destruidos. Dondequiera que vamos, llevamos siempre en el cuerpo la muerte de Jesús,  para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos, pues nosotros,  que vivimos,  siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros,  y en vosotros la vida. Pero teniendo el mismo espíritu de fe,  conforme a lo que está escrito: “Creí,  por lo cual hablé”,  nosotros también creemos,  por lo cual también hablamos. Y sabemos que el que resucitó al Señor Jesús,  a nosotros también nos resucitará con Jesús,  y nos presentará juntamente con vosotros. Todas estas cosas padecemos por amor a vosotros,  para que abundando la gracia por medio de muchos,  la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios. Por tanto,  no desmayamos;  antes,  aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando,  el interior no obstante se renueva de día en día, pues esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. No mirando nosotros las cosas que se ven,  sino las que no se ven,  pues las cosas que se ven son temporales,  pero las que no se ven son eternas”   (2 Corintios 4:7-18)

Nuestro tesoro es la fe (2 Corintios 4:7-10) 

Existen dos cosas importantes aquí, primero la Biblia dice que tenemos, somos propietarios de un tesoro maravilloso y a través de los versos siguientes entendemos este tesoro es la fe. La Palabra dice que ese tesoro es aquello que permite que a pesar de estar atribulados en todo, no estamos angustiados, que a pesar de estar perseguidos, no estamos desamparados, eso solo es posible por la fe y fe en la obra de Cristo. Por eso el verso 10 de este capítulo dice que: “dondequiera que vamos llevamos en el cuerpo la muerte de Cristo y que solo así se manifiesta la vida de Jesús en nosotros”.

¿Qué hace que a pesar de estar en apuros no estemos desesperados? Solo puede ser la fe que se expresa a través de la confianza, que hace que cuando seamos derribados no seamos destruidos, solo la fe que espera en el Señor, ese es nuestro tesoro ¡la fe! por el cual la excelencia del poder (4:7) es de Dios y no de nosotros ¿qué poder? ¿qué dunamis? es la capacidad de estar derribado pero no destruido, en apuros pero no desesperado y esto es resultado de un poder especial, ese poder no es nuestro, sino de Dios, entonces este poder que solo puede ser la fe es un tesoro maravilloso.   

“Para que, sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro (el cual,  aunque perecedero,  se prueba con fuego), sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:7)

Aquí la Palabra dice que la fe es más preciosa que el oro, pero para que ese tesoro, sea expresado y sea visible, el cántaro tiene que romperse, es decir, para que experimentes ese poder necesitas romper el cántaro.

Todavia veamos algo más, el barro esta relacionado a nuestra carne, entonces para que el tesoro se manifieste, la carne tiene que ser quebrada. El anterior domingo vimos que en la Palabra, la incredulidad está relacionada a la carnalidad, es decir, un creyente carnal es aquel que no cree, veamos una vez más.

En Hebreos 11:6 leemos que “sin fe es imposible agradar a Dios” y en Romanos 8:8 leemos que “los que viven en la carne no pueden agradar a Dios”. Observa estas dos declaraciones, en Hebreos los incrédulos no pueden agradar a Dios y en Romanos los carnales tampoco pueden agradarle, por lo tanto, por asociación, decimos que los carnales también son incrédulos.

Entonces, nuestra carne, que es el vaso de barro, tiene que ser quebrado. La incredulidad tiene que ser quebrada para que la luz de la fe salga. Eso pasó en la historia de Gedeón, cuando derrota a los madianitas, con 300 derrotó a miles ¿cómo pudo suceder algo así?

“Yo tocaré la trompeta, y todos los que estarán conmigo; y vosotros tocaréis entonces las trompetas alrededor de todo el campamento, y diréis: ¡Por Jehová y por Gedeón!

Llegaron, pues, Gedeón y los cien hombres que llevaba consigo, al extremo del campamento, al principio de la guardia de la medianoche, cuando acababan de renovar los centinelas; y tocaron las trompetas, y quebraron los cántaros que llevaban en sus manos” (Jueces 7:18-19)

 La trompeta siempre fue un símbolo de la voz profética. Percibe que primero tocaron las trompetas, es decir, la voz profética es declarada y luego la carne, la incredulidad es rota, entonces se manifiesta la luz de la fe, que hace que de manera inexplicable, asombrosa, los ejércitos enemigos huyan despavoridos, porque la obra es de Dios y no nuestra.

Tenemos luchas que parecen imposibles, nuestra realidad aparente dice que no podremos, pero debemos romper el cántaro, la carne debe ser quebrada para expresar la luz de Cristo que es nuestra fe.

El hombre interior y el hombre exterior 

“Por tanto,  no desmayamos;  antes,  aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando,  el interior no obstante se renueva de día en día, pues esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. No mirando nosotros las cosas que se ven,  sino las que no se ven,  pues las cosas que se ven son temporales,  pero las que no se ven son eternas”            (2 Corintios 4:16-18) 

Hay una tribulación que es momentánea, por el cual estamos sujetos y expuestos a desmayar, eso es lo natural, pero observa que Dios no amenaza, ni condena o acusa, sino que más bien nos muestra que en la Palabra hay un mensaje valioso, que tenemos una característica  y esta es que ¡no desmayamos! Esto definitivamente es por una razón, nuestro hombre interior, que es nuestro espíritu se va renovando día a día, es decir, mientras  nuestro espíritu se va fortaleciendo el desánimo desaparece, las fuerzas vienen y por tanto, no desmayamos, pero ¿Cómo es que se renueva nuestro hombre interior?

“y renovaos en el espíritu de vuestra mente” (Efesios 4:23)

La palabra mente también es traducida como entendimiento, lo que nos muestra que nuestro espíritu se renueva por el entendimiento. Muchas veces hemos usado la expresión “revelación” ya que no estamos hablando de un entendimiento natural mental ¿Recuerdan el ejemplo de Pedro cuando dijo a Jesús “tu eres el hijo del Dios viviente” y Jesús le dijo: “lo que has dicho no te lo reveló carne ni sangre, sino mi padre que esta en los cielos”. Quizás entendamos esto cuando leamos la profecía que le fue dada en Jeremías 31:33-34:

“Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” 

Ese entendimiento, esa revelación es la que nos permite tener ese poder para vencer, pero ¿entendimiento de que?

“Para que sean consolados (confortados) sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y (kai) de Cristo” (Colosenses 2:2)

El pleno entendimiento es el misterio de Dios padre y de Cristo, es decir, cada vez que desmayamos nuestro espíritu se renueva, eso sucede cuando tenemos revelación de Cristo, nuestro hombre interior, como lo llama la Biblia, se fortalece, se renueva y eso hace que no desmayemos. El verso 17 de 2 Corintios 4 dice que estamos viviendo una tribulación, pero esta es momentánea, por lo tanto, no desmayemos por la revelación de Cristo en nosotros.

Necesitamos confiar en Dios, creer en Él por causa de ese entendimiento, cuando eso pasa somos como la retama plantada junto a las aguas.

“Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” (Jeremías 17:7-8)

El calor y la sequía son las tribulaciones momentáneas, pero pesar de eso seguimos dando fruto porque nuestra raíz esta alimentada por corrientes de agua. Observa la Palabra, es maravillosa, es integrada, corrientes de agua es Cristo.

“El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:38) 

“Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida” (Apocalipsis 21:6)

Por eso ayunaremos estos 21 días “contemplando a Cristo”, porque cuanto más lo contemplamos, más revelación de Él tenemos y por lo tanto, somos transformados de gloria en gloria.

El creer se expresa por el hablar

Queridos hermanos una vez más quiero redundar en este principio espiritual, Dios quiere llevarnos al principio de hablar ¿recuerdas la historia del profeta y la visión del valle de huesos secos? 

La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera. Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes. Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová. Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu. Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y dí al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo. Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos. Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová” (Ezequiel 37:1-14)

 

Esta historia nos muestra que el profeta fue llevado a ver una visión y un gran milagro producido por el hablar. Como resultado de esto, él creyó y ahora podía hablar al pueblo de Israel lo que acontecería. Quiero una vez más invitarte a que en este ayuno seas movido a creer y ese creer te llevará a hablar, entonces verás lo que tu boca declara. No seas movido a la desilusión, muévete a hablar de una esperanza en Dios.

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