Identidad

//Pr. Luis A. Núñez\\

La identidad es uno de los conceptos que resultan claves para una vida cristiana victoriosa. Sin embargo, es importante entender que existen varios tipos de identidad. Veamos algunos de ellos:

  • Uno es el que está definido por quiénes somos y que siempre está ligado al propósito. Lo llamaremos simplemente “identidad”.
  • Otro es el que buscamos o elegimos porque queremos o porque respondemos a un propósito que generalmente es mediático, puede ser cuestionable o no, puede ser negativo como no también, pero que lamentablemente no será muy duradero o permanente porque no es parte de ti, solo responde a momentos y tendencias, le llamaremos “identidad adoptada”  
  • Otro es el que podríamos llamar como “identidad no reconocida”, la que hace que seas más vulnerable y expuesto a ser engañado, pues el enemigo usa esa ignorancia para llevarte a hacer cosas que te permitan ser lo en realidad ya eres y contradictoriamente esa búsqueda te aleja más de lo que eres.
  • Otras son la identidad natural y la identidad espiritual. La identidad natural está relacionada a características naturales que son parte de nuestra realidad, por otro lado, la identidad espiritual es la que tienes ahora en Cristo, tú eres lo que Dios dice que eres y tienes lo que Dios dice que tienes. Cuando consideramos nuestra identidad natural, las características naturales siempre estarán por encima del propósito, pero a través de nuestra identidad espiritual el propósito siempre será mayor que la identidad.

Otra cosa que debemos entender es que la identidad está presente en todas las áreas de nuestra vida, de forma permanente o temporal; somos hijos, somos estudiantes, somos pastores, somos esposos o esposas, somos médicos, somos carpinteros, etc.

La identidad es diferente de identificación, básicamente en lo siguiente, tu identidad es simplemente una respuesta clara y concreta a la pregunta ¿quién soy? pero identificación es el resultado de atravesar tiempos de incertidumbre al buscar tu identidad y que te llevan a buscar un grupo de características con las que encajarías; por ejemplo, en cuanto a género, yo soy hombre, esa es mi identidad y no llegué a esa conclusión porque me identifique con los hombres, en cuanto a tu nueva vida, tú eres hijo de Dios, esa es tu identidad, pero no porque te identifiques con los hijos de Dios.

Veamos algunos ejemplos bíblicos para analizar cada tipo de identidad:

  1. Identidad adoptada  

Un ejemplo de este tipo de identidad es el grupo de extranjeros que salieron juntamente con el pueblo de Israel de Egipto y caminaron con ellos a lo largo del desierto. Aun sin ser parte del pueblo de Dios adoptaron esa identidad, pero eso duró muy poco tiempo.

“Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne!” (Números 11:4)

  • Identidad no reconocida  

Un ejemplo perfecto es Eva, ella fue engañada porque no reconoció quien era. La Biblia dice que ella fue creada a imagen y semejanza de Dios, al no reconocer su identidad ella fue engañada.

“Sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:5)

“Y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Timoteo 2:14)

  • Identidad (Propiamente dicha)

El Señor siempre nos hace entender quiénes somos y quiénes éramos. Es interesante que constantemente repite lo que fuimos y lo que somos, para recalcar nuestra identidad.

“Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado” (Colosenses 1:21)

“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa,pueblo adquirido por Dios,para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Pedro 2:9-10)

“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:1-2)

La identidad nos da censo del valor de pertenencia

“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10)

“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos;herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:16-17)

Tu identidad no es un hecho de convencimiento mental, sino es una revelación del Espíritu d Dios a tu espíritu. Esa es la clave para una vida victoriosa. Nuestra identidad nos lleva a comprender el alto valor que tenemos, nuestro valor de pertenencia. Un ejemplo: yo puedo tener una guitarra de la misma marca y modelo que la que usaba Elvis Presley, pero la guitarra de Elvis es subastada por 500,000 dólares y por la mia no me dan más que 1000 dólares ¿Por qué? porque la guitarra que compraron por 500 000 dólares le pertecenecía a Elvis. Tu valor está determinado por a quién le perteneces.

Tu identidad definirá tu posición ante las circunstancias y te dará censo constante de propósito

Veamos la vida José en el Antiguo Testamento. En Génesis 45, José lloró a gritos al volver a ver a sus hermanos, entonces ¿cuáles serían sus sentimientos? Quizas de venganza por haberle hecho sufrir tanto, los recuerdos del día en que fue vendido lo invadían o cuando estuvo en la cárcel, pero luego su respuesta fue la siguiente:

“No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban al lado suyo, y clamó: Haced salir de mi presencia a todos. Y no quedó nadie con él, al darse a conocer José a sus hermanos. Entonces se dio a llorar a gritos; y oyeron los egipcios, y oyó también la casa de Faraón. Y dijo José a sus hermanos: Yo soy José; ¿vive aún mi padre? Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él. Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aún quedan cinco años en los cuales ni habrá arada ni siega. Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto” (Génesis 45:1-9)

La identidad hará que te mantengas firme en tu posición aun cuando te encuentres ante circunstancias más deseables

Tomó también consigo Moisés los huesos de José, el cual había juramentado a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis subir mis huesos de aquí con vosotros” (Éxodo 13:19)

Egipto tenía las mejores tumbas para sus monarcas, ellos hicieron tumbas para reconocimiento de su grandeza. La mejor forma de inmortalizar tu nombre era con una gran tumba, pero José sabía que no era su lugar, él quería estar en la tierra de la promesa, no importa si sus huesos eran enterrados en el suelo y les dijo “lleven mis huesos”.  Cuando sabes quién eres te aferras a sus promesas, te aferras a la vida con Dios.

¿Cuántos podrían decir “yo quiero estar donde pertenezco y quiero hacer conforme a lo que soy”? Esa es la vida con Dios, la vida de la iglesia, la expresión de mi nueva naturaleza.

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