//Pr. Luis A. Núñez\\
Dios desea llenar la tierra de su gloria, con hijos e hijas y una vez más nos expresa que Él quiere ser nuestro Padre.
“Y seré para vosotros por Padre y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6:18)
Además, la Palabra aclara que en el tercer intento de tener hijos e hijas, es decir, a través de la promesa de un hijo a Abraham que es Isaac, vendría también la promesa de la venida del Salvador, en quien Dios tendría sus hijos.
“No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes” (Romanos 9:6-8)
Es por eso que ahora hay una forma de tornarse hijo de Dios y es a través de la fe en Cristo.
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12)
Este versículo nos muestra de manera clara que existe un problema para el mundo, que no todos son hijos de Dios. Sin embargo, hay un momento en el que el Señor da potestad (autoridad, derecho, permiso) de hacer que las personas se tornen en hijos de Dios, sin esta oportunidad, la condición de las personas es separación y muerte.
“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2:1-5)
La realidad nos muestra a un mundo que no lo recibió, esta palabra recibir en el idioma original significa tomar, agarrar (según la cultura judía), es decir, todos los que se aferran a Él, lo toman y creen en su nombre. Hasta aquí vemos que hay mucha gente que acude a Él por sus problemas, por sus circunstancias, por su desesperación, pero no creen en su nombre, no creen en Él como el salvador de un destino eterno de perdición, de una esclavitud de pecado, es solo una necesidad circunstancial, por esta razón necesitamos llevarlos a creer en la obra de redención.
Ese es el motivo por el cual decimos que toda persona ganada para Cristo es nuestro hijo espiritual. Pablo llevó a Onésimo a Cristo en el tiempo en el que estuvo en la prisión y lo llamó hijo.
“Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis prisiones” (Filemón 10)
Debemos desear tener hijos e hijas espirituales
Debemos desear tener hijos, anhelar hijos espirituales, pues cuando uno desea tener hijos prepara el ambiente, espera y proyecta; para nosotros desear tener hijos significa disponerse a evangelizar y para evangelizar debemos ser motivados a esto. No tiene sentido hablar de creatividad para evangelizar, si no estoy antes motivado; la creatividad es el resultado de la ilusión, del sueño, del deseo. Si estás correctamente motivado, entonces Dios te dará ideas maravillosas para cumplir con ese encargo.
¿Por qué debemos estar motivados para evangelizar?
- Hemos recibido mucho de Dios
Tenemos que entender que todo cuanto tenemos nos hace responsables. Quien quiere un trabajo asume responsabilidad, quien tiene una casa asume responsabilidad, quien quiere esposa o esposo debe saber que asumirá una responsabilidad, etc. Nuestra mayor responsabilidad ahora es compartir, dar a conocer lo que hemos recibido, porque somos ministros de la reconciliación. Hemos visto que estamos aquí para representarlo, pero ¿de qué forma? como padres y madres, pues ese es el carácter de Dios. La paternidad es parte de su carácter y nosotros representamos el caracter de Dios en esta tierra, representas su amor por las personas, como un embajador.
“Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:18-21)
Nuestra posición, según este texto, debería ser de ruego, como si Dios mismo les rogase, es decir, la actitud que debemos tener es de insistencia y eso involucra la creatividad, el deseo y estrategias, porque la unción ya ha sido derramada ¡Aleluya!
- El infierno es una realidad
“El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18)
Una vez más quiero aclarar que las personas no se condenan por los pecados que cometen, toda la humanidad ya está condenada desde Adán a una separación eterna de Dios. Cuando Jesús habló sobre el infierno ¿Por qué lo hizo? ¿Quería quizás asustarnos? ¡No! Él quería mostrarnos una realidad, más que los detalles como el fuego y el tormento, que siempre se trata de resaltar, la realidad del infierno es la separación eterna de Dios (Lucas 16:19-31, la historia de Lázaro el mendigo).
“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28)
Existe mucha urgencia, las oportunidades pasan y no retornan más. La sociedad está cambiando, cada vez más se cierran las oportunidades para predicar, de hecho, por citar un ejemplo, en EE.UU. ya no puedes predicar en las escuelas. Muchos mueren sin Cristo y no hay tiempo que perder. Predicamos el evangelio de Cristo, las buenas noticias, es decir, estabamos muertos, separados de Dios y ahora podemos vivir por causa del amor de Dios, a través de Cristo. La humanidad ha sido condenada desde la caída de Adán, pero tenemos la oportunidad de salir de esa condenación, a través del creer.
- Porque somos los únicos para eso
“Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Corintios 3:4-6)
Dios estableció que seamos nosotros los portadores y transmisores de este mensaje de salvación ¿Quién les dirá que Él existe? ¿Quién les hablará que Él salva? ¿Quién les dirá que Dios es amor? ¿Quién? Dios soñó con salvar a la humanidad, pues “a lo suyo vino” (Juan 1:11). Él no sueña con una parte, Él sueña con toda la humanidad. Sobre nosotros pesa este encargo, un testigo tiene que hablar ¡esa es su responsabilidad! por eso en el libro de Hechos 1:8 nos dijo que seriamos sus testigos en todo lugar. Tenemos que echar fuera la vergüenza, el temor al hombre, la pereza, la indiferencia, la auto-preservación.
- Somos responsables por las almas en las que tenemos influencia
“Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Romanos 10:13-15)
Todos rendiremos cuentas delante de Dios un día. Hemos sido levantados como atalayas para esas personas, somos nosotros los que tenemos responsabilidad por ellas, nunca olvides que el infierno es una realidad ¿Cómo oirán si no hay quién les predique? Somos responsables por las personas de nuestro alrededor.
- Existe una promesa de recompensa
“Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo” (1Tesalonicenses 2:19-20)
Pablo expresa en las epístolas que los hermanos eran su alegría, su corona. No hay mejor satisfacción que estar haciendo la plena voluntad de Dios, esto trae paz, esa es la mejor recompensa.