//Pr. Eliud Cervantes\\
Estamos viviendo un tiempo diferente como iglesia, un tiempo de desafío, pero también de conquista y expansión y Dios nos ha llamado justamente a poder llevar mucho fruto en este tiempo, hay una gran cosecha que nos espera. Sin embargo, como cada etapa de nuestras vidas, necesitamos tener actitudes delante de este momento y esa actitud determinará aquello que vamos a alcanzar y dónde vamos a llegar. La pregunta es: ¿Estamos discerniendo el tiempo que estamos viviendo? o ¿Cuál es la actitud que tenemos delante de este tiempo? Por eso debemos entender lo siguiente:
Nacidos en el tiempo oportuno
“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4)
“Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado” (Juan 12:23)
La primera cosa que debemos entender en estos días, es que nacimos en el tiempo oportuno. Hay un tiempo preciso para cada cosa en el reloj de Dios. Por fuera aparentemente tal vez no es el momento, pero debemos saber que hay un tiempo de parte de Dios para cada persona en esta tierra. Como ya lo dijo el gran sabio Salomón: hay un tiempo para todo.
“Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia” (Gálatas 1:15)
Aquí el apóstol Pablo está reconociendo que Dios lo había apartado aún desde el vientre de su madre; es decir, él nació en el tiempo correcto. Y él, en el tiempo de su oportunidad tuvo una actitud que determinó aquello que pudo alcanzar. Fue eso lo que pasó con Jesús también, Él no vino fuera del tiempo, Él vino en el “cumplimiento del tiempo”, en el momento exacto. Las circunstancias que se estaban viviendo (romanos, griegos, judíos) eran el momento correcto para el propósito de Dios, para la expansión del Evangelio.
De igual manera es con cada uno de nosotros, hemos nacido en esta generación y en este tiempo, porque Dios lo quiso así. No es casualidad que hayas nacido en la familia, en la ciudad, en el país y en esta generación. ¡Dios tiene un propósito para tu vida en este tiempo! ¡Dios nos apartó desde el vientre de nuestra madre y nos llamó por su gracia!
Por eso, la respuesta que vayamos a dar en el tiempo de nuestra oportunidad, aún en medio de esta pandemia, es valiosísima. No podemos decir que aún no es el tiempo para nosotros, ¡ahora es nuestra oportunidad!
¡Atrévete a ser diferente, depende de su gracia y vive la vida para la gloria de Dios!
“Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe? Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham… De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá” (Gálatas 3:5-7, 9-11)
La palabra del Señor dice que recibimos milagros al oír con fe, no por las obras de la ley. Todo es por la gracia de Dios. Por tanto, vemos que la gracia no es una ocurrencia tardía que se le ocurrió a Dios porque la Ley no funcionó. ¡La gracia fue lo primero! Lo vemos manifestado aún en la vida de Abrahám.
Y la Escritura dice que somos bendecidos con Abraham. Él fue un hombre muy bendecido en muchas áreas de su vida y él no trató de merecer o ganar las bendiciones sino que creyó, fue por la justicia de la fe y la promesa es que seremos herederos del mundo al igual que Él.
“Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión” (Romanos 4:13-15)
La palabra “mundo” en griego es “cosmos” que significa las ventajas, riquezas, beneficios del mundo, etc. Dios quiere bendecirnos con estos para que podamos ser una bendición aún en este tiempo.
Sin embargo, encontramos nuestro todo y seguridad en Cristo Jesús, por eso cuando establezcas tu destino y meta en la vida, asegúrate de hacerlo para la gloria del Señor. Deja de pensar que te quedan muchos años y que puedes permitirte perder el tiempo y probar esto y aquello sin pensar realmente en tu vida. Esa es una forma inmadura de pensar. No trates simplemente de encajar y ser como los demás, con miedo de destacar. ¡Atrévete a ser diferente en tu Juventud!
Los discípulos de Jesús eran todos jóvenes cuando él estuvo en la tierra. Jesús también era joven. Pedro pagó medio siclo como impuesto del templo, lo que significa que tenía poco más de veinte años. La madre de Juan le pidió a Jesús frente a Juan que él y su hermano se sentaran a la izquierda y a la derecha de Jesús en Su reino. Todos ellos fueron usados desde su juventud para la gloria de Dios, pero los mayores como Josué y Caleb también fueron usados porque tenían fe en que el Señor les daría a los hijos de Israel la tierra prometida, mientras que los demás no creían.
Hudson Taylor era solo un joven cuando fue a China como misionero para predicar el evangelio. Lo que provocó en ese entonces todavía está progresando hoy. David tenía unos dieciséis o diecisiete años cuando derrotó a Goliat. Nunca eres demasiado joven para ser usado por Dios. No compares tu vida con la de otras personas. Deja de copiar o intentar hacer lo que otros están haciendo. Vive para la gloria de Dios. Solo sigue a Jesús.
Dios puede usar tu vida desde la juventud
“Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban. Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía” (Marcos 10:13-16)
En este pasaje, los padres solo querían que Jesús tocara a sus hijos porque sabían que Él tenía poder y bendición. Pero Jesús hizo más que eso: tomó a los niños en sus brazos y los bendijo. Jesús siempre hace de manera extraordinaria, abundante, más allá de lo que podemos pensar o imaginar. Es eso lo que Dios quiere hacer contigo en tu juventud.
“Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse… Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey. En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino” (Daniel 1:8, 12-13, 19-20)
Es interesante saber que Daniel tenía solo quince años cuando fue llevado a Babilonia después del cautiverio de Jerusalén. Y él destacó no por sus fuerzas, sino porque decidió depender de Dios aún en su juventud. No tienes que hacer lo que hacen tus amigos. ¡Dios se asegurará de que luzcas mejor que ellos! Atrévete a ser diferente de tus amigos, no tienes que conformarte. Te admirarán en secreto por atreverte a ser diferente.
Nosotros somos el pueblo cuyo Dios es Jehová, por eso somos doblemente felices. Confiesa estas bendiciones familiares para ti.
“Sean nuestros hijos como plantas crecidas en su juventud, Nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio; Nuestros graneros llenos, provistos de toda suerte de grano; Nuestros ganados, que se multipliquen a millares y decenas de millares en nuestros campos; Nuestros bueyes estén fuertes para el trabajo; No tengamos asalto, ni que hacer salida, Ni grito de alarma en nuestras plazas. Bienaventurado el pueblo que tiene esto; Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová” (Salmos 144:12-15)