Transformados por el rey que sirve

//Pr. Eliud Cervantes\\

Somos transformados al ver la belleza de Jesús 

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Olvidando lo que quedó atrás

Cada vez que nos reunimos, nuestro objetivo es ver a Jesús. La Biblia dice que cuando miramos a Jesús, que es el autor y consumador de la fe (Hebreos 12:2), recibimos descanso y sanidad. Sin embargo, cuando miramos al hombre, muchas veces podemos sentirnos decepcionados, porque el hombre no puede hacer realidad tu milagro. ¡Solo Jesús! Basta una mirada y la depresión huye, las cadenas se rompen.

Cuando vemos a Jesús, somos transformados, recibimos vida. Un ejemplo de esto está en Números 21:6-9, cuando los israelitas que fueron mordidos por serpientes en el desierto miraron la serpiente de bronce, una representación visual de Jesús en la cruz (Juan 3:14), y todos fueron sanados. 

Jesús vino a servir, no a ser servido

Hay cuatro evangelios de la Biblia: Mateo, Marcos, Lucas y Juan, que fueron escritos para revelar diferentes aspectos de Jesús. El Evangelio de Marcos representa a Jesús como el Siervo Divino.

Marcos era el criado que no había cumplido con sus deberes. Sin embargo, el Señor consideró conveniente que Marcos, el siervo que falló, escribiera sobre Jesús, el Siervo Divino que nunca falla. Y en ese evangelio encontramos esta declaración:

“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45)

Cuando Jesús vino, no vino para ser servido por nosotros, sino para servirnos. Nuestro Señor es rico y tiene todo lo que necesitamos, y Su deseo es que simplemente recibamos de Él.

En Éxodo 21, justo después de que se dieron los Diez Mandamientos en el capítulo anterior, Dios le dijo a Moisés que escribiera las leyes relativas a los siervos hebreos.

“Estas son las leyes que les propondrás. Si comprares siervo hebreo, seis años servirá; mas al séptimo saldrá libre, de balde. Si entró solo, solo saldrá; si tenía mujer, saldrá él y su mujer con él. Si su amo le hubiere dado mujer, y ella le diere hijos o hijas, la mujer y sus hijos serán de su amo, y él saldrá solo. Y si el siervo dijere: Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos, no saldré libre; entonces su amo lo llevará ante los jueces, y le hará estar junto a la puerta o al poste; y su amo le horadará la oreja con lesna, y será su siervo para siempre” (Éxodo 21:1–6) 

El siervo en esta ley era una imagen de Jesucristo, quien asumiría la posición de nuestro siervo. En este versículo, vemos cómo el siervo podía elegir si quedarse o irse después del tiempo señalado. Cuando Jesús estaba en el huerto de Getsemaní, tuvo una opción: quedarse como siervo y sacrificarse por nosotros en la cruz, o regresar a Su Padre Celestial. Pero eligió quedarse y decirle a Dios: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. ¿Por qué? Porque amaba a su amo (Dios), a su esposa y a sus hijos (nosotros). Esto demuestra que el siervo está dispuesto, y no obligado, a seguir siendo siervo. “Horadará la oreja”, es una imagen de Jesús amando y sirviendo a Dios y a la iglesia por siempre.

El Salmo 40 es un salmo mesiánico que describe a Jesús como este siervo en Éxodo 21.

“Sacrificio y ofrenda no te agrada; Has abierto mis oídos; Holocausto y expiación no has demandado. Entonces dije: He aquí, vengo; En el rollo del libro está escrito de mí” (Salmo 40:6–7) 

La palabra “abierto” tiene el mismo significado que la palabra “traspasado”. Así que este versículo en realidad dice: “Has traspasado mis oídos”, lo que significa la elección de Jesús de ser un siervo.

Cuando somos papás, experimentamos por sí mismos lo que es tener un amor abnegado, lo que es servir a su hijo sin pedir nada a cambio, lo que nos da una idea de cuánto Dios nos ama.

Jesús ama servirte 

La historia de Marta y María nos muestra la realidad del deseo del Señor de querer servirnos. Cuando Jesús visitó la casa de estas hermanas, lo recibieron de manera diferente. Marta vio el cansancio físico de Jesús después de un largo viaje y se preocupó por servirle bien. María vio más allá de la forma física de Jesús y vio su inagotable poder divino y su suministro, y se sentó a sus pies para escuchar sus palabras.

Jesús apreció lo que hizo María, llamándolo “la única cosa necesaria” (Lucas 10:42). Solo se necesita una cosa: sentarte a los pies de Jesús y escuchar su Palabra. A Jesús le encanta cuando le quitamos. Le encanta servirnos en nuestras áreas de necesidad, lo llena de vigor.

“¿Qué pagaré a Jehová  Por todos sus beneficios para conmigo? Tomaré la copa de la salvación, e invocaré el nombre de Jehová” (Salmo 116:12-13) 

Este Salmo nos muestra que agradecemos a Dios al recibir más de Él. Dios se siente más apreciado cuando le quitamos más que cuando le devolvemos.

Tu rey sirviente escucha todos tus gritos 

En la historia del ciego Bartimeo, encontramos esta realidad. Jericó era conocida como la ciudad de la maldición desde el momento en que Josué la maldijo en el Antiguo Testamento.

Josué era el comandante del ejército de Israel y dirigió a los israelitas a conquistar la ciudad de Jericó porque Dios les había prometido la tierra. Caminaron alrededor de la ciudad durante 7 días, gritaron al unísono el séptimo día y los muros de la ciudad se derrumbaron.

“En aquel tiempo hizo Josué un juramento, diciendo: Maldito delante de Jehová el hombre que se levantare y reedificare esta ciudad de Jericó.  Sobre su primogénito eche los cimientos de ella,  y sobre su hijo menor asiente sus puertas” (Josué 6:26) 

Cuando Josué maldijo a Jericó, fue para advertir a la gente que nadie debería levantar la ciudad de Jericó de nuevo o morirían; pero en 1 Reyes, un hombre reconstruyó Jericó:

“En su tiempo Hiel de Bet-el reedificó a Jericó. A precio de la vida de Abiram su primogénito echó el cimiento, y a precio de la vida de Segub su hijo menor puso sus puertas, conforme a la palabra que Jehová había hablado por Josué hijo de Nun”          (1 Reyes 16:34) 

Jericó fue reconstruida y fue conocida como la ciudad de la maldición. Pero Jesús vino a esta ciudad maldita de Jericó para salvar a todos los que lo miraran, como Bartimeo, el mendigo ciego. Esta es una imagen de cómo Jesús vino a nuestro mundo para salvarnos a todos.

Jesús se encuentra con Bartimeo:

“Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!” (Marcos 10: 46–48)

La palabra parcial “bar” en el nombre de Bartimeo significa “hijo de” en hebreo, lo que nos dice que Bartimeo era un hombre que no tenía nombre propio. Él era simplemente “hijo de Timeo”. El nombre “Timeo” viene de “timae” que significa “inmundo”. Cuando la gente llamaba a Bartimeo, lo llamaban “hijo del inmundo”.

La mendicidad es una imagen de escasez y enfermedad, que nuestro mundo está lleno de hoy.

En aquel entonces, la ciudad de Nazaret era una ciudad de mala reputación. Cuando la gente lo llamaba a Jesús así, lo decían de una manera despectiva. Pero el hecho de que Jesús sea de Nazaret revela la gran gracia de Dios. Dios eligió específicamente a Su Hijo para que creciera allí como una imagen de Su inmensa gracia para con Su pueblo.

Pero Bartimeo no lo llamó así. Él fue la primera persona en el Evangelio de Marcos que se dirigió a Jesús como “Hijo de David”. Aunque era ciego, veía con más precisión. Bartimeo vio a Jesús por quien era – “Hijo de David” – lo que demuestra que reconoció a Jesús como Rey porque Jesús provenía del linaje del Rey David.

Bartimeo pidió gracia, misericordia, un favor inmerecido. Por eso, lo que dices a respecto de Jesús determina el cómo será tu vida. Tus antecedentes o circunstancias no determinan cómo resultará tu vida.

“Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino” (Marcos 10:49-52) 

Cuando Bartimeo arrojó su capa a un lado, estaba diciendo: “Una vez que vaya a Jesús, no seré el mismo”. En ese entonces, la prenda de un mendigo era su seguro porque le fue dado para reconocerlo como un mendigo legal y no un estafador. Bartimeo sabía que ya no sería un mendigo.

Aunque Jesús es Rey, lo primero que le dijo a Bartimeo fue que le preguntara cómo podía servirle. Por lo general, cuando vienes a un rey, vienes a servirle. Pero Jesús, nuestro Rey Siervo, le preguntó a Bartimeo qué quería que hiciera por él: una imagen de ser un siervo del mendigo ciego. Y ¿cuál fue el resultado? Bartimeo siguió a Jesús. Cuando Jesús lo sanó, nunca obligó a Bartimeo a seguirlo. Bartimeo lo hizo por elección. Es así también con cada uno que tiene revelación del Rey que sirve: está dispuesto a seguirlo.

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