UN CORAZÓN AGRADECIDO “La clave para ver el favor de Dios”

//Pr. Eliud Cervantes\\

Todo lo que debemos anhelar en la vida es tener el favor de Dios sobre nuestras vidas. Y hoy vamos a ver cuán importante es tener un corazón agradecido para poder experimentar el favor de Dios. El profeta Jeremías en su libro nos habla de dos tipos de personas, unos que NO VEN cuando el favor de Dios llega sobre sus vidas y otros que NO VEN cuando el “calor” llega sobre sus vidas. 

“Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” (Jeremías 17:5-8)

Interesante es que Jeremías comienza diciendo: “Así ha dicho Jehová” – Es decir, esto que vamos a abordar, no es una conclusión apenas humana. Es una declaración divina. No hay forma de huir de ella. Sin embargo, es importante resaltar que las consecuencias que la persona va experimentar no es por la afirmación del Señor, sino apenas es la consecuencia de la actitud que tenemos hacia el lugar donde ponemos nuestra confianza, o en dónde o quién está colocado nuestro creer.

Otra cosa a observar es que Dios dice: “Maldito” – lo cual nos recuerda que todo lo que Él hombre necesita es la bendición. Pero, ¿qué bendición? La bendición del Señor. Desde el comienzo vemos ese principio presente en la Palabra del Señor. Después de crear Dios al hombre a Su imagen y semejanza, lo primero que hizo fue bendecirlos (Génesis 1:28)

“Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:28)

Nada podemos hacer sin la bendición de Dios. Necesitamos esa bendición para todas las áreas de nuestra vida. Eso nos habla de la dependencia del Señor. En Juan 15:5, Jesús nos dice que “separados de Él nada podemos hacer. Un punto importante también es que entender el significado de la palabra “Confía ” (batakj) – que es “apresurarse a refugiarse.” Entonces la pregunta es ¿En quien está tu confianza delante de las circunstancias?

La palabra del Señor nos dice que el hombre “maldito” no vera cuando llegue el bien, ¿por qué? Porque lo que determina si ves o no ves el favor de Dios, es donde pones tu confianza. Y todo eso está relacionado a tener un corazón agradecido con Dios.

Tratar de ganar las bendiciones produce un corazón lleno de amargura 

Dios desea que seamos beneficiarios de sus bendiciones. Su corazón está para proveer para nosotros. En lugar de que sintamos la necesidad de esforzarnos por proveer para nosotros mismos, Dios quiere ser el que nos bendiga y nos provea. Así como colocó a Adán y Eva en el jardín de Edén para disfrutar de una creación terminada (Génesis 2:15–17), el deseo de Dios es que disfrutemos de las bendiciones que ya ha preparado para nosotros. Nuestra parte es simplemente recibirlos libremente.

Podemos disfrutar de estas bendiciones no porque las merezcamos por nuestras propias obras o méritos, sino por la obra terminada de nuestro Señor Jesucristo. A través de Él, hemos recibido gracia y misericordia y “toda bendición espiritual” (Romanos 5:17, Efesios 1:3). Tener ese entendimiento hará que cultivemos un corazón agradecido.

Sin embargo, el enemigo está tratando de engañarnos para que pensemos que necesitamos trabajar y ganar estas bendiciones. De vuelta en el jardín de Edén, Adán y Eva cayeron porque creyeron la mentira de la serpiente de que les faltaba y tenían que ser algo que no eran. Hoy, el enemigo está usando las mismas tácticas, cegándonos a nuestra verdadera identidad como hijos e hijas de Dios. Como resultado, encontramos a muchos creyentes esforzándose por guardar la ley, tratando de ganar su justicia y trabajar por las bendiciones que ya les han sido provistas a través de la obra consumada de nuestro Señor Jesús en la cruz.

Cuando nos esforzamos continuamente por ganar las bendiciones de Dios en nuestras vidas, terminamos percibiendo estas bendiciones como derechos que merecemos. Esto podría manifestarse en nuestras relaciones en las que damos por sentado a nuestros seres queridos o incluso les imponemos ciertas exigencias porque creemos que es un derecho que merecemos. Y en lugar de apreciarlos por lo que hacen por nosotros, terminamos encontrando fallas en ellos y quejándonos. También podemos encontrarnos insatisfechos con nuestras vidas porque seguimos comparándolas con las de los demás, sintiendo que merecemos algo mejor o más de lo que realmente tenemos.

Cuidado con ese espíritu de derecho ya que puede resultar en resentimiento, amargura e ira. En cambio, debemos cultivar un espíritu de gracia teniendo un corazón agradecido y practicando la gratitud en nuestra vida diaria.

Si te quejas, te quedas. Si alabas, te levantas 

A medida que pasamos por la vida y experimentamos desafíos o circunstancias difíciles, nuestra tendencia natural puede ser la de quejarnos. Muchos de nosotros pensamos que quejarse es algo “pequeño” o una respuesta “natural” a los contratiempos que enfrentamos en la vida. Pero la Biblia nos advierte de los peligros de quejarse:

“No nos quejemos, como se quejaron algunos y por eso el ángel de la muerte los mató”          (1 Corintios 10:10 PDT)

“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8) 

Observa cómo 1 Pedro 5:8 dice que el enemigo anda alrededor buscando a quien devorar. No es capaz de devorarnos a ninguno de nosotros. ¡Pero cuando nos quejamos, nos volvemos susceptibles a los ataques del enemigo! Quejarse también hace que permanezcamos en problemas. La traducción hebrea de la palabra “quejarse” es “ lûn ”, que también significa “pasar la noche”. Esto significa que cuando nos quejamos, es como pasar toda la noche o permanecer en nuestros problemas.

Debido a que quejarnos tiene efectos tan adversos en nuestras vidas, Dios se entristece cuando nos quejamos. Vemos un ejemplo de esto en Números 21. Aunque los hijos de Israel habían experimentado los milagros y la provisión de Dios durante todo su viaje de éxodo fuera de Egipto, pronto olvidaron Su fidelidad y siguieron murmurando, incluso hablando en contra de Dios. Sus quejas y falta de fe en el corazón de Dios para con ellos no sólo lo entristecieron mucho, sino que también permitieron que serpientes ardientes entraran entre los israelitas. Y sabemos que muchos de ellos fueron mordidos y finalmente murieron.

En lugar de quejarnos, podemos optar por dar gracias por lo que Dios ya ha hecho por nosotros. Por ejemplo, aunque estemos pasando por una situación de salud, podemos dar gracias por el resto de nuestro cuerpo que aún está sano. ¡Y cuando elegimos alabar, nos levantaremos victoriosos!

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